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... con el corazón del mar

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Mensaje  Aktea Miér Mar 04, 2009 6:52 am

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Gracias por las referencias, amigas, tan oportunas.
Releí la leyenda de Bécquer, que no recordaba, y me emocionó mucho identificarme tanto con la locura temporal del noble Manrique y su amor platónico. Y el libro del dr Caruso me está ayudando mucho a enfocar positivamente esta experiencia necesariamente amarga. Fue especialmente reconfortante descubrir cómo el libro empieza hablando de ese mismo sentimiento de muerte al que yo me refería y mostrando algunas de las raíces psicológicas de las que se alimenta. Efectivamente, gracias a ellos y sobre todo a vuestras palabras, me sentí mucho menos sola y pude desahogar un poquito más ese dolor que me estaba traspasando. Todo es cuestión de tiempo pero hay pensamientos inquietantes que siempre nos hacen dudar de todo. Uno, por ejemplo, es esa cita tan cronopia que aparece en el libro de Caruso...

"Al fin y al cabo, en las sociedades burocratizadas y aburguesadas, es adulto quien se conforma con vivir menos para no tener que morir tanto. Empero, el secreto de la juventud es éste: vida quiere decir arriesgarse a la muerte; y furia de vivir quiere decir vivir la dificultad" Edgar Morin, Les stars, Editions du Seuil, 1957:127



Qué cosas, ¿no?
Será verdad que empiezo a ser adulta o es sólo un lapsus temporal?

Como sea, millones de gracias más y muchos, muchos abrazos de los nuestros

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Mensaje  Damablanca Miér Mar 04, 2009 2:08 pm

La vida te obliga a ser adulta...me pregunto qué diferencias existen entre los sentimientos de los hombres y los de las mujeres. ¿Son ellos más prácticos? ¿Somos nosotras más románticas e ilusas?

Abrazos, Gloria y ya sabes que aquí tienes un lugar para escribir, desahogar tus ánimos, en fin, un grupo de amigos.

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Mensaje  Aktea Sáb Abr 04, 2009 2:01 am

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Pues sí, mucho mejor ya, y con más ganas de seguir escribiendo... Gracias!!!!!

Y qué gran razón lo que decía Lezama Lima de "Difícil luchar contra el deseo, lo que quiere lo compra con el alma"...

Hoy quería compartir un te-x-timonio poético más que me brotó una de estas mañanas felices de primavera... Espero que les guste y seguro que reconocerán un eco muy familiar de fondo...






Ella se despierta siempre antes, y lo mira dormir, tan plácido y bello, flotando en quién sabe qué limbo de sensaciones y pensamientos, invisibles pero tan reales como él mismo, que respira lejano a sus ojos atentos, a la luz nueva de la mañana que siempre se anuncia tan tímida… entonces su cuerpo hace el amago de deslizarse en silencio sobre las sábanas, que otra vez fueron testigo de los viejos milagros, por no turbar ese descanso merecido, el aliento acompasado de ese pecho que sube y baja relajado, ese ritmo cadencioso que a ella se le ocurre es una de las melodías en las que la paz se manifiesta, pero él, al mismo tiempo, o quizás su subconsciente, parece percibirlo todo desde el otro lado, quién sabe cómo, y estira un brazo y roza un dedo y todo es tan natural que, sin mover los labios, le está diciendo que no se vaya, que se quede otro momento con su calor, con la suavidad de su piel tantas veces entregada y reconocida de formas diferentes… y ella, que no puede ofrecer resistencia, no quiere ofrecer resistencia, y juega como a contentarlo con un beso y un par de caricias sin compromiso, por si él, como tantas veces, quiere recuperar su libertad de un salto, y que así no sea un golpe, un jarrotazo helado sobre las ascuas, pero él insiste, no será esta vez, y, sin decir palabra, con la suave pinza de dos dedos, le repite que se quede, que se espere otro momento, que le de otro beso, otras caricias sin compromiso, libres como los vientos que los unieron tantas veces tan sólo unas horas antes, sobre su propia cama azul y blanca; es en ese instante, cuando ella decide que no tiene más opción que quedarse, otro momento, y ofrecer a sus labios su destino de piel aun dormida, entregada otra vez a su fantasía, a ese deseo con él que aun no conoce límites, avaricioso de sí mismo, siempre buscando para aprehenderlo, y saca la lengua, de nuevo exploradora, con su lentitud húmeda de caracol, que se interna a reconocer los paisajes lunares más queridos, y los labios se convierten una vez más en pies que avanzan apenas rozando su blandura, y los dientes, que no pueden resistir el dulce instinto de mordisquear, la boca ya manantial, cada promontorio que aparece en su recorrido, cada hueso, cada recodo, cada llano, cara aroma, cada cumbre, cada fuego, y todos los caminos que siempre llevan a Roma, que sólo ahora y de verdad, es por fin como el gran Amor, pero al revés... y hasta allí peregrina ella siempre, con la única prisa que su propio Papa quiere darle, y ante él juega a humillarse en la reverencia más profunda de su danza, abierta de anhelo, golosa de todo lo que él, una vez más, elige regalarle en ese juego reinventado, dos vacíos que se llenan, humanidad pura cumpliendo su naturaleza.




Abrazos que nunca, nunca acaben


Última edición por Aktea el Sáb Abr 04, 2009 9:57 am, editado 1 vez
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Mensaje  Ety Sáb Abr 04, 2009 4:24 am

Gloria, es muy reconfortante saber que este foro, desde la distancia, ha podido llegar hasta tí y apoyarte en momentos dificiles.

La idea de pertenecer y sentirme querida en un espacio como este me hace sentir tranquila y protegida, y más aun cuando veo que comparto este sentimiento.

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Mensaje  Ana Yajaira Salazar Sáb Abr 04, 2009 5:29 am

Aktea:

Qué extraordinario vuelo amoroso, entrega de dos almas reconociéndose en
el ancestral ritual, de dos cuerpos danzando al unísono, con dulzura, sin palabras, que
sobran, con ese otro lenguaje que tan plenamente conecta a dos almas enamoradas.
Estoy francamente feliz por tí, por saberte plena, auténtica y radiante. Con el triunfo
que obtiene sólo quien se ha prodigado, con la capacidad sensitiva y descriptiva que nos
has regalado.
Felicitaciones gaviota, prosigue tu vuelo...
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Mensaje  Damablanca Sáb Abr 04, 2009 5:59 pm

¡Así sea!

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Mensaje  Aktea Lun Abr 06, 2009 4:41 pm

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Paseaban juntos otro tramo de una tarde plomiza de martes, de camino al centro comercial, en busca de uno de esos almacenes que son capaces de vender desde un ventilador hasta un juego de cactus, entretenidos en una conversación cualquiera, de ésas que no se sabe quien inicia pero que a veces continúan al mismo tiempo cada cual por su lado, salpicándola de anécdotas intermedias que a menudo se olvidan de inmediato, o de pensamientos que cada uno silencia en principio, como las piernas de aquella rubia cruzando la calle, que ambos sopesaron mentalmente, Massimo el primero, o la penetrante mirada del dependiente de la sección de interiores, y la fantasía correspondiente de Eva, en la que el atento joven le mostraba la gama completa de los papeles pintados y un insinuante mundo de cenefas que ni en sueños compraría porque nunca le había gustado el dichoso bricolaje.
La acera estaba mojada y la calle olía más nítidamente a una desagradable mezcla de gasolinera y macdonalds demasiado juntos, a borras de café y frutas en descomposición, a containers recién vaciados por el servicio de la limpieza municipal y restos de zotal, a bocanada de tubo de escape, que por suerte el viento fresco mitigaba un poco, y a excremento de perro que por suerte otro alguien había pisado antes, poniendo sobre aviso al despiste que siempre los caracterizaba, cada cual en su burbuja. De fondo, otro olor impreciso huntándolo todo… “¡Y qué desagradable!”, pensó Massimo justo antes de que el móvil sonara y se hiciera la parada pertinente, la creación súbita de una isla invisible, como la inclusión real de otro espacio-tiempo paralelo en los ya presentes, superponiéndose y abriendo un cisma momentáneo y casi siempre nuevo, que el otro siempre intuía y que se había acostumbrado a respetar, llamándole la atención al principio y luego dándole la oportunidad, invariablemente, de quedarse un buen rato a solas con sus impresiones propias, echando un vistazo más amplio alrededor, hasta al fin percatarse de la espantosa presencia...
Aquel día habían pasado al menos dos veces más por la misma acera, pero no fueron capaces de darse cuenta de la mueca contraída sobre el asfalto, de aquel grito mudo, entre la inútil y aplastante derrota y una muestra contemporánea del catálogo de los horrores, un amasijo de hierros y sillones rotos sobre cuatro bloques de cemento, desguazado y sin un cristal sano, quemado y todavía humeante, la causa, quizás, de aquel olor impreciso que se respiraba de fondo en el ambiente suburbano del polígono industrial, “no del todo desagradable”, pensó Eva, que olía sobre todo con la memoria como una mezcla vapores de gasolina y de azúcar quemada que la llevaban allá lejos, hasta la infancia para siempre perdida.
Una sincronía de asombro se alojó en los rostros, con esa máscara boquiabierta y la típica retención de aire que lo delatan, y otras dos islas se abrieron, como casi siempre, alrededor de ellos, en la doble irrupción, independientemente imaginada, de un pasado tan próximo y ominoso como triste era su resultado en aquel abandono desolador, tan inevitable como las mil preguntas súbitas e inquietantes que les asaltaban… ¿Cuántos y con cuánta saña habrían colaborado tan concienzudamente en aquel descuartizamiento, en la lapidación de cada trozo de chapa, en el expolio de hasta la última rueda, la sistemática laceración con colillas de cigarros, el desgarro a navajazos de los asientos, las defecaciones ya casi secas...? ¿qué especie de sadismo encubría aquel horror tan presente?, ¡pero quién demonios!... ¿de dónde podía haber salido tanta negatividad?
Especularon juntos en voz cada vez más baja y ambos callaron luego, cada uno sumido en sus propias evocaciones a cual más descorazonadora, ella pensando en bandálicos adolescentes drogados y en padres frustrados, que acudían demacrados a las consultas, y él en auténticas y peligrosas mafias organizadas de delincuentes, que actuaban imitando una inercia de marabuntas que lo desollaban todo a su paso…
Unas gotas gordas y frías, que empezaban a caer de nuevo, los animó a salir de la escena deprimente dejando atrás los restos de aquel volvo color vino viejo o, mejor dicho, lo que las esforzadas hormigas habían dejado de su esqueleto, aun más triste debajo de la luz parda que caía con el aguacero. Al entrar, él le propuso un café con leche para recuperar el ánimo medio abatido de aquel frío, de fuera pero sobre todo de dentro, que les seguía sobrecogiendo, y ella lo prefirió cortado, leche y leche y con unas gotitas de Tía María… Sólo después se fueron a buscar los focos verdes para el jardín.



Última edición por Aktea el Miér Mayo 06, 2009 1:28 pm, editado 2 veces
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Mensaje  Damablanca Lun Abr 06, 2009 7:08 pm

Un retrato muy gráfico Aktea, la otra zona de lo urbano, la que no se disfruta, la que sufrimos a veces imperceptiblemente. Muy bueno.
Gracias,
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Mensaje  Aktea Mar Abr 07, 2009 11:51 pm

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La verdadera historia del volvo viejo color vino se le reveló a la intuitiva Eva aquella misma noche, por casualidad, durante un largo y misterioso sueño que, lastimosamente, después a los pocos minutos habría de olvidar por completo.

El volvo figuraba a nombre de Matilde, la reciente exmujer de Mario, a quienes Eva no conocía aunque los vio a través de las aguarijas del sueño en una de sus peores confrontaciones, niños mediante. En los trámites del divorcio, Matilde había logrado de la juez la concesión de la vivienda y el resto del patrimonio familiar, conjuntamente a la custodia de los hijos, pero nada parecía suficiente para compensarla. Sufría la pérdida del amor de Mario como una estafa de sus mejores años y toda ocasión le parecía buena para intentar vengarse de la sombra del hombre en la que él se había convertido en sólo apenas unos meses, de pronto sin amante ya, ni familia, ni hogar y, lo peor de todo, sin ganas de volver a rehacer ilusiones nuevas, con el corazón roto por el desencanto.

Aquella noche Mario había ido a pedirle un favor a Matilde, necesitaba hablar un rato con su hijo mayor, sentir el apoyo, el cariño incondicional de su Raulillo, que siempre ejercía en él ese efecto terapéutico y fortalecedor, su vitamina, como él lo llamaba cariñosamente, pero ella no se atuvo a razones, quería fastidiarlo y aprovechó la ocasion que le brindaba Mario para ensartarle a la mochila unos cuantos reproches más y, entre ellos, que le devolviese el segundo coche familiar, el volvo viejo, para ponerlo a la venta y dejar de pagar impuestos y seguros, ya innecesarios a su nombre. El tono fue subiendo y, por mera ley de la gravedad de los problemas económicos de Mario, desembocaron sin complejos en la enervante fase de las descalificaciones y los insultos mutuos, de las interrupciones y los inútiles monólogos a dúo… La adrenalina, a punto de reventar el corazón de Mario, provocó su repentina e incontenible urgencia de marcharse de inmediato o matarla de un guantazo directo a la tráquea, como le habían enseñado en las lecciones de kobudo. Las manos que aprietan las llaves hasta casi clavarlas en la carne y la estampida final dando un portazo, mientras se tragaba todos los rayos y maldecía hasta el último minuto que había malgastado viviendo con un ser tan desagradecido, fueron el final contenido de Mario a la descarnada escena familiar. Su ceguera era tal, al salir del bloque, que nunca supo ni cómo fue que llegó hasta las afueras de aquel centro comercial, cinco pueblos más adelante, pero allí saltó la luz de reserva de gasolina y allí mismo detuvo el coche. Seguía hablando solo desde entonces, y casi gritando sin darse cuenta, rabioso por no haberle dicho a Matilde todo lo que tenía guardado dentro y con una impotencia tan feroz que le impedía incluso moverse ¿hacia dónde en aquel estado de bloqueo? Entonces le llegó el recuerdo de nuevo, el ultimátum de la devolución del coche familiar “mañana mismo sin falta”, había repetido Matilde con su peor y más odioso retintín. “Mañana mismo, ¡cómo no! –pensó Mario, rojo de ira y volviendo a gritarle al fantasma de la exmujer- ¡Sin falta!, ¡claro que sí!, ¡pero vas a tener que buscarlo tú mismita en persona!... ¡Será hija de la gran… perra!, ¡y encima que sabe que lo necesito, que es lo único que tengo, que no tengo ni donde caerme muerto! ¡y sabiendo que ése era mi coche de soltero y que lo puse a su nombre porque debía un par de seguros y temía el embargo!… ¡me cago en diosssssssss!”. Un puñetazo contra el espejo retrovisor, en el que había ido a encontrarse aquellos ojos de loco llorando, estampó todo su coraje. El cristal saltó hecho añicos, la sangre corrió por los nudillos doloridos de Mario y el aguijonazo agudo fue como un nuevo revulsivo, como la gota que colmaba el vaso, un enorme vaso ya lleno de vilis negra.

Completamente fuera de sí, en un auténtico ataque de histeria masculina, Mario salió del coche dando otro portazo y empezó a emprenderla a patadas contra las puertas y luego contra los faros, que explotaron como burbujas de hielo en todas las direcciones, dándole repentinamente una honda satisfacción. Despues agarró con fuerza un palo, que había junto al contenedor más próximo, y la emprendió a descargar toda su furia machacando sistemáticamente el color vino viejo del volvo, mientras se imaginaba que iba machacando el orgullo de la demoníaca Matilde para siempre, aquella despectiva risita de triunfo legal tan de ella, y que por fin le demostraría de lo que era capaz aquel hombre "que de tan bueno… -seguía llorando a gritos Mario- ¡he sido hasta gilipollas, haciéndole caso en todo! ¡Maldita sea!".

Con cada ventana hecha trizas, Mario iba desahogando a pleno pulmón otro insulto contra la Matilde ajena a todo, pero nadie podía escucharle a las dos de la mañana en aquella acera, porque nadie vivía en al menos dos kilómetros a la redonda, y los vigilantes debían andar bien dormidos en lo más profundo de las naves, o escuchando música con sus ipod, o sencillamente desentendiéndose de todo, sin la menor intención de asomarse a resolver ninguna peligrosa gritería, con lo mal que se estaba poniendo el mundo últimamente. Ni un coche pasó en los breve quince minutos en los que Mario culminó su particular destrozo pero es seguro que, de haber pasado, tampoco se le hubiese ocurrido parar a su conductor, viendo aquel primate de uno ochenta, hecho un auténtico basilisco, como un mister Hyde completamente fuera de control, chillando y moliendo a palos a aquel pobre viejo, color vino de Volvo, que ninguna culpa tenía.

Mario habría de sufrir agujetas hasta una semana entera por la virulencia de aquellos minutos de descarga contra la dura chapa del coche. Tal fue el derroche que en seguida quedó agotado y de pronto la calle se sumió en un silencio, sólo increíble por lo repentino después de la locura de apenas unos segundos antes. Arrastrando los zapatos, como un sonámbulo de la noche, inconsciente de las consecuencias de todo lo que acaba de sentenciar, Mario se alejó para siempre de aquel lugar que jamás volvería a pisar en su vida, dejando atrás, después de la catarsis, el Volvo de Matilde con sus llaves puestas, por si alguien quería darse una vuelta con él en lo que ella misma en persona iba a recogerlo, si es que todavía lo quería. Aun no creía la balanza equilibrada pero sentía como si se hubiese quitado un enorme peso de encima, al menos por el resto de esa noche que aun era muy joven.

Efectivamente, no acabarían allí las desgracias del coche, a las tres de la mañana pasaron un par de borrachos y encontraron el espectáculo de lo más divertido. Se acercaron al Volvo, vieron las llaves puestas y la radio moderna y se les ocurrió la idea de aprovechar el hallazgo que se habían tropezado con tan buena suerte. Sacudieron los cristales de los sillones y, sin escrúpulos, se sentaron dentro con comodidad. El más joven sintonizó una música country en la radio y empezó a fumarse el primero de la nueva caja de cigarillos, mientras sacaba el vino del viejo y se abría una de las cervezas que cargaba en la mochila desde la última gasolinera, apenas unos metros antes. Estaban tan borrachos que ya que no decían sino incoherencias sin escucharse lo suficiente. Las canciones, en un ininteligible inglés americano para ellos, se iban sucediendo sin pena ni gloria mientras el más joven iba apagando los cigarrillos sobre el sillón del copiloto y el veterano, sin darse cuenta de nada, seguía hablándole de sus planes para el futuro desde detrás del volante, como un viejo capitán tras el timón del pesquero en una larga travesía, y le hablaba de todo lo que iba a hacer cuando acabara de prejubilarse, de la cañita de pescar que lo esperaba en la orilla, de la perrilla de caza que su hijo le tenía amaestrada, y todo eso lo decía como desde la nostalgia del que sabe que nunca va a alcanzar, quien sabe si por un terrible motivo o por un oscuro presentimiento, la meta dorada con la que siempre soñó.

En un ataque de romanticismo, y para sacudir malos presagios, el viejo decidió que no quería conducir y que aquella espléndida noche tenía que seguir saboreándose a pie, la mejor velocidad crucero dado su estado… El flaco lo secundó con un hurra entre hipos y, sacando la navaja del bolsillo trasero, acabó la obra de arte que había iniciado con los cigarrillos en el sillón del copiloto, la z del zorro, y que le hizo tanta gracia que no se contentó hasta repetirla, intentando perfeccionarla, en todos los demás asientos. Sólo así se dio por satisfecho, marchándose luego al trote tras el rastro de su viejo tío, Juanito el marino, el único que verdaderamente le había querido de corazón, “como a un hijo, sobrino”, le repetía siempre el viejo pescador, cada vez que se emborrachaban juntos cuando él regresaba de sus mareas cargado de historias nuevas que fascinaban al muchacho. Al alcanzarlo con esos recuerdos, el joven reunió su sombra con la del viejo en un abrazo que se alejó muy despacio haciendo eses.

A poco de marcharse los parientes pasó un perrillo callejero con hambre, a husmear los restos de las bolsas de papas con sabor barbacoa que había dejado el adolescente sobre las alfombrillas llenas de cristales de coche. Entró por las puertas abiertas y después de olisquearlo todo, el rabillo excitado como espantando el mal angel que aún se respiraba, y comerse hasta el último resto, dio una vuelta sobre el asiento trasero y le pareció el lugar perfecto para marcar un nuevo territorio con una buena meada llena de hormonas y una gran cagada, de perro grande que era, justo en el centro. Luego saltó por la luna trasera, abierta a la brisa del norte, y se marchó corriendo a buscar con urgencia más comida para combatir el frío, hasta que le llegara la hora de poder dormirse feliz al sol, con ese desentendimiento que sólo los perros saben bordar.
A eso de las cinco y media, la última colilla arrojada por el flaco acabó de prender en el asiento del copiloto y quemó a conciencia una buena parte del salpicadero y la puerta derecha, hasta que la oportuna lluvia que acompañó al alba sofocó el conato, impidiendo que los restos del coche explotaran finalmente con su resto de gasolina, de reserva pero igualmente eficaz.

Sobre las seis y cuarto, el tercer coche que pasó, una furgoneta parda a aquella hora, se detuvo junto al siniestro como analizando el entorno y viendo, con los faros abiertos, que todavía se podía reciclar algo de aquel naufragio. En una sincronía que cualquier equipo de boxes de fórmula uno envidiaría, dos tipos sin monos bajaron un gato de la furgoneta y, en menos de lo que hubiesen tardado en contar en voz alta su plan a alguien, si les hubiese preguntado, que no se dio el caso y para ello fue que tanto corrieron, habían sustituido las ruedas del coche por cuatro bloques de la obra cercana y se habían llevado la radio moderna.

En aquel deplorable estado, acentuado por la lluvia, fue en el que encontraron al volvo las luces del amanecer y el resto de los trabajadores y clientes que, a cuentagotas, habían ido entrando en las naves y comercios cercanos, entre ellos Eva y Massimo. Casi todos manejaron hipótesis terribles pero ninguna tan compleja como la historia real, ninguna tan justa como la venganza de Mario o el reciclaje de la marabunta o tan inocua como la bonanza del viejo tío Juan, ninguna tan natural como el instinto de aquel perro, o tan lógica como el incendio que sufren todos los que se acuestan con niños borrachos que juegan con fuego… Ninguna tan brutal como el efecto de destino horrible de la suma de todas juntas, realmente cosa de la mala suerte del pobre volvo, al que nunca le había pasado nada desde la fábrica y que así acabó sus días, cerca del kilómetro setenta de la autopista del Norte.

Muchos fueron los demonios que colaboraron en aquel aniquilamiento sin premeditación, pero ninguno tan malo como los que habrían de imaginarse todos al día siguiente, sólo mirando los restos de manera rápida y superficial. ¡Con qué facilidad a menudo nos dejamos engañar por las explicaciones más simples y terribles!, llegó a pensar Eva con esa lucidez que a veces se tiene justo antes del despertar. ¡Qué gran verdad! Una lástima que a los cinco minutos de vigilia, como cualquier enfermo avanzado de althzéimer, ya no se acordaba de nada.





Última edición por Aktea el Miér Mayo 06, 2009 1:32 pm, editado 2 veces
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Mensaje  Damablanca Miér Abr 08, 2009 12:55 pm

¡Magnífico, Aktea!

¿Sabes que hay páginas en internet donde se puede publicar?

Abrazos,
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Mensaje  Aktea Miér Mayo 06, 2009 9:05 am


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Gracias otra vez, Dama, ya lo sé pero apenas tengo tiempo ni para escribir en ésta que es mi preferida!!!
El poquito que me está quedando lo empleo en leer aprovechando cada diez minutos entre cosa y cosa, el libro siempre en el bolso, y en escribir... Al final la novela de Eva sigue!!! ya llevo 17 páginas, pulidas y repulidas constantemente, pero estoy muy feliz, es lo más parecido a ser como dios que conozco. Hoy quisiera dejarles con las últimas locuras, ya me dirán qué les parece



"Siempre llegaba primero la Luna, claro, cuatro patas pueden más que dos, pero después los regresos eran reposados, cada vez más lentos, como retardando la llegada, las miradas inundadas de las cortinas de sombras que derramaban las hojas por los huecos del bosque. Paso a paso, el retorno al mundo civilizado le iba cambiando el rostro a Eva, cada vez más de lunes o de jueves, según la densidad de la semana.

Aquella mañana repasaba la agenda mentalmente y se iba acordando del caso triste de Damián, al que vería más tarde, llegada su hora. Todos los casos le causaban siempre, y más a ella que era el colmo de la empatía y de ese encarnarse en los demás con el peso de la vasta imaginación, algo de pena profunda y sincera que duraba justo hasta que trazaba un plan de soluciones y empezaba a lograr mejorías; pero había casos especiales que se le resistían, como el del pobre Damián, qué cosa, y la llevaban un poquito más hondo, como a un vago terreno del pensamiento limítrofe entre la conciencia dolorosa de lo efímero de las certezas humanas y la pesadilla, casi infantil, de llegar a caer en neurosis tan limitantes.

Nunca olvidaría el impacto que le produjo la belleza de aquella mirada cada vez más triste, aquellos ojos verdes tan claros que ya sólo podían ver en blanco y negro. Nunca había conocido un caso como aquél, un daltónico psicológico que le había revelado su drama particular en una entonación tan plana y ataráxica, que Eva llegó a pensar si acaso los corazones no podrían verse afectados también de una especie peculiar de ceguera parcial que acabase confundiendo las emociones y provocase una especie de muerte en vida, como un suicidio gradual e inconsciente de los sentimientos. Pero aquella palabra llevaba siempre, indefectiblemente, al recuerdo de Juana, al firmamento de sus pecas ya extinguidas, a la fuente de su pelo ahogado, al eco perdido para siempre de su risa, a aquel dolor zorro que la espera, como dormido, para crepitar a la menor oportunidad en su corazón de amiga, y aquella eterna pregunta, inevitable, bullendo en el tintero de sus pensamientos más negros, diálogo frustrado, monólogo forzado por la ausencia, ¿por qué lo hiciste, Juanita? ¿por qué no me llamaste como hacías siempre? ¿por qué no pensaste en todos nosotros, en este peso interior terrible multiplicado por tu vacío? ¿por qué, Juanita? ¿por qué, compañera del alma? ¿por qué?...

Y ahora Damián, con la misma ausencia periódica tan de cuerpo presente. Eva no tiene que hacer mucho esfuerzo, esa memoria fotográfica, para volver a ver su jersey invariablemente tan gris y apropiado para su total indiferencia de daltónico, y su ademán encogido cuando le pidió que se sentara por fin en el sillón después de tantos aplazamientos. Las hojas caídas del bosque parece que le susurraran ahora a Eva las palabras exactas, reflejadas desde su propio lecho de recuerdos…

“Lo mío es de locos- le había dicho su voz seca sin tono- pero me empezó, como un dolor malo, doctora, de repente y cuando menos lo necesitas. La primera señal de alarma fue una noche cuando vi a mi mujer pintarse los labios de un verde intenso antes de salir. Me quedé extrañado y casi hasta le dije algo pero salíamos con tanta prisa que luego lo olvidé todo en la oscuridad del coche… Después, ya en el cine, cuando vi a casi todas las demás mujeres igual, pensé entonces que se trataba de una moda, de una nueva línea de cosmética original para la campaña primavera-verano. De noche todos los gatos son pardos, como dice el refrán, y entonces no me di cuenta de más detalles extraños, pero, claro, con el amanecer ya mi vida cambió para siempre…

Ahora estoy realmente deprimido, ya no soy el mismo, y lo grave es que me he dado cuenta de que a medida que más me deprimo menos colores soy capaz de distinguir. Es muy frustrante, doctora, a partir de esa noche, a cada semana se me sumaba el dolor de un matiz menos del arco iris y la confusión, la desorientación, incluso el asco… Usted no se imagina la impresión y saturación culinaria que da de repente, a partir de una triste mañana, y por ponerle un ejemplo muy frustrante, perder el verdadero azul y quedar condenado a ver a diario el cielo de un pálido color vainilla y el paisaje del oleaje del mar evocando una gran sopa amarilla hirviendo, en la que nunca apetece entrar por más calor que tengas; y después recuperarlo falsamente, en donde no va, en donde más nos duele la sensibilidad, en el plátano azul marino que tampoco apetece comer, en la yema de los huevos frescos que ahora me parecen radiactivos, en las piñas de maíz que celestes no me saben igual, en el colmo de los limones maduros… O tener que elegir para comer los tomates más verdes y desechar los rojos apetitosos a nuestra vista, y que a veces muerdo por olvido, o por nostalgia, sólo para desesperarme en ese sabor agrio con el que salivo también toda mi decepción…

Ya de último opto por cerrar los ojos, doctora, y volverme ciego del todo para que las cosas vuelvan a recuperar el sabor de mis recuerdos, pero llegar hasta ahí ha sido un largo camino de desencantos y penurias, de renuncias forzosas para sufrir menos. ¡Todo resulta tan antiestético y preocupante! Imagínese la desagradable impresión de ver regresar a las gentes de la playa, irremediablemente, con el tono verdoso de los enfermos de hígado en la piel...

Pero el que más me dolió perder fue el color verde, doctora, el verde verdadero del monte, es terrible, yo que vivía en la montaña, el verde hierba recién nacida, el verde de mis propios ojos cada vez más ciegos… Asomarme a la ventana y ver las laderas perennes de pinares siempre incendiadas de un colorado enervante, o asomarme al espejo y verme siempre como un diablo de ojos rojos, como en una fotografía nocturna excedentaria de flash, como un perro rabioso que enfocaras en la noche…

Es realmente estresante, doctora, y se acaba tan agotado… Pero dicen que dios no ahoga, y para mi suerte, la ceguera de los colores empeoró y terminó metiéndome de lleno en este mundo de sombras, en blanco y negro, tan discreto en el que ahora vivo y que me causó al principio más tristeza, es cierto, pero simultáneamente muchas menos tensiones. Ahora es distinto pero siempre un poco peor, doctora, mi tristeza sigue aumentando a límites insostenibles… Ahora tengo miedo de acabar de confundir finalmente el blanco con el negro y quedarme definitivamente ciego, los ojos confundidos para siempre en el monopolio de este gris que parece destinado a engullirme todos los matices”.

“Y yo tendré que tratar este caso con Marina –pensó Eva- Las tristezas tan hondas son su especialidad”.



Abrazos que no acaben nunca


Última edición por Aktea el Miér Mayo 06, 2009 1:48 pm, editado 3 veces
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Mensaje  Damablanca Miér Mayo 06, 2009 12:29 pm

Muichas gracias, Aktea, por robarle tiempo al tiempo y dedicarlo a este rincón. La verdad es que andábamos preocupados por tu ausencia. Ahora vemos que era una ausencia fértil, después de este excelente fragmento que nos aportas. Ahora sabemos que la novela va viento en popa y que va a resultar una buena novela. Eres una excelente prosista y creo que debes seguir cultivando esta facultad.

Muchas gracias de nuevo.

Un abrazo,
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Mensaje  Aktea Miér Mayo 06, 2009 2:01 pm

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Gracias!! Eres un sunny y mi I love you es muy feliz de compartir todas las inquietudes con tan buenas personas. Como pienso siempre, ¡Hasta que la muerte nos separe, amig@s!
Abrazos a tod@s!!

cheers cheers cheers cheers
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Mensaje  Ety Miér Mayo 06, 2009 4:40 pm

Te extrañábamos amiga. Te mandé un m.p. hace unas semanas, no se si lo recibiste o lo recuerdas.

Es un gusto tenerte de vuelta y en etapa tan creativa.

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Mensaje  Grace Dom Mayo 24, 2009 4:02 pm

Hola Aktea! en realidad este mensaje lo habìa puesto en el lugar equivocado, por hacerlo apurada ... va dirigido especialmente a vos, tal vez conozcas a algunos de los 30 poetas canarios que se editaron el martes pasado en Buenos Aires, como podràs ver del link:

http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2009/05/21/_-01923287.htm

Estuvimos en la presentaciòn de libro, y si lees la nota y ves el video, en el cual habla Juan Carlos de Sancho (canario) y a su lado està Hernàn Isnardi (el editor), sabrás de qué se trata. Conozco a los dos, y ojalà en la próxima ediciòn (si la hay), estén tus poemas, que bien lo merecen !!!

Cuando te pases por aquì, este tu "apartado", espero me comentes. I love you

Abrazos cheers
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http://www.fotolog.com/cris_grace25

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Mensaje  Aktea Lun Jun 08, 2009 2:13 pm

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Gracias, Grace, la verdad es que desconocía la publicación pero te aseguro que voy a buscarlo para leerlo y ya te comento. Qué bueno y qué lindo deseo aunque todavía queda mucho camino...

Hace tiempo que no cuelgo poemas en este espacio por lo de las clases, pero por fin acabaron ya y puedo volver a dedicar más tiempo a escribir Wink, así que les dejo con uno de los últimos, espero que les guste






enigmática



¿A quiénes odiaban los cristales al nacer?

¿por qué esa simetría de aristas asesinas?

¿ese derroche de rigidez tan fría para qué,
si sólo el fuego recicla el tiempo de los añicos?

Eso o el viento desmedido de los desiertos.

El fuego o la lluvia disolvente de la escarcha.





Última edición por Aktea el Lun Jun 08, 2009 5:04 pm, editado 2 veces
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Mensaje  Damablanca Lun Jun 08, 2009 3:04 pm

Muchas gracias, Aktea. Ya echábamos de menos tus escritos. Very Happy

Un abrazo.

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Mensaje  Aktea Jue Jun 11, 2009 1:40 am

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Noticia primera de Los Hariglotex
(resumen extraído de las conclusiones del primer congreso internacional de hariglotexlogía)


"Hasta hace bien poco no se tuvo la certeza absoluta de su existencia diminuta, casi microscópica, pero después de multitud de testimonios registrados hasta en los lugares más recónditos del planeta y de las irrefutables pruebas proporcionadas por prestigiosos equipos de investigación de las mejores universidades pequinesas, ya no cabe duda alguna de que esos hipersensibles seres que disfrutan de la vida llenándola de prodigios no son producto de imaginaciones tan portentosas que pierdan el contacto con la realidad, sino que existen realmente. Son los hariglotex y habitan nuestro mismo mundo, tan cerca de nosotros que apenas nos damos cuenta.

Los hariglotex son tan especiales porque poseen cualidades que quizás la mayoría de los humanos perdieron hace tiempo, en algún recodo de la historia. Su naturaleza exploradora, por ejemplo, aprendida prenatalmente desde dentro del cascarón de sus huevos imantados que se pegan al primer objeto móvil con el que traben contacto, después de ser puestos indistintamente por su badre, su nadre o su tadre biológicas, ha hecho evolucionar en estos alucinantes seres apéndices fisiológicos que les permiten adaptarse y sobrevivir en cualquier tipo de terreno explorable. Es por esta causa que los hariglotex, como los anfibios, son branquiopulmonados y pueden respirar tanto dentro del agua como del aire, e incluso hasta del fuego, del que se protegen con eficacísimos trajes de aleación, eso sí, inventados exclusivamente por ellos mismos ex profeso.

Los hariglotex están tan unidos que sólo han desarrollado un mismo idioma para todos y ésa es una de las causas por las que entendernos con ellos no resulta sencillo. La otra es que, simplemente, carecen de términos propios para decir cosas tan cotidianas para nosotros como guerra, negocio, ridículo o cualquier otra tortura de las almas humanas. Ante esas realidades que se escapan a su lógica vital y creativa, los hariglotex enmudecen por completo y hasta se deshidratan un poco por un extraño fenómeno que algunos estudiosos han definido como de osmosis sentimental. Sin embargo, el idioma de los hariglotex, que en su lengua se pronuncia sencillamente tá, maneja preciosos conceptos que nosotros desconocemos en absoluto, palabras concretas y específicas para nombrar, por ejemplo, cada tesitura de un beso, cada rugosidad de una idea o los matices infinitos que nosotros simplificamos torpemente bajo la palabra mirada".



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abrazos que nunca se acaben

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Mensaje  Damablanca Jue Jun 11, 2009 2:29 pm

¡Magnífico! cheers

Amparo.
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Mensaje  Aktea Jue Jun 11, 2009 7:58 pm

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Los Hariglotex lloran de risa y cabalgan las nubes



Los hariglotex tienen un afinadísimo sentido del humor. Es imposible que un hariglotex escuche un buen chiste o asista a una situación medianamente cómica y no se parta a llorar de risa. ¡Son tan sensibles!. La alegría les cabalga el pecho con tanta fuerza que se les desborda indefectiblemente y entonces se emocionan hasta el desahogo. Como ya se conocen, desde que alguno hace ademán de contar algo gracioso, lo advierte antes para que sus semejantes saquen los pañuelos y puedan prepararse, pues no en vano famosas y de renombre han sido las mútiples y misteriosas inundaciones que provocaron sus congregaciones festivas en el pasado.

Otra de sus habilidades consiste en cabalgar las nubes de vapor y de hecho son su medio de transporte preferido, ellos que son medio etéreos también y ecológicos donde los haya, aventureros natos que nunca tienen prisa y que se dejan llevar a donde a la familia imprevisible de los vientos se le ocurra. Muchas veces se distraen durante el viaje acolchándolas de formas distintas para estar más cómodos o espolvoreándolas de incalculables mezclas de colores para pasarla más entretenidos, como hiperactivos artistas que son todos y cada uno de ellos, amantes de la fotografía paisajística, reincidentes prófugos de lo monótono.

Otras veces nos causan densos prodigios como cuando alguno cuenta un chiste realmente bueno o hace una parodia teatral, sus preferidas, con tal talento y entrega que todo el nubarrón se desploma a patalear de escandalera y todos los hariglotex se contagian de reír y reír sin consuelo hasta la condensación casi severa. Las carcajadas son tan apasionadas que se oyen como truenos que retumban cuando caen al suelo y la atmósfera se vuelve fresca y de una ternura tan verde que casi huele a tierra mimada. Entonces es cuando llueve y llueve. Y llueve con tanta pureza que todos los bosques por donde pasan también se alegran de que los hariglotex viajen ese día tan contentos.


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Mensaje  Damablanca Vie Jun 12, 2009 4:34 pm

¡Me encantan estos seres, Aktea!

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Mensaje  Aktea Vie Jun 12, 2009 5:45 pm

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Gracias, Dama, rebuscando entre mis papeles, pude encontrar algún reporte más de aquel edificante congreso chino, lo transcribo íntegro esperando que sea de interés Wink





Los Hariglotex se despeinan las dudas



Otra maravillosa cualidad de los hariglotex es su forma de despeinarse las dudas, esos pequeños cruces de caminos que a veces confunden al viajero que quiere seguir avanzando. De dominio público es que las dudas son un síntoma de la inteligencia reflexiva que no se contenta, porque ha observado o experimentado lo suficiente del mundo y de la vida, con dejarse llevar por la corriente de las circunstancias y los lugares comunes. Los hariglotex son de esa portentosa clase de seres inteligentes y se la pasan reflexionando o dudando mucho tiempo sobre todas y cada una de las dificultades y aspectos del mundo y de la vida que llaman su atención como diciéndoles ¡mira esto, hariglotex, mira qué cosa!.

Cuando han encontrado un sistema infalible lo contradicen con al menos una buena duda razonable que alimentan con sus mejores axiomas y premisas. Después unos malabares de silogismos e inducciones y, finalmente, despeinan también la duda con su cepillito de despelusar las antilógicas de los ladrillos ciegos o las mentiras inmutables que peligrosamente siguen a patitas jutillas muchos rebaños, incluídos, y sobre todo, los humanos. Cuando la duda está bien despeinada, como recién levantada de la cama después de toda una noche de sueños eróticos hechos realidad, los hariglotex la dejan tranquila para que encuentre ella solita su sitio dentro del caos, que es como mejor se aprende, bien llamativa ella, todo despelusada.

Procediendo de este modo, los hariglotex consiguieron hacer a lo largo de nuestra historia muchos agujeros hasta en los sistemas filosóficos más admirados y con mayor profusión y alcance incluso, pues no hay nada que más guste a nuestros estudiantes forzados que una buena duda razonable bien despeinada a la que hincarle el diente para saciar ese hambre de libertad con la que, al igual que los hariglotex, los humanos también llegamos al mundo y a la vida. La diferencia es que a nosotros el instinto se nos va adormeciendo a golpe de terapias amnésicas como operación triunfo o el precio justo del gran hermano. Y mejor, pasar palabra.







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Mensaje  Damablanca Sáb Jun 13, 2009 2:10 pm

Perfecto. Cada vez me gustan más. sunny

Abrazos,
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Mensaje  Aktea Miér Jul 15, 2009 3:04 pm

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amores modernos



El caso típico. Se conocieron en el chat y en seguida se pasaron sus respectivos messenger.
A él le encantó su nick salvaje y a ella el avatar de él tan sexi.
Después de compartir algunas fotos retocadas de sus blog personales,
se engacharon a primera vista y llegaron de inmediato a la confidencia de los móviles.
A partir de aquel día, ya siempre se daban las buenas noches y se decían cosas inconfesables,
con mensajitos cifrados que iban y volvían sobre océanos y continentes.

La primera vez lo hicieron por cam, ardiendo en una pasión irremediable como una muerte dulce,
y después se despidieron para siempre con agradecimiento, porque también fue la última.
Era de esperar, al fin y al cabo la distancia geográfica era mucha y tampoco habían sido del todo sinceros.
Ella, que ya estaba casada, regresó de nuevo al convento tras sus vacaciones estivales
y él, con aquel dolor nuevo sobre el marcapasos, se sintió más solo que nunca en su habitación del asilo.

Aún no se encontraban preparados, apenas contaban con ochenta años.

Abracitos que nunca acaben


Última edición por Aktea el Vie Jul 17, 2009 7:55 pm, editado 6 veces
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Mensaje  Damablanca Miér Jul 15, 2009 3:21 pm

¡En plena juventud! Y lo digo en serio. Hay cosas que sólo desaparecen con la muerte.

Gracias por este precioso relato, Aktea.

Un abrazo,
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