Literatura y Drogas
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Literatura y Drogas
Encontré este artículo en la red. Aunque poco recomendable, muchos grandes escritores, han utilizado a la droga como su musa.
Les dejo este trabajo, a ver que opinan.
Las drogas en la literatura
Juan Carlos Rodríguez
La confraternidad entre drogas y alcohol con la literatura es un discurso repetido, que circula en ese espacio difuso entre la denuncia y la leyenda. Ramón María del Valle Inclán escribió una "apologética" en La pipa de kif como nadie lo ha hecho jamás. ¿Pero han alterado las drogas el discurrir y la percepción de la historia de la literatura? ¿O es sólo una alucinación?
"¡Verdes venenos! ¡Yerbas letales de Paraísos artificiales! -escribió Valle-. A todos vence la marihuana que da la ciencia del ramayana ¡Oh marihuana!, verde neumónica; Cannabis índica et babilónica. Abres el sésamo de la alegría, Cáñamo verde, kif de Turquía. Yerba del Viejo de la Montaña, el Santo Oficio te halló en España. Yerba que inicias a los faquires, llena de goces y Dies Ires. Verde esmeralda -loa el poeta Persa- tu verde vistió el profeta! (Kif -yerba verde del persa- es al achisino bhang bengalés. Charas que fuma sobre el diván entre odaliscas el gran sultán). Se apagó el fuego de mi cachimba, y no consigo ver una letra. Mientras enciendo -tarumba y timba, tumba y taramba- ponga una &".
Baudelaire y los paraísos artificiales
Paraísos artificiales. Sí. Los paraísos artificiales de Baudelaire han estado detrás de cierta estética del siglo XX: bohemia, spleen, dandismo, satanismo, modernismo, surrealismo, generación beat, contracultura... El opio se convertirá en un clásico de la literatura. Morfina. Éter. Cocaína. LSD. Y alcohol, mucho alcohol. De Dante a Thomas de Quincey.
De Cocteau a Hunter S. Thompson. De Philip K. Dick a Michel Houellebecq. Los paraísos de estados alterados de la conciencia que tanto agradaban a Aldous Huxley, y del que muchos sostienen que irradiaba su obra, especialmente, Un mundo feliz.
Es el mismo paraíso de Dante. El sumo poeta italiano se drogaba. La tesis, formulada por la investigadora británica Barbara Reynolds, sostiene que, para inspirarse, Dante tomaba sustancias estupefacientes, entre ellas, cannabis y mescalina. De ahí, de las visiones, surge la Divina Comedia, traducida por ella al inglés. Por ello, en el primer canto del Paraíso, al ascender al cielo, Dante se compara con Glauco, que alimentándose con una hierba se había transformado en una divinidad marina. Y, especialmente, esas visiones del Paraíso que existen en el gran poema del padre de la literatura italiana fueron fruto del consumo de sustancias estupefacientes, psicodélicas. La historia se repite a partir de entonces.
El LSD y la política
Y eso que el doctor Albert Hoffman aún no había dado con el LSD25, es decir, la diatilamina del ácido lisérgico, donde 25 indica que es el vigésimo quinto producto de una serie de modificaciones químicas de la molécula básica del cornezuelo del centeno sintetizada por Hoffmann. Eso es: Hofmann evoca a la literatura -Huxley, Marcuse, Burroughs, Ginsberg sucumbieron al LSD-, la medicina, la filosofía, la historia, la política? incluido el célebre uso que la CIA hizo del ácido lisérgico, descubierto hace ahora 70 años.
"Huxley era de la misma opinión que yo. Opinaba que el LSD merecía una difusión más amplia, pero que antes de consumirlo era indispensable una preparación adecuada, un saber adecuado, mediante lo que denominaba una auténtica ciencia de la experiencia mística", afirmó Hoffman en El dios de los ácidos (Siruela), el libro-entrevista de Antonio Gnoli y Franco Volpi. Experiencia mística o sentimiento cósmico que a otros muchos le surgía con anfetaminas. Philip K. Dick, por ejemplo, que nunca tomó LSD, salvo una vez en la que "bajó al infierno y tardó dos mil años en volver arrastrándose". A otros las visiones del otro mundo les llega en el estado vegetativo que precede a la resaca.
Hacer del alcoholismo la literatura
Muchos son los autores que han hecho del alcoholismo su fuente literaria, pocos lo han sabido describir como Malcolm Lowry. Bajo el volcán, su obra maestra, es el resultado de su larga experiencia como borracho. El alcohol, es cierto, nos ha dado soberbias páginas de la mejor literatura. Pero también nos ha robado a muchos autores ahogados en la miseria.
Lo mismo que las otras drogas. Poe, Verlaine, Rimbaud y otros tantos desconocidos que se quedaron en alcohólicos anónimos. Y lo siguen haciendo. Carson McCullers y James Ellroy escaparon gracias a la literatura. Stephen King confiesa en su autobiografía, Mientras escribo, haber llenado páginas y páginas, libros enteros sin saber qué decía fruto de una borrachera enorme e interminable que le duró más de veinte años.
La gran musa de la literatura
Hay quien celebra la droga como gran musa de la literatura, llave de cualquier arte, pero habría que dudarlo. Entre otras cosas, porque puestos a hacer cuentas, quizá su influencia sea menor de lo que se cree. Aunque Robert Graves ya hablaba de la ancestral relación droga-cultura: el culto a Dioniso, las bacantes, los misterios de Eleusis... nacen del consumo de ambrosía por parte de los reyes tribales griegos. No los dioses, sino sus eclécticos fieles, crearon los alucinógenos.
Salvador Elizondo hace un resume, ciertamente breve: "Desde los tiempos de Grecia, con la leyenda clásica de Sibila, que ingería para facilitar la expresión de los enigmas, hay casos clásicos en la literatura de ingestión de drogas. En la cultura moderna, está en primer lugar Thomas de Quincey, que empezó tomando las drogas por necesidad analgésica y luego se convirtió en un adicto, sobre todo, al opio; además, estudió en su mismo cuerpo y su mente efectos y comportamiento. Viene después Baudelaire. Las dos referencias fundamentales en el orden literario. Luego está Cocteau, que también se hizo aficionado al opio y escribió un diario de desintoxicación que se titula precisamente Opio y que es muy interesante".
No basta saber que las drogas abren las puertas de la percepción. Es necesario tener el criterio de cerrarlas a tiempo. A eso es lo que se refería Hoffman y Huxley. Hay que echar un vistazo, y huir. Un ejemplo, ciertamente clásico es Hunter S. Thompson y sus treinta años de decadencia, cercenados con un suicidio, a partir de la publicación del lisérgico Miedo y asco en Las Vegas (1971), libro que hizo de él un pope de la contracultura y, como consecuencia, anuló gran parte de su potencial como escritor, fruto del anonimato y de una capacidad de observación que ya no podía permitirse.
Las drogas inician, producen una revelación, pero su trato asiduo embrutece. A juzgar por la propia experiencia de Cocteau. Y a pesar de Confesiones de un opiáfago inglés de De Quincey.
El que usa las drogas quiere pasar por encima del mundo, pero el mundo le ignora y al final le acaba pasando por encima. El mito de Charles Bukowski. La obra y la vida de Burroughs, buscador del utópico yajé, encerrada en una de sus frases de esa obra epidíctica que es Yonki: "La droga es una inoculación de muerte que mantiene el cuerpo en condición de emergencia".
meneame
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Podríamos agregar a nuestro querido Sabina, ¿no creen?
Les dejo este trabajo, a ver que opinan.
Las drogas en la literatura
Juan Carlos Rodríguez
La confraternidad entre drogas y alcohol con la literatura es un discurso repetido, que circula en ese espacio difuso entre la denuncia y la leyenda. Ramón María del Valle Inclán escribió una "apologética" en La pipa de kif como nadie lo ha hecho jamás. ¿Pero han alterado las drogas el discurrir y la percepción de la historia de la literatura? ¿O es sólo una alucinación?
"¡Verdes venenos! ¡Yerbas letales de Paraísos artificiales! -escribió Valle-. A todos vence la marihuana que da la ciencia del ramayana ¡Oh marihuana!, verde neumónica; Cannabis índica et babilónica. Abres el sésamo de la alegría, Cáñamo verde, kif de Turquía. Yerba del Viejo de la Montaña, el Santo Oficio te halló en España. Yerba que inicias a los faquires, llena de goces y Dies Ires. Verde esmeralda -loa el poeta Persa- tu verde vistió el profeta! (Kif -yerba verde del persa- es al achisino bhang bengalés. Charas que fuma sobre el diván entre odaliscas el gran sultán). Se apagó el fuego de mi cachimba, y no consigo ver una letra. Mientras enciendo -tarumba y timba, tumba y taramba- ponga una &".
Baudelaire y los paraísos artificiales
Paraísos artificiales. Sí. Los paraísos artificiales de Baudelaire han estado detrás de cierta estética del siglo XX: bohemia, spleen, dandismo, satanismo, modernismo, surrealismo, generación beat, contracultura... El opio se convertirá en un clásico de la literatura. Morfina. Éter. Cocaína. LSD. Y alcohol, mucho alcohol. De Dante a Thomas de Quincey.
De Cocteau a Hunter S. Thompson. De Philip K. Dick a Michel Houellebecq. Los paraísos de estados alterados de la conciencia que tanto agradaban a Aldous Huxley, y del que muchos sostienen que irradiaba su obra, especialmente, Un mundo feliz.
Es el mismo paraíso de Dante. El sumo poeta italiano se drogaba. La tesis, formulada por la investigadora británica Barbara Reynolds, sostiene que, para inspirarse, Dante tomaba sustancias estupefacientes, entre ellas, cannabis y mescalina. De ahí, de las visiones, surge la Divina Comedia, traducida por ella al inglés. Por ello, en el primer canto del Paraíso, al ascender al cielo, Dante se compara con Glauco, que alimentándose con una hierba se había transformado en una divinidad marina. Y, especialmente, esas visiones del Paraíso que existen en el gran poema del padre de la literatura italiana fueron fruto del consumo de sustancias estupefacientes, psicodélicas. La historia se repite a partir de entonces.
El LSD y la política
Y eso que el doctor Albert Hoffman aún no había dado con el LSD25, es decir, la diatilamina del ácido lisérgico, donde 25 indica que es el vigésimo quinto producto de una serie de modificaciones químicas de la molécula básica del cornezuelo del centeno sintetizada por Hoffmann. Eso es: Hofmann evoca a la literatura -Huxley, Marcuse, Burroughs, Ginsberg sucumbieron al LSD-, la medicina, la filosofía, la historia, la política? incluido el célebre uso que la CIA hizo del ácido lisérgico, descubierto hace ahora 70 años.
"Huxley era de la misma opinión que yo. Opinaba que el LSD merecía una difusión más amplia, pero que antes de consumirlo era indispensable una preparación adecuada, un saber adecuado, mediante lo que denominaba una auténtica ciencia de la experiencia mística", afirmó Hoffman en El dios de los ácidos (Siruela), el libro-entrevista de Antonio Gnoli y Franco Volpi. Experiencia mística o sentimiento cósmico que a otros muchos le surgía con anfetaminas. Philip K. Dick, por ejemplo, que nunca tomó LSD, salvo una vez en la que "bajó al infierno y tardó dos mil años en volver arrastrándose". A otros las visiones del otro mundo les llega en el estado vegetativo que precede a la resaca.
Hacer del alcoholismo la literatura
Muchos son los autores que han hecho del alcoholismo su fuente literaria, pocos lo han sabido describir como Malcolm Lowry. Bajo el volcán, su obra maestra, es el resultado de su larga experiencia como borracho. El alcohol, es cierto, nos ha dado soberbias páginas de la mejor literatura. Pero también nos ha robado a muchos autores ahogados en la miseria.
Lo mismo que las otras drogas. Poe, Verlaine, Rimbaud y otros tantos desconocidos que se quedaron en alcohólicos anónimos. Y lo siguen haciendo. Carson McCullers y James Ellroy escaparon gracias a la literatura. Stephen King confiesa en su autobiografía, Mientras escribo, haber llenado páginas y páginas, libros enteros sin saber qué decía fruto de una borrachera enorme e interminable que le duró más de veinte años.
La gran musa de la literatura
Hay quien celebra la droga como gran musa de la literatura, llave de cualquier arte, pero habría que dudarlo. Entre otras cosas, porque puestos a hacer cuentas, quizá su influencia sea menor de lo que se cree. Aunque Robert Graves ya hablaba de la ancestral relación droga-cultura: el culto a Dioniso, las bacantes, los misterios de Eleusis... nacen del consumo de ambrosía por parte de los reyes tribales griegos. No los dioses, sino sus eclécticos fieles, crearon los alucinógenos.
Salvador Elizondo hace un resume, ciertamente breve: "Desde los tiempos de Grecia, con la leyenda clásica de Sibila, que ingería para facilitar la expresión de los enigmas, hay casos clásicos en la literatura de ingestión de drogas. En la cultura moderna, está en primer lugar Thomas de Quincey, que empezó tomando las drogas por necesidad analgésica y luego se convirtió en un adicto, sobre todo, al opio; además, estudió en su mismo cuerpo y su mente efectos y comportamiento. Viene después Baudelaire. Las dos referencias fundamentales en el orden literario. Luego está Cocteau, que también se hizo aficionado al opio y escribió un diario de desintoxicación que se titula precisamente Opio y que es muy interesante".
No basta saber que las drogas abren las puertas de la percepción. Es necesario tener el criterio de cerrarlas a tiempo. A eso es lo que se refería Hoffman y Huxley. Hay que echar un vistazo, y huir. Un ejemplo, ciertamente clásico es Hunter S. Thompson y sus treinta años de decadencia, cercenados con un suicidio, a partir de la publicación del lisérgico Miedo y asco en Las Vegas (1971), libro que hizo de él un pope de la contracultura y, como consecuencia, anuló gran parte de su potencial como escritor, fruto del anonimato y de una capacidad de observación que ya no podía permitirse.
Las drogas inician, producen una revelación, pero su trato asiduo embrutece. A juzgar por la propia experiencia de Cocteau. Y a pesar de Confesiones de un opiáfago inglés de De Quincey.
El que usa las drogas quiere pasar por encima del mundo, pero el mundo le ignora y al final le acaba pasando por encima. El mito de Charles Bukowski. La obra y la vida de Burroughs, buscador del utópico yajé, encerrada en una de sus frases de esa obra epidíctica que es Yonki: "La droga es una inoculación de muerte que mantiene el cuerpo en condición de emergencia".
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