"Y al cabo nada os debo..." decía A. Machado

“Y al cabo nada os debo, debéisme cuanto escribo…” Eso lo decía nada menos que Don Antonio Machado, uno de los poetas grandes que han dado las letras hispanas, así que si él se vio en la situación de “a mi trabajo acudo, con mi dinero pago…” ¿qué vamos a decir los demás, simples mortales, ni de qué nos vamos a quejar?.

Quise hacer de la música una profesión, me preparé y, por fortuna, también me preparé para “sobrevivir” y ganarme el pan con otras cosas. Primero fui secretaria, luego profesora de filología, al tiempo que cantautora y si debo ser sincera, tal vez esto último sea lo que mejor me defina o por lo que más se me conozca, aunque me gusta mucho la enseñanza y conecto muy bien con los alumnos. Pero las cosas son como son. El mundo de la música es difícil y más para una mujer, hay que verlo con objetividad. Dicen los orientales que todos venimos a este mundo con una misión. Yo he hecho cuanto ha estado en mi mano por dejar una obra decentilla en la medida de mis posibilidades, cinco CDs y muchos conciertos, sí, pero sin llegar a ser famosa. Todo lo más, un poquito popular en la zona por la que me muevo. Ahora los vientos huracanados de la crisis parecen haber tirado por tierra mis años de trabajo. ¡Qué le vamos a hacer! Torres más altas han caído y mi torre nunca fue la de Babel, lo digo por las alturas. Creo que haré lo posible por editar otro disco, pero con calma. De nuevo recurro a Don Antonio: “Nunca perseguí la gloria ni dejar en la memoria de los hombres mi canción…” A fin de cuentas, la única fama que de verdad me interesa está en que me conozcan las personas a las que aprecio y estimo. Lo digo con absoluta sinceridad. El aplauso es un afecto, pero no deja de ser un afecto cercado por la barrera de la distancia.

Com mis libros de poemas sucederá otro tanto a menos que me decida a editarlos a través de Internet. A fin de cuentas ya sabemos que la poesía nunca fue ni es ni será negocio salvo para unos pocos y si algo haces, pues nada mejor que compartirlo. Ése es el mayor de los premios.

Quizá la mejor lección que se puede sacar de todo esto sea precisamente la de valorar lo que realmente vale, ser consciente de que el mundo cabe en un pañuelo y aprender que el universo puede condensarse en un rincón. Todas las vidas, todas las experiencias son por igual estimables. Lo que de verdad importa no es el reconocimiento de los otros, sino el hecho de reconocerse uno mismo en lo que hace.

Así que continuaré en mi rincón, volcada en la enseñanza y procurando alimentar con la música y la poesía una parte de mi vida que me resulta esencial, aunque la crisis nos recorte las posibilidades.

Damablanca