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Juana de Ibarbourou

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Mensaje  Ety Dom Ago 23, 2009 9:16 pm

Juana de Ibarbourou: 80 años de Juana de América
Alejandro Michelena

Hace ochenta años tuvo lugar en Montevideo, en el entonces flamante Palacio Legislativo o del Congreso –en el suntuoso, solemne e inmenso Salón de los Pasos Perdidos– la consagración de la poetisa Juana de Ibarbourou como Juana de América. Los sumos sacerdotes de esta ceremonia laica fueron los escritores Juan Zorrilla de San Martín y Alfonso Reyes (por ese entonces, año 1929, cumpliendo funciones diplomáticas en Argentina). Este evento inusitado catapultó a nivel continental y mundial la notoriedad ya creciente de la autora de Las lenguas de diamante.

Hace treinta años, igualmente en Montevideo, se iba de este mundo una anciana que hacía mucho tiempo se había aislado del mundo y cuya obra –en parte al menos– había caído para algunos críticos y nuevas generaciones de lectores en cierto descrédito. Era Juana de Ibarbourou, para quien figuras menores y mediocres que al final de su vida merodeaban en su torno, lograron el dudoso honor de homenajes póstumos por parte de la dictadura que por esos tiempos gobernaba el país.

El doble acontecimiento –centrado en este año 2009– impulsó al Centro Cultural de España en Montevideo a auspiciar una muestra conmemorativa, organizada por dos estudiosos de la obra de Juana, los escritores Jorge Arbeleche y Andrés Echeverría. Los mismos organizaron además una serie de encuentros académicos en torno a su obra poética en la Biblioteca Nacional.

¿Esplendor en la hierba?

No era raro en aquellos años de su juventud, cuando era una belleza que cautivaba los círculos poéticos montevideanos, verla pasear con su pequeño hijo por la plaza Giró, en el barrio montevideano de La Unión , asistir a misa en la Iglesia de San Agustín y luego recorrer el paseo dominical de Avenida 8 de Octubre. Todos admiraban su serena prestancia y envidiaban una felicidad que sus biógrafos más cercanos confirmaron como aparente y engañosa (mujer golpeada por su marido, un militar que nunca comprendió su sensibilidad y que a regañadientes aceptó su fama).

Porque Juana de Ibarbourou fue mucho más que una escri­tora. En aquel Uruguay democrático, próspero y progresista de los años veinte, resultó una figura emblemática, icono de una sociedad afirmativa, segura de su identidad. Y más allá de sus valores indudables, aquella consagración significó el espaldarazo a una concepción del quehacer cultural que en todo el continente valoraba lo poético por encima de todas las artes.

Luego de su casamiento con el capitán Lucas Ibar­bourou en la ciudad de Melo (en el norte uruguayo, donde había nacido), recorrerá varias partes del país acompañando las etapas de la carrera militar de su marido. La familia se instalará por fin en Montevideo en 1918, al tiempo que nace el único hijo, Julio César.

Más allá de sus pesares secretos, sufridos siempre puertas adentro, Juana pasó en la zona de La Unión –tal como lo ha dejado consignado en varios testimonios– los que tal vez fueran los mejores años de su vida. Desde esa casa pequeña pero cálida da a cono­cer libros claves de su producción, como Las lenguas de diamante y Raíz salvaje.

El marco consagratorio

Cuando llega esa culminación, que significó la consagración en el palacio de las leyes, ya la genial Delmira Agustini había si­do asesinada por su, más que despechado, desconcerta­do marido, mientras que la talentosa María Eugenia Vaz Ferreira se había ido silenciando y replegando has­ta apagarse como una llama tenue. Juana de Ibarbourou vino a llenar un vacío, en un tiempo –fin de los veinte y principio de los treinta– en donde no era aceptable la audacia novecentista de una Delmira, ni la profundidad filosófica de una María Eugenia. Era el momento justo para que se valorara y aplaudiera a una poeta más amable en su panteísmo juvenil, más medida en su leve audacia para cantarle al amor y a la sensualidad.

Los homenajes de entonces marcaron un punto de in­flexión. En adelante ya sería para siempre algo más que una escritora: un arquetipo de la cultura del Uruguay batllista y laico (pese a su declarado catolicismo).

Juana será un personaje celebrado y celebratorio, que recibe en Ginebra nada menos que la Orden Universal del Mérito Humano, la Medalla de Oro de Francisco Pizarro en Perú, la Orden del Cóndor de los Andes en Bolivia, la del Sol en Perú, la de Cruceiro do Sul en Brasil, la Cruz del Comendador del Gran Premio Humanitario en Bélgi­ca, y un largo etcétera. También fue integrante de la Academia Nacional de Letras, que le otorgó a su vez una “medalla de oro”, y presidenta de la Asociación Urugua ­ya de Escritores.

El paulatino retiro y el silencio

Los años de su madurez fueron de paulatino alejamiento de la profusa actividad social que llevó adelante hasta pasado el medio siglo, de encierro en su casa y de creciente silencio. Fueron años donde públicamente su estrella seguía emitiendo un potente brillo, pero su vida había entrado en un crepúsculo nada sereno donde se amalgamaron la soledad afectiva, los amores impares, la adicción a la morfina, la siniestra férula de un hijo playboy y jugador –que siguiendo los pasos de su padre castigaba a su madre– que casi la lleva a la ruina. No obstante, fue en ese período cuando pu­blica La pasajera (1968), libro mediante el cual se reconcilia con su mejor y más profundo lirismo.

En sus años postreros, Juana se transformó en un oráculo silencioso, para el que surgieron varias aspirantes a pitonisas. Y proliferaron los amigos literarios que decían tener acceso exclusivo al sancta sanctorum de su casa. La rodeó –lamentablemente– un núcleo de poetas y poetisas anacrónicos y poco calificados que intentaron apropiarse de su figura y lo que ella simbolizaba.

Pocos escritores genuinos la frecuentaron en esa larga ceremonia del adiós que comenzó ya a fines de los años sesenta. El poeta Jorge Arbeleche, el dramaturgo Ricardo Prieto y pocos más. Algunos críticos de la Generación del '45 la habían estigmatizado como poetisa oficial, como emblema de una concepción de la literatura que había que desmoronar, tornando más agudo el ostracismo de una gran poeta que hubiera merecido otro destino en sus años de ocaso.

Ahora, a tantas décadas, llegó por fin la hora de los justos homenajes y las necesarias revaloraciones.


Les dejo un poema suyo:

Despecho

¡Ah, que estoy cansada! Me he reído tanto,
tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;
tanto, que este rictus que contrae mi boca
es un rastro extraño de mi risa loca.

Tanto, que esta intensa palidez que tengo
(como en los retratos de viejo abolengo),
es por la fatiga de la loca risa
que en todos mis nervios su sopor desliza.

¡Ah, que estoy cansada! Déjame que duerma,
pues como la angustia, la alegría enferma.
¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste!
¿Cuándo más alegre que ahora me viste?

¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos,
ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos.
Si brilla en mis ojos la humedad del llanto,
es por el esfuerzo de reírme tanto...
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Mensaje  Rosario Mar Sep 13, 2011 6:23 am

Releyendo este apartado iniciado por Ety hace ya dos años, disfruté nuevamente de la poesía de Juana de América, de la que en estos días se informa en la prensa montevideana de la reedición de sus obras menos conocidas:


"Perdida, La Pasajera y otras páginas", presentada el miércoles en Montevideo, reúne por primera vez en un mismo volumen lo que según los críticos es la obra más valiosa de la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou (1892-1979), coronada como "Juana de América".


"Perdida" fue editado por primera vez en 1950 en Buenos Aires y luego se incluyó en las Obras Completas de la colección Aguilar de España en 1953, 1960 y 1968, pero desde entonces ha sido difícil de encontrar, dijo a la AFP el poeta y ensayista Jorge Arbeleche, encargado de la edición, selección y prólogo junto al también escritor Andrés Echeverría.

"La Pasajera", en tanto, fue publicado por primera vez en 1967 por editorial Losada en Buenos Aires.

"En Uruguay nunca habían sido editados", indicó Arbeleche, destacando que ambos poemarios -junto a una selección de discursos y obras en prosa- constituyen la parte menos conocida de la obra de la poetisa que alcanzó el éxito antes de cumplir los 30 y que escribió hasta el final de su vida, a los 87 años.

"Lo importante de esta edición es que la crítica especializada y académica considera que es lo más valioso de la obra de Juana, es la obra de la vejez, con poesía reflexiva, visionaria, metafísica, muy diferente a la de sus primeros libros que la hicieron famosa", destacó Arbeleche.

En la nueva obra, editada por la Universidad del Trabajo (UTU) en convenio con el Ministerio de Relaciones Exteriores, "se puede descubrir un tono melancólico, reflexivo, una concepción de la vida diferente", explicó.

"Hay una visión de la muerte permanente, en el sentido de la fugacidad que ya existía en los primeros libros, pero ahora la presencia luminosa de la muerte es constante y es real, por su edad", añadió.

Según Arbeleche, "aparece además una poesía más metafísica, más filosófica, que no sólo describe el mundo cotidiano, que antes era el entorno casi exclusivo de la poesía de Juana, sino que entra en una zona metafísica de misterio, de la incógnita después de la muerte".

La edición incluye además el discurso que pronunció al ingresar a la Academia Nacional de Letras, en 1947, y uno de 1938 durante un encuentro en Montevideo del que participaron las otras dos grandes exponentes de la poesía del Cono Sur del momento: la argentina Alfonsina Storni y la chilena Gabriela Mistral.

También algunos relatos en prosa "que muestran otra dimensión de la creatividad de Juana como narradora, que es la que se conoce menos", indicó Arbeleche.

En los últimos 20 años -desde 1992, cuando se publicó una revisión de sus obras por el centenario de su nacimiento- se han reeditado 11 ediciones de obras de Juana de Ibarbourou, entre antologías y libros clásicos como "Chico Carlo" o "El cántaro fresco", lo que según Arbeleche prueba la vigencia de la prolífica escritora.

Nacida en la ciudad de Melo en 1892, esta poetisa de gran belleza publicó "Las lenguas de diamante" a los 27 años. Su ascenso fue tan vertiginoso que apenas 10 años después, en 1929, era proclamada "Juana de América" en el Palacio Legislativo, ante figuras del continente como el mexicano Alfonso Reyes, el colombiano José Vargas Vilas, los peruanos Ventura García y José Santos Chocano.

Según su única biografía -"Al encuentro de las tres Marías", del periodista Diego Fischer- la poetisa tuvo no obstante una vida dura que incluyó la violencia doméstica y la adicción a la morfina.

Juana de Ibarbourou pasó los últimos años de su vida recluida en su casa y contemplando el mundo a través de la ventana, hasta su muerte el 15 de julio de 1979.




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Mensaje  Ety Mar Sep 13, 2011 4:15 pm

Les dejo otro poema de Juana de Ibarbouru, fue uno de los primeros poemas que le conocí y hasta me lo sabía de memoria.

Despecho

¡Ah, que estoy cansada! Me he reído tanto,
tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;
tanto, que este rictus que contrae mi boca
es un rastro extraño de mi risa loca.

Tanto, que esta intensa palidez que tengo
(como en los retratos de viejo abolengo),
es por la fatiga de la loca risa
que en todos mis nervios su sopor desliza.

¡Ah, que estoy cansada! Déjame que duerma,
pues como la angustia, la alegría enferma.
¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste!
¿Cuándo más alegre que ahora me viste?

¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos,
ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos.
Si brilla en mis ojos la humedad del llanto,
es por el esfuerzo de reírme tanto...


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Mensaje  Damablanca Miér Sep 14, 2011 11:32 am

Admiro mucho a Juana de Ibarbourou, creo que ya la hemos leídos en varias ocasiones en este foro, como poeta y como persona.

Aquí dejo otro poema suyo:


La hora

Tómame ahora que aún es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.
Tómame ahora que aún es sombría
esta taciturna cabellera mía.

Ahora , que tengo la carne olorosa,
y los ojos limpios y la piel de rosa.
Ahora que calza mi planta ligera
la sandalia viva de la primavera

Ahora que en mis labios repica la risa
como una campana sacudida a prisa.
Después...¡oh, yo sé
que nada de eso más tarde tendré!

Que entonces inútil será tu deseo
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.
¡Tómame ahora que aún es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.
hoy, y no mañana. Oh amante, ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?

(Juana de Ibarbourou)

Bss

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