Narcotráfico y Literatura

Les dejó el siguiente artículo, publicado en Milenio, México.

Narco y literatura


Le Monde publicó hace unas semanas un artículo sobre la literatura inspirada en el tema del narco, a propósito de la aparición de La voluntad y la fortuna de Carlos Fuentes, novela narrada por la cabeza decapitada de Josué, que evoca las cabezas cercenadas que hace unos años empezaron a aparecer en Acapulco. El artículo menciona otras novelas más que han aparecido en el país (y en el mundo: La Reina del Sur de Pérez Reverte, por ejemplo) con el tema del narco mexicano, abundantes desde que Víctor Hugo Rascón publicó Contrabando en 1991. La pregunta me vino de inmediato a la cabeza: ¿es visto con fascinación, entre nosotros, el mundo de los narcos?

En Estados Unidos e Italia, por ejemplo, el odio y el miedo con que son vistos los mafiosos contrasta con la tolerancia –y hasta la fascinación– con que a menudo son representados por los novelistas del tema, Mario Puzo en primer lugar (El Padrino y El Siciliano), aunque también autores más finos como Leonardo Sciascia (El día de la lechuza) o Pino Arlacchi (Adios a la Cosa Nostra), quienes retratan en sus libros un mundo criminal y desalmado, desde luego, pero también fascinante: el de la Mafia. Ninguno de esos libros es ajeno a la complicidad tácita que significa ver con fascinación el fenómeno del crimen, sobre todo Puzo, quien en El Siciliano convirtió en un héroe a Salvatore Giuliano, un mafioso con fama de justiciero entre los campesinos, que murió joven, extraordinariamente guapo, pero que fue también el autor de la masacre de obreros más sangrienta en Sicilia en la segunda mitad del siglo XX.

En Colombia, por el contrario, la violencia de los carteles, que ha provocado una tragedia nacional, es vista con un tono más austero en la literatura de su país, que no cae jamás en la tentación de verse seducida. Pienso en La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo y en Noticia de un secuestro de Gabriel García Márquez, y pienso también en un libro distinto y anterior, pero que también habla de criminales: Diario de Lecumberri de Alvaro Mutis. Los tres libros tienen un carácter fúnebre, incluso el de García Márquez, no obstante el estilo del autor, por naturaleza festivo. Estos tres autores colombianos, por cierto, viven en México. ¿Qué pensarán del modo como vemos a los narcos?

Yo creo que los mexicanos festejamos a menudo el crimen. Es lo que ya pasa en los narcocorridos de las bandas del Norte. Lo que ya pasa en la devoción folklórica, pero reveladora, por Jesús Malverde y por la Santa Muerte (los sicilianos, por cierto, también tienen a su santa: la Madonna dell’Annunciata, patrona de la Cosa Nostra). Lo que ya pasa, también, en las noticias que da la prensa –en la manera gozosa y chocarrera en la que son evocadas La Reina del Pacífico y Miss Sinaloa, y en el morbo obsesivo con el que son descritas las hazañas del Pozolero. Yo preferiría un trato más austero y más grave de la tragedia que vive nuestro país, una literatura que corresponda a la “literatura” que los propios criminales producen: la que pintan con la sangre de sus víctimas, llenas de faltas de ortografía, perfectamente brutal y siniestra. Creo que ese carácter deberá tener lo que todavía no tenemos: la gran novela sobre la violencia en México.

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Me llamó la atención acerca del comentario del autor al preguntarse si el narco ejerce una fascinación entre aquéllos que (espero) lo vemos desde afuera. Creo que tiene razón, es un mundo aparentemente extreño y temido, pero no por eso deja de ser fascinante e insipira la imaginación.

También se me ocurre que sería interesante conocer la opinión de los narcos con respecto a la manera en que los escritores los convierten en novelas. Seguramente se mueren de risa con las caracterizaciones que les dan.