Pequeños dioses
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Pequeños dioses
Ayer, viendo la foto de un sonriente y emocionado Vargas Llosa, recibiendo el Premio Nobel, pensé que hay veces en que uno vive "su momento de gloria" y que posiblemente para este escritor, ese minuto haya sido único, sublime ¿el mejor de su vida? Eso no lo sabemos. Lo que sí es cierto el que su madurez seguramente le hará recibir el premio como debe recibirse.
Es que siempre he pensado que el éxito es un plato difícil de digerir y que si llega cuando uno es joven, puede resultar demoledor.
En mis incursiones en el mundo de la música he visto, conocido y observado a personas que no han conseguido el objetivo del éxito mereciéndolo y eso es duro, pero más duro aún es el caso de quienes lo han conocido y luego se han visto privad@s de él. Eso sí que tiene que resultar terrible. Y de hecho debe de resultar terrible, porque podría hablar de algunos casos en que ese éxito ha deteriorado incluso la salud de quienes se han visto privados de él después de haberlo degustado.
El "amor" del público no es tal exactamente, sino admiración por el artista y su obra, un tipo de amor absorbente y fagocitario que lo exige todo de quien se sube a un escenario, o presenta un libro o inaugura una exposición. El público eleva a estas deidades hasta verdaderas peanas y los adora y ell@s, viéndose adorados, pueden llegar a creerse de verdad habitantes del Olimpo, pero no es tal, pues si cometen el grave pecado de "fallar", de editar un disco que no es del agrado del respetable, o pintar unos cuadros que no gustan, o escribir unas páginas que no penetran en el regusto literario del personal, su peana de escayola se resquebraja y pueden verse abocados al olvido, justa o injustamente, pero desterrados del aplauso, algo que si no se toma como lo que es, "una forma de reconocimiento inestable", puede dañar en la misma medida que una droga.
Porque el secreto radica en que la verdadera deidad es el público. El casi "todopoderoso" público que a veces "traga" con lo que le echen si va bien aderezado, pero muchas otras, las más, sabe muy bien lo que quiere y especialmente lo que ya no quiere. Un dios caprichoso, voluble, que hoy eleva a alguien hasta los altares de la fama y mañana lo olvida casi cruelmente. El éxito es así, resbaladizo e inestable. El artista siempre camina sobre la cuerda floja y sólo los expertos en funambulismo vital sobreviven.
Vargas Llosa sobrevivirá y eso que no debe de ser nada fácil sobreponerse a un Premio Nobel.
Desde aquí mi más sincera enhorabuena y mi deseo de que nunca pierda la voluntad de servicio, que es el verdadero destino de todo artista.
Damablanca.
Es que siempre he pensado que el éxito es un plato difícil de digerir y que si llega cuando uno es joven, puede resultar demoledor.
En mis incursiones en el mundo de la música he visto, conocido y observado a personas que no han conseguido el objetivo del éxito mereciéndolo y eso es duro, pero más duro aún es el caso de quienes lo han conocido y luego se han visto privad@s de él. Eso sí que tiene que resultar terrible. Y de hecho debe de resultar terrible, porque podría hablar de algunos casos en que ese éxito ha deteriorado incluso la salud de quienes se han visto privados de él después de haberlo degustado.
El "amor" del público no es tal exactamente, sino admiración por el artista y su obra, un tipo de amor absorbente y fagocitario que lo exige todo de quien se sube a un escenario, o presenta un libro o inaugura una exposición. El público eleva a estas deidades hasta verdaderas peanas y los adora y ell@s, viéndose adorados, pueden llegar a creerse de verdad habitantes del Olimpo, pero no es tal, pues si cometen el grave pecado de "fallar", de editar un disco que no es del agrado del respetable, o pintar unos cuadros que no gustan, o escribir unas páginas que no penetran en el regusto literario del personal, su peana de escayola se resquebraja y pueden verse abocados al olvido, justa o injustamente, pero desterrados del aplauso, algo que si no se toma como lo que es, "una forma de reconocimiento inestable", puede dañar en la misma medida que una droga.
Porque el secreto radica en que la verdadera deidad es el público. El casi "todopoderoso" público que a veces "traga" con lo que le echen si va bien aderezado, pero muchas otras, las más, sabe muy bien lo que quiere y especialmente lo que ya no quiere. Un dios caprichoso, voluble, que hoy eleva a alguien hasta los altares de la fama y mañana lo olvida casi cruelmente. El éxito es así, resbaladizo e inestable. El artista siempre camina sobre la cuerda floja y sólo los expertos en funambulismo vital sobreviven.
Vargas Llosa sobrevivirá y eso que no debe de ser nada fácil sobreponerse a un Premio Nobel.
Desde aquí mi más sincera enhorabuena y mi deseo de que nunca pierda la voluntad de servicio, que es el verdadero destino de todo artista.
Damablanca.
Damablanca- Cantidad de envíos : 5190
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