Los "gallifantes"
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Los "gallifantes"
Hace años existía en la televisión un programa dedicado a los niños en el cual el anagrama era una figura llamada "gallifante", un ser mitad gallo y mitad elefante, una criatura absurda y simpática.
Pues bien, el otro día estuve cenando con un grupo de amigos y entre ellos había alguna que otra pareja "gallifante". Siempre me ha llamado la atención esa condición que tenemos los humanos de "gallifantearnos" sin premeditación y sin alevosía y supongo que "sin conocimiento de causa".
Que conste que en la amistad ese tipo de relación no es rara, ni mucho menos. Yo misma, sin ir más lejos, tengo amigas con las que "gallifanteo" de vez en cuando y no por eso el afecto es menor. Por ejemplo, tengo una que es lo más parecido al Indiana Jones de las tiendas. Si necesito averiguar cuál es en Madrid la boutique más puesta al día y de mejor atención en la relación calidad-precio, no tengo nada más que recurrir a ella y en un santiamén te pone al corriente de las últimas tendencias y de los lugares más novedosos y accesibles. De paso, un rato de charla mutua e intrascendente no le viene mal a nadie y a veces, incluso intercambiamos temas que no tienen nada que ver con las compras. Este tipo de relaciones camaleónicas, en las que sacas de ti aspectos que no son relevantes de tu personalidad, pero que están ahí, porque a fin de cuentas a una le gusta vestir adecuadamente o conocer el último restaurante de moda, me parecen muy útiles. Yo no me pasaría tardes enteras analizando ropa ni ella escribiendo poemas, pero eso no quita que cada cual tenga su valía como persona y que podamos informarnos mutuamente y de forma puntual. Y es cierto, si te pones a recordarlo, que cada uno de los temas en los que puedas andar interesada, se corresponden con personas diferentes y supongo que a todo el mundo le sucederá lo mismo. Lo importante es buscar el punto en común, el lugar de encuentro.
Lo que ya es más difícil es "gallifantear" en la relación de pareja. Conozco parejas disparejas que no es que carezcan de "punto de encuentro", sino que no consigues ver ni siquiera su punto de desencuentro, pues si el uno o la una habla de política el otro/a responde con la metamorfosis del cangrejo. Son ese tipo de dialogantes en los que se utiliza la misma lengua vehicular, pero el idioma es totalmente distinto porque procede de valores y apreciaciones que no tienen nada que ver. Les unen los hijos, la hipoteca, el ambiente social y a veces, el miedo a la soledad o la incertidumbre con respecto al futuro. Puntos de unión, a fin de cuentas, pero que conforman universos de soledad.
Y es que, como decía la canción, después de todo la vida es un carnaval y por ello no es de extrañar que te tropieces con elefantes llenos de plumas o gallinas con trompa. Lo que sí me parece importante es mirarse al espejo y saberse reconocer. Al menos no perder la propia perspectiva.
Damablanca.
Pues bien, el otro día estuve cenando con un grupo de amigos y entre ellos había alguna que otra pareja "gallifante". Siempre me ha llamado la atención esa condición que tenemos los humanos de "gallifantearnos" sin premeditación y sin alevosía y supongo que "sin conocimiento de causa".
Que conste que en la amistad ese tipo de relación no es rara, ni mucho menos. Yo misma, sin ir más lejos, tengo amigas con las que "gallifanteo" de vez en cuando y no por eso el afecto es menor. Por ejemplo, tengo una que es lo más parecido al Indiana Jones de las tiendas. Si necesito averiguar cuál es en Madrid la boutique más puesta al día y de mejor atención en la relación calidad-precio, no tengo nada más que recurrir a ella y en un santiamén te pone al corriente de las últimas tendencias y de los lugares más novedosos y accesibles. De paso, un rato de charla mutua e intrascendente no le viene mal a nadie y a veces, incluso intercambiamos temas que no tienen nada que ver con las compras. Este tipo de relaciones camaleónicas, en las que sacas de ti aspectos que no son relevantes de tu personalidad, pero que están ahí, porque a fin de cuentas a una le gusta vestir adecuadamente o conocer el último restaurante de moda, me parecen muy útiles. Yo no me pasaría tardes enteras analizando ropa ni ella escribiendo poemas, pero eso no quita que cada cual tenga su valía como persona y que podamos informarnos mutuamente y de forma puntual. Y es cierto, si te pones a recordarlo, que cada uno de los temas en los que puedas andar interesada, se corresponden con personas diferentes y supongo que a todo el mundo le sucederá lo mismo. Lo importante es buscar el punto en común, el lugar de encuentro.
Lo que ya es más difícil es "gallifantear" en la relación de pareja. Conozco parejas disparejas que no es que carezcan de "punto de encuentro", sino que no consigues ver ni siquiera su punto de desencuentro, pues si el uno o la una habla de política el otro/a responde con la metamorfosis del cangrejo. Son ese tipo de dialogantes en los que se utiliza la misma lengua vehicular, pero el idioma es totalmente distinto porque procede de valores y apreciaciones que no tienen nada que ver. Les unen los hijos, la hipoteca, el ambiente social y a veces, el miedo a la soledad o la incertidumbre con respecto al futuro. Puntos de unión, a fin de cuentas, pero que conforman universos de soledad.
Y es que, como decía la canción, después de todo la vida es un carnaval y por ello no es de extrañar que te tropieces con elefantes llenos de plumas o gallinas con trompa. Lo que sí me parece importante es mirarse al espejo y saberse reconocer. Al menos no perder la propia perspectiva.
Damablanca.
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