Ha muerto Richard Widmark
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Ha muerto Richard Widmark
Muere el actor Richard Widmark
El actor rubio, famoso por muchos títulos de cine negro, ha fallecido a los 93 años
REUTERS 26-03-2008
El actor Richard Widmark ha muerto a los 93 años de edad. Según medios norteamericanos, Widmark muriño el lunes en su casa de Roxbury, en Connecticut. Su muerte fue anunciada hoy por su esposa, Susan Blanchard, que explicó que Widmark se había fracturado una vértebra meses atrás y que eso provocó que su salud empeorase.
El intérprete, que debutó en el cine en 1947 con Kiss of Death (El beso de la muerte), cinta por la que logró el Globo de Oro y su única candidatura al Óscar -como mejor actor secundario-, actuó en más de 70 películas a lo largo de más de cuatro décadas. Ese papel, el del asesino Tommy Udo, lo convirtió en todo un icono del cine.
Durante la década de 1950 se caracterizó por sus papeles en westerns, cintas bélicas y de suspense, aunque fue a partir de los 60 cuando su popularidad creció gracias a papeles en El Alamo, de John Wayne, y Judgment at Nuremberg, de Stanley Kramer.
Más tarde apareció en Murder on the Orient Express (Asesinato en el Orient Express), de Sidney Lumet, y volvería a trabajar con Kramer en The Domino Theory (Del presidio a primera página). Su último trabajo en la gran pantalla fue True Colors (El color de la ambición), en 1991, junto a John Cusack.
Es una lástima que haya desaparecido una de las últimas figuras del cine clásico.
Besos
Mª Dolores
El actor rubio, famoso por muchos títulos de cine negro, ha fallecido a los 93 años
REUTERS 26-03-2008
El actor Richard Widmark ha muerto a los 93 años de edad. Según medios norteamericanos, Widmark muriño el lunes en su casa de Roxbury, en Connecticut. Su muerte fue anunciada hoy por su esposa, Susan Blanchard, que explicó que Widmark se había fracturado una vértebra meses atrás y que eso provocó que su salud empeorase.
El intérprete, que debutó en el cine en 1947 con Kiss of Death (El beso de la muerte), cinta por la que logró el Globo de Oro y su única candidatura al Óscar -como mejor actor secundario-, actuó en más de 70 películas a lo largo de más de cuatro décadas. Ese papel, el del asesino Tommy Udo, lo convirtió en todo un icono del cine.
Durante la década de 1950 se caracterizó por sus papeles en westerns, cintas bélicas y de suspense, aunque fue a partir de los 60 cuando su popularidad creció gracias a papeles en El Alamo, de John Wayne, y Judgment at Nuremberg, de Stanley Kramer.
Más tarde apareció en Murder on the Orient Express (Asesinato en el Orient Express), de Sidney Lumet, y volvería a trabajar con Kramer en The Domino Theory (Del presidio a primera página). Su último trabajo en la gran pantalla fue True Colors (El color de la ambición), en 1991, junto a John Cusack.
Es una lástima que haya desaparecido una de las últimas figuras del cine clásico.
Besos
Mª Dolores
Mª Dolores- Cantidad de envíos : 887
Localización : Barcelona
Fecha de inscripción : 18/02/2008
Re: Ha muerto Richard Widmark
Cierto que era uno de los pocos que quedaban de la época grande de Hollywood, difiero un poco de Manu en cuanto a que sus roles eran secundarios, quizá porque nunca brilló con los reflectores de otros tan buenos como él, aquí un artículo de uno de nuestros críticos,
Leonardo García Tsao, lo publicó en La Jornada.
Nunca generó un culto como colegas de línea dura como Humphrey Bogart, o incluso Robert Mit- chum, Sin embargo, el actor Richard Widmark –fallecido el miércoles pasado– merece un obituario de revaloración, ahora que su nombre no le dice nada a la mayoría de los cinéfilos actuales.
Al igual que Bogart, Widmark se dio a conocer en sus inicios como villano desalmado. En su debut cinematográfico, la interpretación del matón Tommy Udo en El beso de la muerte (Henry Hathaway, 1947) impresionó al público de la época por la crueldad de uno de sus crímenes: no sólo lanzaba por las escaleras a una anciana atada a su silla de ruedas, sino lo festejaba con una sicopática risita.
Un rostro entre infantil y cadavérico, generalmente adornado por una media sonrisa cínica, una mirada fulminante y un talento para la histeria controlada, le ganaron a Widmark varios otros papeles de villano memorable, como el bandido malo de Cielo amarillo (William Wellman, 1948), o el criminal racista de El odio es ciego, (Joseph L. Mankiewciz, 1950). Sin embargo, la sensibilidad noire de la época facilitó su transición a la categoría de héroe, o anti-héroe más bien. Su fracasado empresario Harry Fabian en Siniestra obsesión (Jules Dassin, 1950) daba cuenta de ese potencial; el personaje era un oportunista desagradable pero el actor le confería una emotiva vulnerabilidad.
Ya en los 50, el género bélico emplearía la dureza neurótica de Widmark para encarnar a severos oficiales con un lado humano. Su trabajo más interesante, no obstante, fue siempre en el filo de la incertidumbre heroica, nunca mejor representado que en el papel epónimo de El rata (Samuel Fuller, 1953), un carterista que, bajo coerción de la ley, acepta participar en el desenmascaramiento de un espía comunista. “¿Me está ondeando una bandera en la cara?”, es su sarcástica respuesta a la patriotera arenga del agente de gobierno que lo intenta reclutar.
Widmark no tuvo la suerte de ser el actor fetiche de un gran director hollywoodense. Nunca colaboró con Hawks, Hitchcock, Lang o Wilder. Aunque sí llegó a figurar en dos obras tardías de John Ford, Misión de dos valientes (1961) y El ocaso de los cheyennes (1964). Y encarnó para Don Siegel en Los despiadados (1968) el prototipo policiaco de lo que unos años después sería Harry el sucio, del mismo director.
A pesar de que dio cuenta de un registro amplio, su filmografía se divide entre westerns, thrillers urbanos y cintas bélicas, sobre todo. Fueron raras sus incursiones en la comedia. “Es mucho trabajo ser un cabrón”, decía en el papel de capitán de un submarino nuclear en Al borde del abismo (James B. Harris, 1965) y su obra completa lo confirma.
Hacia el final de su carrera no se salvó del churro de gran presupuesto –la película de desastre El enjambre, por ejemplo– aunque supo mantenerse dentro de los límites de la dignidad, trabajando para el alemán Volver Schlöndorff en el telefilme A Gathering of Old Men (1987), por ejemplo. Su última aparición cinematográfica fue en 1991 y es de suponer que un frágil estado de salud lo mantuvo inactivo desde entonces.
A diferencia de, digamos, Marlon Brando, el estilo de Richard Widmark no creó escuela. Pero no sería descabellado encontrar en Ed Harris a una especie de heredero, tanto por su físico como su solvencia. Widmark, como Harris, era de esa cada vez más selecta estirpe hollywoodense, el actor jornalero que cumple su chamba con un aplomo y una convicción dignos de mejores causas.
Descanse en paz y gracias por todos los grandes momentos que nos dio, somos afortunados en pertenecer al grupo que lo va a recordar siempre.
Leonardo García Tsao, lo publicó en La Jornada.
Nunca generó un culto como colegas de línea dura como Humphrey Bogart, o incluso Robert Mit- chum, Sin embargo, el actor Richard Widmark –fallecido el miércoles pasado– merece un obituario de revaloración, ahora que su nombre no le dice nada a la mayoría de los cinéfilos actuales.
Al igual que Bogart, Widmark se dio a conocer en sus inicios como villano desalmado. En su debut cinematográfico, la interpretación del matón Tommy Udo en El beso de la muerte (Henry Hathaway, 1947) impresionó al público de la época por la crueldad de uno de sus crímenes: no sólo lanzaba por las escaleras a una anciana atada a su silla de ruedas, sino lo festejaba con una sicopática risita.
Un rostro entre infantil y cadavérico, generalmente adornado por una media sonrisa cínica, una mirada fulminante y un talento para la histeria controlada, le ganaron a Widmark varios otros papeles de villano memorable, como el bandido malo de Cielo amarillo (William Wellman, 1948), o el criminal racista de El odio es ciego, (Joseph L. Mankiewciz, 1950). Sin embargo, la sensibilidad noire de la época facilitó su transición a la categoría de héroe, o anti-héroe más bien. Su fracasado empresario Harry Fabian en Siniestra obsesión (Jules Dassin, 1950) daba cuenta de ese potencial; el personaje era un oportunista desagradable pero el actor le confería una emotiva vulnerabilidad.
Ya en los 50, el género bélico emplearía la dureza neurótica de Widmark para encarnar a severos oficiales con un lado humano. Su trabajo más interesante, no obstante, fue siempre en el filo de la incertidumbre heroica, nunca mejor representado que en el papel epónimo de El rata (Samuel Fuller, 1953), un carterista que, bajo coerción de la ley, acepta participar en el desenmascaramiento de un espía comunista. “¿Me está ondeando una bandera en la cara?”, es su sarcástica respuesta a la patriotera arenga del agente de gobierno que lo intenta reclutar.
Widmark no tuvo la suerte de ser el actor fetiche de un gran director hollywoodense. Nunca colaboró con Hawks, Hitchcock, Lang o Wilder. Aunque sí llegó a figurar en dos obras tardías de John Ford, Misión de dos valientes (1961) y El ocaso de los cheyennes (1964). Y encarnó para Don Siegel en Los despiadados (1968) el prototipo policiaco de lo que unos años después sería Harry el sucio, del mismo director.
A pesar de que dio cuenta de un registro amplio, su filmografía se divide entre westerns, thrillers urbanos y cintas bélicas, sobre todo. Fueron raras sus incursiones en la comedia. “Es mucho trabajo ser un cabrón”, decía en el papel de capitán de un submarino nuclear en Al borde del abismo (James B. Harris, 1965) y su obra completa lo confirma.
Hacia el final de su carrera no se salvó del churro de gran presupuesto –la película de desastre El enjambre, por ejemplo– aunque supo mantenerse dentro de los límites de la dignidad, trabajando para el alemán Volver Schlöndorff en el telefilme A Gathering of Old Men (1987), por ejemplo. Su última aparición cinematográfica fue en 1991 y es de suponer que un frágil estado de salud lo mantuvo inactivo desde entonces.
A diferencia de, digamos, Marlon Brando, el estilo de Richard Widmark no creó escuela. Pero no sería descabellado encontrar en Ed Harris a una especie de heredero, tanto por su físico como su solvencia. Widmark, como Harris, era de esa cada vez más selecta estirpe hollywoodense, el actor jornalero que cumple su chamba con un aplomo y una convicción dignos de mejores causas.
Descanse en paz y gracias por todos los grandes momentos que nos dio, somos afortunados en pertenecer al grupo que lo va a recordar siempre.
Eduardo Gallegos- Cantidad de envíos : 73
Edad : 70
Localización : México D.F
Fecha de inscripción : 21/02/2008
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