EL CISNE NEGRO
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EL CISNE NEGRO
EL CISNE NEGRO
Tenía pendiente ver la película “Cisne negro” (Black Swam). Buena película, sin duda y ahora se me viene a la cabeza una pequeña reflexión. Querían que fuéramos cisnes blancos. Los antiguos valores ensalzaban al cisne blanco. Los nuevos valores de la libertad, sin embargo, dieron cabida al cisne negro, encarnado en una nueva visión de lo personal que abría puertas a otro tipo de comportamiento denostado en el pasado y vinculado a la fuerza de lo instintivo. Se rompieron los viejos tabúes y se abrieron nuevos caminos, que en realidad eran viejos, tan viejos como la humanidad, pero que andaban arrinconados en pasillos ocultos y oscuros, fuera de la vista, para que no contaminaran el paso central y majestuoso por el que debía caminar el cisne blanco. Hipócrita, llamaban a esa sociedad que negaba aspectos negros tan reales como los aspectos blancos y que tenían su puntito de atractivo o su enorme capacidad de seducción cuando las luces los iluminaban.
Se encaramó el cisne negro hasta la cumbre y desplazó al cisne blanco, pasado ya de moda, arrinconado esta vez en los pasillos lóbregos del pasado y el cisne negro reinó como no había reinado nunca y sedujo como no había seducido jamás, con todas las luces sobre sí, arrancando destellos a su negro plumaje.
Y se consiguió la libertad. Nunca el ser humano, al menos en nuestras sociedades occidentales, tuvo cota más alta de libertad, y eso es bueno, la capacidad de elección, el hecho de poder seleccionar lo que cada uno desea llevar consigo y yo…pues visto lo visto y con permiso, me quedo con el cisne blanco. Una vez superado el pasado, una vez comparados ambos cisnes y con la libertad que me otorga el tener ya mis añitos y haber contemplado muchos de ellos en el estanque, repito, me quedo con el cisne blanco. Es brillante, es puro, irradia luz y no tiene por qué renunciar a ser tan humano como lo es el negro. Es muy fácil ser cisne negro: basta con seguir el instinto. Y no hay por qué negar el instinto, ni condenarlo ni siquiera renunciar a él sólo que…el cisne blanco lo lleva consigo pero lo embellece. Claro que es simplemente cuestión de gustos y, como hay libertad para escoger, ya no hay que denostar ni encumbar ni al uno ni al otro. Cada cual con su opción, cada cual con su cisne. Yo me quedo con el cisne blanco. Me gusta su reflejo en las aguas y su delicadeza.
Y perdonadme el capricho, ya sé que el cisne negro tiene mucha más audiencia, pero estoy segura de que el cisne blanco puede ir allá donde vaya el negro y mucho más lejos.
Damablanca.
Tenía pendiente ver la película “Cisne negro” (Black Swam). Buena película, sin duda y ahora se me viene a la cabeza una pequeña reflexión. Querían que fuéramos cisnes blancos. Los antiguos valores ensalzaban al cisne blanco. Los nuevos valores de la libertad, sin embargo, dieron cabida al cisne negro, encarnado en una nueva visión de lo personal que abría puertas a otro tipo de comportamiento denostado en el pasado y vinculado a la fuerza de lo instintivo. Se rompieron los viejos tabúes y se abrieron nuevos caminos, que en realidad eran viejos, tan viejos como la humanidad, pero que andaban arrinconados en pasillos ocultos y oscuros, fuera de la vista, para que no contaminaran el paso central y majestuoso por el que debía caminar el cisne blanco. Hipócrita, llamaban a esa sociedad que negaba aspectos negros tan reales como los aspectos blancos y que tenían su puntito de atractivo o su enorme capacidad de seducción cuando las luces los iluminaban.
Se encaramó el cisne negro hasta la cumbre y desplazó al cisne blanco, pasado ya de moda, arrinconado esta vez en los pasillos lóbregos del pasado y el cisne negro reinó como no había reinado nunca y sedujo como no había seducido jamás, con todas las luces sobre sí, arrancando destellos a su negro plumaje.
Y se consiguió la libertad. Nunca el ser humano, al menos en nuestras sociedades occidentales, tuvo cota más alta de libertad, y eso es bueno, la capacidad de elección, el hecho de poder seleccionar lo que cada uno desea llevar consigo y yo…pues visto lo visto y con permiso, me quedo con el cisne blanco. Una vez superado el pasado, una vez comparados ambos cisnes y con la libertad que me otorga el tener ya mis añitos y haber contemplado muchos de ellos en el estanque, repito, me quedo con el cisne blanco. Es brillante, es puro, irradia luz y no tiene por qué renunciar a ser tan humano como lo es el negro. Es muy fácil ser cisne negro: basta con seguir el instinto. Y no hay por qué negar el instinto, ni condenarlo ni siquiera renunciar a él sólo que…el cisne blanco lo lleva consigo pero lo embellece. Claro que es simplemente cuestión de gustos y, como hay libertad para escoger, ya no hay que denostar ni encumbar ni al uno ni al otro. Cada cual con su opción, cada cual con su cisne. Yo me quedo con el cisne blanco. Me gusta su reflejo en las aguas y su delicadeza.
Y perdonadme el capricho, ya sé que el cisne negro tiene mucha más audiencia, pero estoy segura de que el cisne blanco puede ir allá donde vaya el negro y mucho más lejos.
Damablanca.
Damablanca- Cantidad de envíos : 5190
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