El amor, para quien lo trabaje
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El amor, para quien lo trabaje
Dice un viejo refrán que "la boda y la mortaja, del cielo bajan". Dejemos la mortaja de lado, que a fin de cuentas la Parca no tiene vuelta de hoja y mejor ni nombrarla. Sin embargo lo de la boda o el amor o como queramos llamarlo, puede que te caiga del cielo (confiemos que con suavidad) ahora bien, algo que está fuera de nuestra voluntad y de nuestro alcance en los comienzos ("nadie elige su amor", dijo Antonio Machado) luego resulta que depende exclusivamente de los contrayentes, esposos, amantes o como quiera que los llamemos. Quiero decir con esto que las relaciones son cosa de dos y del trabajo que se tomen los susodichos en que la cuestión dure. Esto, dicho así, parece una cantinela de perogrullo mil veces repetida y mil veces olvidada de pura repetición, sin embargo es una verdad como un templo. Harta estoy de ver como existen personas que, habiendo encontrado aparentemente al menos, la solución a su soledad, "tiran piedras contra su propio tejado" simplemente con la dejadez. Y ahí sí que no hay remedio y si una de las partes no tira del carro, mal puede tirar la otra parte. Eso al final se atasca en el lodazal y no hay quien lo arranque.
Lo que cae del cielo es para trabajarlo. Ya puede llover oro, que como no cumplas con tu parte, que consiste en multiplicarlo, mal te irá. Creo que esto, como todo en esta vida, es cuestión de inteligencia (algo que también llueve del cielo, no lo vamos a negar), de saber valorar lo que cada cual tiene (si es que vale, claro, que también se puede dar el caso de que te suelten gato por liebre). En definitiva, el amor para quien lo trabaje, pues el olvido y el desencanto también llueven del cielo y con abundancia. Que a los enamorados que lean esto no les falte nunca el paraguas.
Damablanca.
Lo que cae del cielo es para trabajarlo. Ya puede llover oro, que como no cumplas con tu parte, que consiste en multiplicarlo, mal te irá. Creo que esto, como todo en esta vida, es cuestión de inteligencia (algo que también llueve del cielo, no lo vamos a negar), de saber valorar lo que cada cual tiene (si es que vale, claro, que también se puede dar el caso de que te suelten gato por liebre). En definitiva, el amor para quien lo trabaje, pues el olvido y el desencanto también llueven del cielo y con abundancia. Que a los enamorados que lean esto no les falte nunca el paraguas.
Damablanca.
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