LES PRESENTO A UN JOVEN ESCRITOR URUGUAYO: MATIAS PAPARAMBORDA

Leyéndolo, reviví las instancias de la enfermedad y muerte de mi padre hace ya dos años.
También me recuerda a "Aquellas pequeñas cosas" de Serrat.

22/11/06 12:00 AM


Donde está mi padre?


En su cajón de la cómoda. Hay allí un folleto de “plantas medicinales” que compró en el ómnibus, una caja con gemelos que heredó de su padre, algunos documentos....pero no es en los objetos, sino en la forma en que están guardados, en la notoria utilidad que cumplían para él, en el orden y las prioridades que intentaba imponer a sus actos. Allí quedó muy concentrado su espíritu, su forma de ver el mundo.
Cuando una tarde que estaba solo en casa y buscando algo abrí el cajón, lo noté de golpe. Fue la primera vez que me sentí verdaderamente triste desde que murió.
También está en mi forma de lavarme los dientes. El cepillo en la mano derecha, la mano izquierda tomando la pileta. El brazo en línea recta, teniendo el hombro levemente desequilibrado hacia abajo, como centro de apoyo de todo el cuerpo. La cabeza gacha con la vista desenfocada en la pileta y los grifos. Me parece estar viéndolo.
En la forma refinada y perfecta en que puedo doblar un cable para guardarlo, siguiendo su propia cadencia de manera que no se desarme apenas uno termina de plegarlo. Empezando por el extremo del cable que tiene la ficha más voluminosa, y terminando por la más pequeña. Y también en el modo perfecto e inimitable con que él podía doblar su paraguas para guardarlo en una funda muy estrecha. Lo doblaba de un modo tan perfeccionista y depositaba tanto cariño en ello, que la fina tela del paraguas no presentaba finalmente ni una sola arruga. Creo que hay antecedentes de este tipo de obsesión con la pulcritud en mi familia. Una vez vi como mi abuelo doblaba una miserable bolsa de nylon con un primor y dedicación tales, que no le vi dispensar a ninguna señorita al doblar su más caro vestido. Era una tarea que le tomaba largos minutos. Primero doblaba la bolsa al medio y la iba planchando con la mano hasta retirar todo el aire que tuviera apresado con lentitud e infinita paciencia; recién entonces lo doblaba nuevamente a la mitad, volvía a extraerle el aire, y así sucesivamente. Una vez terminada la tarea, alineaba la bolsa con sus remedios, las llaves, un repasador y algunas otras pertenencias que solía dejar sobre la mesa de la sala. Ese tipo de aprecio por las cosas.
En su interminable colección de revistas Saber electrónica. Son prácticamente las únicas lecturas que mi padre hizo en su vida, o eso siempre sospeché, porque en su estante nunca encontré otros libros.
En la pequeña lámina de metal que adosó a la esquina inferior de la puerta de su taller, alineada a un imán que puso del lado de la pared, con el propósito de que la puerta, una vez abierta quedara fijada a la pared magnéticamente, de tal forma que no la cerrara la corriente en las tardes de calor, cuando abría la ventana para refrescarse. Este invento se complementaba con otro, menos sofisticado pero igual de satisfactorio, que consistía en atar con la toalla, el pestillo de la puerta del baño al toallero, de modo de poder abrir también la ventana del baño y generar una corriente de viento aún mayor, sin que ninguna puerta se cerrara.
En su manera casi fascista de evaluar las películas. Miraba los primeros diez minutos. Si no le resultaban convincentes, no había forma de persuadirlo de mirar el resto.
En cierto don que tengo para cocinar y encuadrar de un modo artístico las fotografías – sé que estas dos aptitudes no parecen pertenecer a la misma categoría, pero por razones que ignoro a mi se me presentan como parientas – He desarrollado algunas otras facultades que mi padre no tenía pero que estoy seguro que provienen de esa misma virtud que heredé de él: Por ejemplo: al escribir cualquier texto sobre una superficie , puedo calcular mientras escribo exactamente a qué distancia debo poner una letra de la siguiente para que todas las letras queden a la misma distancia entre sí y respecto de los extremos de la hoja.
En el cariño y la dedicación infinitas que ponía para confeccionar sus “aparatos electrónicos”. Cada vez que terminaba de hacer uno, esa noche se lo llevaba a la cama y lo miraba y lo miraba, con un entusiasmo infantil hasta quedarse dormido.

“EL LUCHADOR INVISIBLE” autor, Matías Paparamborda


Comentario de la contratapa:

“El luchador invisible sigue el proceso sentimental de un hijo al contemplar la agonía de su padre enfermo. Escrita en primerísima persona, la novela investiga con una mirada lúcida y emotiva los secretos que obstruyen la relación entre ambos y, a lo largo de un doloroso tránsito, recorre la historia de silencio que tienen en común. Se trata de la crónica de una desaparición, pero es también un texto delicado, que sana y que inspira.
A pesar de ser una primera novela, tiene el peso, la lucidez y la densidad de una obra madura: su lectura nos deja la impresión de haber atravesado una experiencia directa, vivida casi de primera mano. Se trata de un texto breve pero anchísimo, que condensa en unas pocas estampas una vida interior rica en matices y asociaciones. Pero por encima de todo, es un libro valiente y valioso, que mira de frente las cosas y recuerda al lector el propósito de la verdadera literatura.”
Matías Paparamborda nació en Montevideo en 1981.
Estudió cine, trabaja en el sector audiovisual, y colateralmente se dedica a la música y a las artes visuales.
En 2005 comenzó a escribir este diario, con el propósito de dar cuenta de ciertos episodios de su vida cotidiana, de sus recuerdos y ensoñaciones. La muerte de su padre a fines de 2006 tomó las riendas de la novela.
El luchador invisible es su primera publicación.
Pablo Casacuberta

Rosario:

Gracias querida amiga.

Me agradó mucho este "Luchador Invisible" y mas que una crónica de desaparición, lo veo
como un crónica de identidades, de pertenencias, de continuidad.

Voy a buscarlo en las librerías, pues me "enganchó" el párrafo que nos trajiste.

Es la grandeza de lo cotidiano, de lo a simple vista intrascendente, lo que nos cala hondo.
Saludos,
Ana Yajaira

Rosario, es muy bello el texto, yo también voy a buscarlo. Describe fielmente lo que sentimos cuando perdemos a un ser querido a quien acompañamos durante tanto tiempo, y de repente su ausencia se evidencia en todos los rincones de la casa.

El texto que nos traes es sencillo, conmovedor y muy humano.

Gracias por compartirlo

Ety

Es un pequeño libro de apenas 70 páginas, editado por un editorial nueva, Hum, de nuevos escritores uruguayos, no creo que haya pasado fronteras.
Lo he comprado en la Feria del Libro del pasado año y como está escrito por alguien que tiene tantos menos que yo, me gustó identificarme con esas reflexiones sobre los sentimientos que nos invaden al faltar alguien como un padre con el que a veces no se tienen los suficientes diálogos, lo que lamentamos cuando ya es tarde. Los objetos de ese ser que ya no está, pasan a tener un valor inmenso, hasta el más insignificante papelito lo miramos y tratamos de imaginar un mensaje, algo que nos devuelva el tiempo en que vivieron.