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Literatura, realidad y ficción

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Literatura, realidad y ficción Empty Literatura, realidad y ficción

Mensaje  Ety Jue Feb 12, 2009 5:40 pm

Realidad y ficción.
El mercado de diversión y la literatura de conversión


Aceptemos la razón de que la literatura debe entretener. Pero ésta no es una razón suficiente, ni siquiera necesaria. Si esa fuese la función de la literatura —o de las literaturas—, ¿qué valor la diferenciaría de la lectura de Playboy o de la revista Caras? ¿No es, acaso, muy divertido hurgar en las infidelidades de la princesa de Mona Co., en las extravagantes costumbres del actor mejor pagado de Hollywood o del Sol de México? ¿No es divertido enterarse cómo los semidioses tienen problemas igual que nosotros? No solo es divertido, cada tanto uno se puede hacer con algún pensamiento profundo, al estilo Luis Miguel: "no es cierto que vivo en un palacio; me duelen las cosas malas que pasan en el mundo y celebro las cosas buenas que hay en el mundo"..

Aceptemos la razón de que la literatura es emoción. Pero ¿qué valor la diferenciaría de un sueño cualquiera? ¿Por qué los libros de filosofía deben pensar y las novelas deben sentir? ¿No es este fenómeno otra dislocación, otra alineación típica de la Era Moderna que separó ética de estética, política de religión, arte de ciencia, hechos de ficción, verdad de imaginación, individuo de sociedad, hombre de naturaleza?
Aceptemos la razón de que la literatura es la expresión subjetiva del individuo contra la objetividad de la razón. Pero si fuese solo eso ¿qué valor la diferenciaría de la guía telefónica? También la guía telefónica de nuestro pueblo está llena de personajes, unos reales, otros ficticios, unos amados y otros insoportables, calles, nombres y números que representan muchas emociones para cada uno de nosotros. Sin embargo no nos referimos a la guía telefónica cuando hablamos de literatura.
Claro, alguien dirá que la concepción que estamos a punto de proponer considera a la literatura como algo por lo menos sagrado, un castillo en las nubes desde el cual se puede ver la realidad, una trinchera política donde se puede sufrirla. Y sí. Si este fuese un ensayo teológico comenzaría diciendo que la literatura es el medio que los dioses más importantes han elegido como medio de expresión a lo largo de la historia. Para liberar y para oprimir. En el siglo XX hubo muchos intentos de usar la televisión para el mismo propósito pero con tan pobres resultados que tarde o temprano terminaban recurriendo a la palabra, a la literatura. A mala literatura, pero a literatura al fin. Sin embargo no se trata de un ensayo teológico sino apenas un bosquejo sobre el valor de la literatura más allá de las distintas etapas de la historia y, sobre todo, más allá de los distintos usos y los mismos lugares que el mercado le ha asignado (ahora, muy sugestivamente se dice "nichos"; no capillas, ni bastiones, ni estante, ni vitrina, ni puestos de feria sino "nichos").
Así como a los pueblos colonizados se les ha dado desde siempre la libertad de hacer lo que quieran dentro de unos limites específicos, es decir, se le ha dado libertades de guetos, de quilombos y de reservas, también ha habido una cruzada contra la literatura que cae mas allá de los limites del gueto ideológico del mercado, del consumismo y de la diversión, todos ejercicios de consolación, de domesticación y de obediencia social, no pocas veces en nombre de la rebeldía y la liberación. Porque si hay un recurso efectivo para la mansedumbre y la neutralización del oprimido es hacerle creer que es un rebelde. Un rebelde de gueto. Y de ahí la literatura de la complacencia.
Toda ficción, por fantástica que sea o pretenda ser, forma parte del mundo real, desde el momento en que, en lo más profundo, habla más de la realidad general del presente y la historia que de la fantasía particular de su autor. ¿De qué hablan inocentes fantasías llamadas Tarzán de los monos o King Kong sino de los valores racistas e imperialistas del mundo anglosajón de principios del siglo XX? Estas ficciones reproducen y confirman una realidad negándola con la máscara de la supuesta libertad creadora de su autor y, sobre todo, de la inocencia de la diversión. Por ello son etiquetadas como "historias fantásticas". Otras ficciones, por el contrario, tienen la voluntad de mirar esa realidad a través de la no menos realista perspectiva de la ficción. ¿Qué son La metamorfosis de Kafka o Modern Times de Chaplin —una a través de la angustia y la otra a través del humor— sino dos agudísimas miradas sobre sus propios tiempos?
También así el periodismo de las grandes casas más tiene de ficción que narra la voz del poder internacional que de objetividad de una realidad concreta e independiente de ese poder. Y así como también hay un espacio —siempre minoritario, a veces microscópico— para el periodismo de denuncia y la crítica radical, también ha de haber un lugar para una literatura que no se conforme con la complacencia y la diversión.
Pero nuestra cultura del consumismo ha hecho de "la plena satisfacción del consumidor por un buen producto" un valor moral, ya sea cuando se trata de elegir presidentes, literatura, guerras lejanas, dietas, informativos, religiones o destapadores de botellas. Por si fuera poco, parte del consumo incluye la idea de la plena libertad del consumidor. Cuando el consumidor no queda complacido, tiene el derecho de cambiar de canal o de devolver el producto —excepto si son presidentes— y exigir el retorno del dinero.
Una vez alguien escribió un artículo exaltando la superioridad del sistema socialista sobre el capitalista en la producción industrial. Ernesto Che Guevara le contestó que los argumentos carecían de fundamento objetivo, que el propósito del Hombre Nuevo no consistía en competir en esa área de la pura producción de bienes materiales y que, sobre todo, no había que confundir deseo con realidad. Podemos observar que esta idea —hay un mundo real y otro ficticio— es cierta para los débiles. Cuando los débiles confunden deseo con realidad son derrotados. Cuando los fuertes confunden deseo con realidad la realidad es derrotada. De igual forma, la idea de que la historia es una narración basada en hechos y la ficción carece de ese fundamento, se comete una doble imprecisión. Primero, porque gran parte de la historia se basa en ficciones que proceden del poder; tanto la realidad como las percepciones sobre la realidad en gran medida son sus propias creaciones. Segundo, porque toda ficción basa su fenómeno en una realidad concreta, sea una realidad económica o una realidad virtual creada por el poder que deriva de esa economía o —en una visión no marxista, si se quiere—, una realidad creada por una tradición espiritual establecida en un momento critico de la historia, como puede serlo un libro sagrado, una constitución mítica como la de Estados Unidos o una variada plétora de mitos fundadores.
La literatura no escapa a nada de eso. Es ficción que forma parte de una realidad y, quiera o no, la expresa y la modifica. ¿Qué es El Quijote sino una parodia de una tradición literaria moribunda —la literatura de caballería— que expresa mejor que cualquier libro de historia la realidad de su época? Y como los seres humanos cambiamos, pensamos diferente, vemos el mundo de diversas formas y aun así somos los mismos seres humanos, más allá de las culturas y de los periodos de la historia, resulta casi inevitable que una obra como El Quijote, que haya ido tan lejos en la expresión de la razón y la locura humana, hable también de hombres y mujeres que no vivieron en su tiempo. Sí, El Quijote, a diferencia de otras novelas que han resistido la erosión de la historia, fue un éxito de ventas. Pero a diferencia de muchos otros éxitos de ventas de la época solo El Quijote es El Quijote. Porque hay algo más que pura diversión. Algo más. Ese algo más no puede ser formulado en las oficinas de marketing; ni siquiera es agotado por los mejores críticos. Y la historia paga ese algo más rescatando de vez en cuando una obra, más tarde o más temprano, del olvido.
Un derecho similar tienen aquellos que reaccionan contra el prostíbulo que estratégicamente se llama "válvula de escape". ¿Por qué los escritores deberían ser meros consoladores, renunciando al más noble compromiso de incomodar con interrogantes radicales? ¿Es divertida la televisión que consume el pueblo? Aparentemente sí, de otra forma programas tan vacíos sobre la farándula no tendrían tanta audiencia. Esta excitación es el mayor anestésico colectivo. Como un músculo que se lo golpea varias veces para insensibilizarlo antes de vacunar la carne. ¿Qué ese gusto no es un producto biológico sino un gusto creado por la industria de la diversión? Sí. ¿Que ese producto inocente es lo menos inocente que existe en el mundo, como una dulce droga cuyos efectos son ocultos por la misma droga? También.
Al menos que por algún camino y en algún momento se haya perdido la inocencia. Entonces ya no basta el bombardeo de símbolos a los que diariamente es expuesta una población entera para volver a la época de la inocencia. Y es en esta ruptura, en esa perdida de la inocencia que la crítica radical tiene un rol decisivo.


Fuente: Jorge Majfud



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En conclusión, el artículo me gusto mucho porque a fin de cuentas, según mi apreciación nos hace ver que el objetivo final de la literatura, la buena literatura, es hacernos pensar y cuestionar. No menospreciemos aquélla ¿literatura? que nos permite relajarnos un rato y hasta nos entera de los chismes del día, pero nuevamente, es la trascendencia de lo leído lo que nos permite crecer.

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Mensaje  Damablanca Lun Feb 16, 2009 12:47 am

La literatura es otra forma de vivir, una forma imaginada, real en la imaginación del escritor y que revive en la del lector.

La literatura puede resultar un arma peligrosa porque posee vida propia, una vida que se escapa a todo control, pues puede hacer brotar otras vidas, otros conceptos, otras imágenes. Comienza en el universo de lo mental y puede hacerse presente en lo real a través de ideas o emociones.

Por eso no se puede vivir sin literatura...

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Mensaje  Aktea Jue Feb 19, 2009 10:45 am

Like a Star @ heaven


Ay, la literatura, y el arte en general!
Qué bonitas reflexiones, amigas. Estoy totalmente de acuerdo, Ety. Atahualpa decía incluso en los versos del payador que, cuando el canto habla de amor u otras lisonjas más alegres, la gente dice "qué bueno cantó" y aplaude incluso, pero que luego olvida rápidamente cuando sale otra canción... pero que si el canto trata de los sufrimientos y padecimientos del pueblo y dicen verdades como puños y lecciones profundas, entonces el canto va de mano en mano y de boca en boca y nunca muere.

Estos días de "ausencia" en el foro, he estado enganchada a la literatura. Quería acabar tres libros que había empezado antes de comenzar las clases del segundo cuatrimestre. Leer y leer, día y noche, mañanas y tardes, cientos de ideas, de pensamientos, de situaciones, de contradicciones, dudas e indecisiones, de preguntas, de respuestas... Mi tocaya poeta Gloria Fuertes, que fue más famosa por escribir a los niños aunque también tiene unos preciosos libros de poemas para adultos, lo resumía en unos versos sencillos "Era un niño que no crecía porque no leía, el niño se puso a leer y empezó a crecer". Yo me sentía así estos días, creciendo interiormente, aprendiendo concentradamente...

De los tres libros "La arboleda perdida", las poéticas memorias de Rafael Alberti, y las novelas "La canción de nosotros", de Eduardo Galeano, y "El hombre duplicado", de Saramago, la que más me impactó, sin menospreciar en absoluto las restantes, fue la novelita del maestro uruguayo. Allí se hablaba de la dictadura, de sus métodos cruentos y de las semillas de protesta que engendraba en su contra, de la rabia contenida, de la rebeldía innata de nuestra libertad, de la integridad y la traición, de la pérdida, la muerte, y de la esperanza de la vida que sigue luchando por renacer; la novela también hablaba de la miseria absoluta, del sentimiento de desamparo, de una melancolía tan poética que hasta podía mostrar un cara bellísima, de humanidad, en las voces de sus personajes más harapientos y resacados, sin zapatos. Como señalaba un crítico mexicano del periódico Cambio, la novela de Galeano es de ésas que te "deja un buen pedazo de espina metido entre vena y vena". Al lado de ella, el larguísimo hombre duplicado de nuestro queridísimo nobel portugués, siempre encerrado en el mundo de la clase media, me pareció muy aburrida. Eso sí, de cuando en cuando, entre esas páginas, digamos que a veces entretenidas (y con perdón ya que en sí eso también es de valor), el maestro nos revela pensamientos tan brillantes, con una profundidad tan certera, que nos identificamos y nos conmueven dejándonos como parados, asimilando su belleza, una grandeza que nos invade... una de esas partes del libro fue, por ejemplo, cuando nos dijo "...a veces nos preguntamos por qué la felicidad tarda tanto en llegar, por qué no vino antes, pero si nos aparece de repente, cuando ya no la esperábamos, entonces lo más probable es que no sepamos qué hacer con ella, y la cuestión no es tanto elegir entre reír o llorar, es la secreta angustia de pensar que tal vez no consigamos estar a la altura".
Uff, sin palabras...

Les dejo con el testimonio del payador perseguido y sus reflexiones sobre el objetivo del arte, da igual canto, literatura o cualquier otra forma creativa de expresar y provocar emociones. Que lo disfruten mucho, tampoco tiene desperdicio, nos traslada a otra parte de la realidad...



Olé por los literatos-as del mundo que nos hacen crecer!!
Abrazos que nunca acaben
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Mensaje  Ety Jue Feb 19, 2009 5:14 pm

Gracias Gloria por tus comentarios, me interesan mucho pues yo también soy una enamorada de los libros y me gusta mucho la manera que utilizas para hacer tus crónicas. Se antoja leer.

Hablando del Hombre Duplicado, te diré que a mí me gustó mucho, sobre todo la idea me parece muy creativa. Desviándome un poco del tema, Freud siempre habló de una fantasía universal (generalmente inconsciente) que nos hace suponer que en algún lugar del mundo existe nuestro doble, y esto es también un fenómenos siniestro. Varios escritores han tocado un tema similar, y no precisamente porque hayan leído a Freud, sino porque el uso de esta idea confirma de alguna manera la presencia de dicha fantasía, tanto en el escritor que sabe como plasmarla como en los lectores que se enganchan con la lectura. (Si no queda claro el termino fantasía inconsciente, sólo agrego que son fantasías que existen en la mente de todo ser humano y aunque no pensamos en ellas ni las reconocemos concientemente, originan, influyen y hasta determinan comportamientos, diálogos, escritos y sueños, por eso las conocemos)

Pero Saramago no es fácil de leer. No tiene diálogos y escribe de corrido. Por eso a mucha gente no le gusta. Hay que leerlo como lo hiciste tú, entresacando ideas y es así como se disfruta.

Cuando leí Ensayo sobre la Ceguera, me resultó intolerable, aunque lo terminé. Sufrí muchísimo con su lectura, pero concluí el libro. Puedo decir que es bueno, pero me angustió muchísimo. No quise ver la película, y por ahora tampoco es un libro que pienso releer. Ahora tengo en "lista de espera" su última novela "El Viaje del Elefante", ya les contaré.

Les diría que yo le debo la vida a mi afición por la lectura, aunque he pasado períodos en los que me cuesta mucho trabajo concentrarme.

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