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Encuentros Unilaterales

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Mensaje  Ety Dom Ago 31, 2008 11:30 pm

Me gusto este artículo que me llegó por medio de google. Supongo que alguna vez en la vida, a alguno de nosotros nos habrá pasado algo semejante:

Bello Sino
ENCUENTROS UNILATERALES


A todos nos ha ocurrido más de una vez que, en una tienda, en la calle o en un restaurante, nos crucemos con un personaje que hemos visto en el diario o la televisión, con una figura pública que, normalmente, no nos conoce. Pero él - o ella – sabiéndose conocido, nos dedica, a veces, una cortés inclinación de cabeza a modo de saludo.

Por Argos Jeria

Publicado el 30 Ago 2008

A todos nos ha ocurrido más de una vez que, en una tienda, en la calle o en un restaurante, nos crucemos con un personaje que hemos visto en el diario o la televisión, con una figura pública que, normalmente, no nos conoce. Pero él - o ella – sabiéndose conocido, nos dedica, a veces, una cortés inclinación de cabeza a modo de saludo. La mayor parte de las veces en que he tenido este tipo de encuentros unilaterales no he sentido la necesidad de dirigirle la palabra al personaje de marras. Pero ha habido notables excepciones.

Hace muchos años, regresando al país desde España, en una tienda del aeropuerto de Barajas me encontré con Silvio Rodríguez, quien esperaba su vuelo en compañía de una amiga. Yo acababa de verlo en el recital del estadio Santa Laura, en el que tantos chilenos y chilenas pudieron oírlo en directo después de muchos años de popularidad subterránea y censurada. Me acerqué a saludarlo y a pedirle un autógrafo, el que por supuesto conservo en el sobre del primer disco que tuve del gran trovador cubano, Días y Flores, adquirido en un recital en el que cantó junto a Pablo Milanés en la ciudad de Boston, la única vez que le fue permitido ingresar a los Estados Unidos. La gentileza de su trato no modificó mi decisión de interrumpirlo sólo brevemente, respetuoso de su privacidad.

Hace un par de semanas, esta vez en el aeropuerto de La Guardia en Nueva York, me vi obligado a interrumpir la lectura de otro de mis amigos unilaterales: Paul Auster. Imagínese, si hasta crónicas le he dedicado al hombre luego de hablar entusiastamente de su Libro de las Ilusiones, de La Noche del Oráculo o de su texto autobiográfico A Salto de Mata. Esta vez, sin embargo, fui un poco más cargante pues tuve que abordarlo no una sino dos veces. Resulta que mi mujer había decidido mirar las tiendas mientras esperábamos el vuelo y no pude encontrarla en el momento necesario para que me hiciese una foto con el escritor. Resignado, me dirigí a Auster – a quien conocía por las fotos de sus libros – mientras él leía el New York Times esperando su vuelo en compañía de quien supuse sería su mujer. Me presenté como lector chileno y cronista y me despedí prontamente. Mi mujer estaba unos metros más allá, esperándome curiosa por saber quién era ese personaje al que creía un colega. La puse al tanto y le pedí que me hiciese una foto con el escritor, quien se vio así interrumpido por segunda vez.

Fotos y autógrafos tengo con otros personajes conocidos, pero nuestros encuentros no fueron casuales. Alguna vez le conté que el marido de una amiga me llevó al entrenamiento del Racing de Santander, lo que me valió fotos y conversaciones con Marcelo Espina y Emilio Amavisca (si, el colega de Zamorano en el Real Madrid). En la feria del libro de Madrid, en el parque del Retiro, fui a saludar y a pedir la firma en sendos ejemplares de sus libros a Manuel Vázquez Montalbán, Almudena Grandes y Eduardo Mendoza. Este último me dedicó La Isla Inaudita escribiendo “... a un buen lector chileno”, influido por el testimonio de quien me antecedía en la fila, un señor que le contó a Mendoza que había adquirido los libros que llevaba por recomendación “del señor que viene aquí detrás, que ha leído todos sus libros”. También hice la fila para saludar a Mario Benedetti en nuestra feria local; me firmó Geografías. Y Saramago, el grande – literal y metafóricamente – nos firmó La Caverna y El Hombre Duplicado cuando vino invitado a la Villa Grimaldi.

Por ultimo, es mi deber decirle que, si bien no los he saludado, he cantado con Paul McCartney, Mick Jagger, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Bob Dylan y Paul Simon. Ellos nunca se enterarán pues dudo que hayan notado mi presencia desde el escenario, pero así ha sido. Créame que esos duetos y segundas voces han sido parte de mi búsqueda del Bello Sino.


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Yo les compartiré una anécdota a la inversa. Conocía yo a una mujer muy bella, que desafortunadamente murió joven hace algunos años. Su físico era muy llamativo, venía de una familia judeo-sefaradita y había nacido al norte de Africa, posiblemente Marruecos. Casada con un mexicano, emigró a este país y aquí formó su familia. Esta mujer, que además era mi tocaya (otra Ety, aunque su nombre real era Esther) era bella por fuera y por dentro, y al mismo tiempo bastante humilde cuando se hablaba de su belleza. Contaron ella y su marido, que una vez hallándose ambos en el aeropuerto de Fiumicciono (Italia) cundió el rumor de que habían visto a Sofia Loren paseando por los pasillos para abordar su avión. La pareja mexicana, animada por la curiosidad de conocer a la actriz, también siguió a los fans. La sorpresa fue cuando los paparazzis empezaron a tomarle las fotos a Ety, confundiéndola con la mismísima Loren.

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