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Julio Cortázar

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Mensaje  Ety Vie Feb 06, 2009 3:33 am

Una buena noticia para seguir leyendo a Cortázar:

Publicarán en Argentina y España textos inéditos de Julio Cortázar

Un especialista y la viuda del escritor hallaron medio millar de hojas escritas por el autor de Rayuela.

AFP
Publicado: 05/02/2009 10:37

Barcelona. Unas 500 páginas inéditas del escritor Julio Cortázar serán publicadas simultáneamente en Argentina y España en mayo próximo, después del trabajo realizado por el especialista cortazariano Carles Alvarez por encargo de la viuda del escritor, Aurora Bernárdez.

Bernárdez y Alvarez hallaron en una cómoda de la vieja casa de Cortázar medio millar de hojas escritas por el autor de Rayuela, un material inédito que completará la obra del escritor argentino.

"Fui encargado (por la viuda del escritor,) de inventariar todos los papeles y determinar si había inéditos" entre ellos, explicó a AFP Carles Alvarez, quien dedicó casi dos años a una tarea que mantuvo en silencio hasta que "se destapó" este jueves en las páginas de El País.

Se trata de casi 500 páginas, añadió, "en las que hay de todo y todo es valioso", dijo Alvarez en una breve conversación telefónica.

El libro con estos hallazgos, que saldrá a la luz en mayo próximo publicado por la editorial Alfaguara, llevará el nombre de Papeles inesperados e incluirá 11 relatos, un capítulo inédito de Libro de Manuel, 11 nuevos episodios del personaje que protagonizó Un tal Lucas, cuatro autoentrevistas y 13 poemas inéditos.

Para la literatura "significa mucho. Hay que pensar, además, que desde la Imagen de John Keats (obra de Cortázar publicada en 1996 por Alfaguara) los cortazarianos, esa secta, no teníamos nada tan maravilloso que echarnos a la boca", explicó un orgulloso Alvarez, quien pidió se subrayara muy bien lo de secta".

Imagen de John Keats fue escrito en Buenos Aires y París en 1951 y 1952 y marca un poco el final de la primera etapa de Cortázar, que entonces tenía 38 años pero con su característica apariencia juvenil, recordó.

Entre las perlas halladas por Alvarez y su equipo, figura un "Discurso del día de la Independencia" de 1938, ya que Julio Cortázar, alumno ejemplar, era el abanderado de su colegio y recitó este texto ante el cuerpo de profesores y sus compañeros, relató Alvarez.

Entre los papeles hallados "hay textos de todos los géneros, hay poesía muy buena, cuentos, ensayos" y si algunos de estos agradan a su descubridor Alvarez son "los textos humorísticos".

"Los textos breves, humorísticos, son el Cortázar más universal. Es el Cortázar que puede gustar a todos y el que se muestra más ingenioso", concluyó.

El jueves próximo se cumplirán 25 años de la muerte del prolífico escritor argentino, autor entre otras obras de Bestiario, Final de juego, Los Premios, Las armas secretas, Historia de cronopios y fama, Todos los fuegos el fuego, La vuelta al día en 80 mundos y Un tal Lucas.
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Mensaje  Ety Mar Feb 10, 2009 5:27 am

SE CUMPLEN 25 AÑOS DE LA MUERTE DE CORTAZAR


El poeta que hizo de la literatura una rayuela
Solitario y revolucionario. Murió a los 70 años de edad, víctima de Leucemia.
SOLEDAD VILLARROYA - DIARIO DE CUYO
Comprometido con las luchas que agitaron por los años '60 el continente americano bajo el influjo de la revolución cubana. Solitario por naturaleza, fanático del cine, del boxeo, del jazz de Jelly Roll Morton, Duke Ellington, Louis Armstrong y de los blues de Bessie Smith. Así transcurrió su adultez; Julio Cortázar, protagonista del boom de la literatura latinoamericana del '60, del que este jueves se conmemoran 25 años de su fallecimiento.

Su viuda y un estudioso del escritor encontraron en una cómoda cientos de escritos inéditos de su autoría, un material que fue recopilado para un libro que aparecerá de forma simultánea en Argentina y España en mayo próximo, como parte de los actos de homenaje que arrancan hoy en Madrid y desde este jueves, hasta el próximo 21 de marzo, en Buenos Aires.

Alto, de ojos verdes excesivamente separados y cejas espesas. Con una mirada opacada por un raro dejo de melancolía pero, a su vez, eternamente juvenil.

Ese escritor que caminaba las calles cigarrillo en mano no se conformó con mirar la realidad tal cual se la presentaban.

"...Mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra «madre» era la palabra «madre»...Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mi un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba", dijo en una ocasión.

Nacido en la embajada argentina de Bruselas en agosto de 1914; cuando Julio tenía casi 4 años, su familia volvió a Argentina y se radicó en Banfield donde. se crió junto a su madre, su hermana, su tía y su abuela, luego que su padre los abandonara.

Aunque su infancia se deslizó casi paradisíacamente, Cortázar vivió esos días ensombrecidos por sus sensibilidades excesivas y la ausencia de sus primeros amores.

Maestro normal y luego profesor en Letras, el escritor dio cátedras en pueblos y ciudades del campo bonaerense; y se trasladó a Mendoza donde dictó Literatura Francesa en la Universidad de Cuyo hasta que Juan D. Perón ganó las elecciones presidenciales y él presentó su renuncia.

"Preferí renunciar antes de verme obligado a «sacarme el saco»...", expresó quien a esas alturas ya tenía varios cuentos publicados en las revistas de la época.

De regreso en Buenos Aires, obtuvo el título de traductor público de inglés y francés. Tras cursar en 9 meses, estudios que normalmente insumen 3 años, el esfuerzo le provocó síntomas neuróticos -uno de ellos, la búsqueda de cucarachas en la comida, que logró borrar al escribir Circe-.

Melómano por excelencia -"la música es para mí más importante que la literatura", dijo alguna vez-, reflejó esta particularidad en muchos cuentos, como en El Perseguidor, en el que esboza la figura del saxofonista Charlie Parker.

En la ciudad de las luces

En 1951, viajó a París con una beca de la UNESCO. Allí, trabajó como traductor, se casó en 1953 con Aurora Bernárdez y 30 años después recibió la ciudadanía francesa.

A pesar de su largo tiempo en la ciudad de la Torre Eiffel, "era un argentino esencial", lo definió en una semblanza el mexicano Carlos Fuentes, quien junto a García Márquez compartió con él aquella explosión del boom latinoamericano.

Bajo el seudónimo de Sergio Denis, Julio había editado su primer libro, un poemario titulado Presencia en 1938.

Pero lo que significó un giro en su trayectoria literaria fue Bestiario, su primera -y tal vez insuperable- colección de cuentos.

En 1960, vió la luz su primera novela Los Premios, si bien continúa su producción narrativa con, entre otros, Todos los fuegos el fuego; La vuelta al día en ochenta mundos y Los autonautas de la cosmopista (escrito en 1983 a 4 manos con su tercera mujer, Carol Dunlop, fallecida un año antes).

Pero es Rayuela (en 1963) lo que traza un hito en su carrera.

Más de 2 décadas después, luego de su último viaje a Buenos Aires en diciembre de 1983 ya enfermo de leucemia, retorna a París para cerrar sus ojos para siempre en el Hospital Saint Lazare el 12 de febrero de 1984. (Ftes: Télam, juliocortazar.com.ar)
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Mensaje  Damablanca Mar Feb 10, 2009 9:07 pm

Gracias por todos estos datos, Ety.

Muy interesante leerlos.

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Mensaje  Ety Miér Feb 11, 2009 12:31 am

Cortázar y el cine, una relación productiva e inagotable

Aunque los cuentos del escritor suponen una fuente inagotable de inspiración, nadie se ha atrevido a llevar la novela Rayuela a la pantalla grande.

Dpa


Berlín. El último en adaptar un relato de Julio Cortázar al cine fue el argentino Diego Sabanés para su ópera prima, Mentiras piadosas, película estrenada en 2008 y basada en el libro La salud de los enfermos.

El fascinante y ambiguo universo cortazariano ha seducido desde los años 60 a numerosos directores, entre ellos leyendas como Michelangelo Antonioni y Jean Luc Godard, y al argentino Manuel Antín, el mayor adaptador del escritor a la pantalla grande.

Algunas de las películas inspiradas en textos de Cortázar se convirtieron en verdaderos clásicos del cine. Blow Up (1966), de Antonioni, es seguramente el mejor ejemplo de ello.

El argentino Antín, a punto de cumplir los 83 años, es en tanto el más experimentado adaptador de Cortázar e incluso trabajó para ello codo a codo con el escritor.

En 1961 filmó La cifra impar, basada en el cuento "Cartas de mamá", del libro Las armas secretas. La película altera la narración cronológica y espacial al estilo nouvelle vague y a imitación de la estructura tan propia del mismo Cortázar.

Al escritor le gustó la adaptación y autorizó que Antín hiciera otras. En 1963, el director realizó Circe, sobre un cuento del libro Bestiario, con el mismo Cortázar como dialoguista.

Le siguió Intimidad de los parques (1964), basada en los cuentos Continuidad de los parques y El ídolo de las Cícladas.

A nivel internacional fueron los europeos Antonioni y Godard los que hicieron que Cortázar pasara a los anales de la historia del cine.

El italiano, fallecido en 2007, trasladó en Blow Up el relato Las babas del diablo al "swinging London" de los Beatles con David Hemmings en la piel de un fotógrafo que es testigo de un asesinato y busca esclarecerlo a partir de sus fotos.

Godard, en tanto, adaptó en Weekend (1967) el cuento "La autopista del sur", del libro Todos los fuegos el fuego, ambientado en un embotellamiento gigante con Mireille Darc y Jean Yanne.

El escritor también fue objeto de varios documentales, los más conocidos Cortázar, de Tristán Bauer, y Cortázar: apuntes para un documental, de Eduardo Montes Bradley, ambos argentinos.

Pero si los cuentos del argentino suponen una fuente inagotable de inspiración para los cineastas, nadie se ha atrevido hasta ahora con la monumental novela Rayuela, aunque más de uno se vio tentado a hacerlo.

Poner en imágenes el París que recorre Horacio y darle un rostro a la enigmática y encantadora Maga seguirá siendo, por lo tanto y por ahora, tarea de la imaginación de cada lector.
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Mensaje  Ety Jue Feb 12, 2009 7:09 pm

Un pequeño homenaje a Cortázar desde este foro, a 25 años de su partida:



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¿Encontraría a la Maga?



¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts; a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo del dentífrico.

Pero ella no estaría ahora en el puente. Su fina cara de translúcida pie se asomaría a viejos portales en el ghetto de Marais, quizá estuviera charlando con una vendedora de papas fritas o comiendo una salchicha caliente en el boulevard de Sébastopol. De todas maneras subí hasta el puente, y la Maga no estaba. Ahora la Maga no estaba en mi camino, y aunque conocíamos nuestros domicilios, cada hueco de nuestras dos habitaciones de falsos estudiantes en París, cada tarjeta postal abriendo una ventanita Braque o Ghirlandaio o Max Ernst contra las molduras baratas y los papeles chillones, aún así no nos buscaríamos en nuestras casas. Preferíamos encontrarnos en el puente, en la terraza de un café, en un cine-club o agachados junto a un gato en cualquier patio del barrio latino. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra. Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pintos o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos fríos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre el ferrocarril, y desde allí lo tiré con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de walkyria. Y en el fondo del barranco se hundió como un barco que sucumbe al agua verde, al agua verde y procelosa, a la mer qui est plus félonesse en été qu’en biver, a la ola pérfida, Maga, según enumeraciones que detallamos largo rato, enamorados de Joinville y del parque, abrazados y semejantes a árboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película húngara. Y quedó entre el pasto, mínimo y negro, como un insecto pisoteado. Y no se movía, ninguno de sus resortes se estiraba como antes. Terminado. Se acabó. Oh Maga, y no estábamos contentos.

¿Qué venía yo a hacer al Pont des Arts? Me parece que este jueves de diciembre tenía pensado cruzar a la orilla derecha y beber vino en el cafecito de la rue des Lombards donde madame Léonie me mira la palma de la mano y me anuncia viajes y sorpresas. Nunca te llevé a que madame Léonie te mirara la palma de la mano, a lo mejor tuve miedo de que leyera en tu mano alguna verdad sobre mí, porque fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones, y lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro. De manera que nunca te llevé a que madame Léonie, Maga; y sé, porque me lo dijiste, que a vos no te gustaba que yo te viese entrar en la pequeña librería de la rue de Verneuil, donde un anciano agobiado hace miles de fichas y sabe todo lo que puede saberse sobre historiografía. Ibas allí a jugar con un gato, y el viejo te dejaba entrar y no te hacía preguntas, contento de que a veces le alcanzaras algún libro de los estantes más altos. Y te calentabas en su estufa de gran caño negro y no te gustaba que yo supiera que ibas a ponerte al lado de esa estufa. Pero todo esto había que decirlo en su momento, sólo que era difícil precisar el momento de una cosa, y aún ahora, acodado en el puente, viendo pasar una pinaza color borravino, hermosísima como una gran cucaracha reluciente de limpieza, con una mujer de delantal blanco que colgaba ropa en un alambre de la proa, mirando sus ventanillas pintadas de verde con cortinas Hansel y Gretel, aún ahora, Maga, me preguntaba si este rodeo tenía sentido, ya que para llegar a la rue des Lombards me hubiera convenido más cruzar el Pont Saint Michel y el Pont au Change. Pero si hubieras estado ahí esa noche, como tantas otras veces, yo habría sabido que el rodeo tenía un sentido, y ahora en cambio envilecía mi fracaso llamándolo rodeo. Era cuestión, después de subirme el cuello de la canadiense, de seguir por los muelles hasta entrar en esa zona de grandes tiendas que se acaba en el Chatelet, pasar bajo la sombra violeta de la Tour Saint Jacques y subir por mi calle pensando en que no te había encontrado y en madame Léonie.

Sé que un día llegué a París, sé que estuve un tiempo viviendo de prestado, haciendo lo que otros hacen y viendo lo que otros ven. Sé que salías de un café de la rue du Cherche-Midi y que nos hablamos. Esa tarde todo anduvo mal, porque mis costumbres argentinas me prohibían cruzar continuamente de una vereda a otra para mirar las cosas más insignificantes en las vitrinas apenas iluminadas de unas calles que ya no recuerdo. Entonces te seguía de mala gana, encontrándote petulante y malcriada, hasta que te cansaste de no estar cansada y nos metimos en un café del Boul’Mich’ y de golpe, entre dos medialunas, me contaste un gran pedazo de tu vida.

Cómo podía yo sospechar que aquello que parecía tan mentira era verdadero, un Figari con violetas de anochecer, con caras lívidas, con hambre y golpes en los rincones. Más tarde creí, más tarde hubo razones, hubo madame Léonie que mirándome la mano que había dormido con tus senos me repitió casi tus mismas palabras. “Ella sufre en alguna parte. Siempre ha sufrido. Es muy alegre, adora el amarillo, su pájaro es el mirlo, su hora la noche, su puente el Pont des Arts.” (Una pinaza color borravino, Maga, y por qué no nos habremos ido en ella cuando todavía era tiempo.)

Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos, y entonces primero cosas como estrellas amarillas (moviéndose en una jalea de terciopelo), luego saltos rojos del humor y de las horas, ingreso paulatino en un mundo-Maga que era la torpeza y la confusión pero también helechos con la firma de la araña Klee, el circo Miró, los espejos de ceniza Vieira da Silva, un mundo donde te movías como un caballo de ajedrez que se moviera como una torre que se moviera como un afil. Y entonces en esos días íbamos a los cine-clubs a ver películas mudas, porque yo con mi cultura, no es cierto, y vos pobrecita no entendías absolutamente nada de esa estridencia amarilla convulsa previa a tu nacimiento, esa emulsión estriada donde corrían los muertos; pero de repente pasa por ahí Harold Lloyd y entonces te sacudías el agua del sueño y al final te convencías de que todo había estado muy bien, y que Pabst y que Fritz Lang. Me hartabas un poco con tu manía de perfección, con tus zapatos rotos, con tu negativa a aceptar lo aceptable. Comíamos hamburgers en el Carrefour de l’Odéon, y nos íbamos en bicicleta a Montparnasse, a cualquier hotel, a cualquier almohada. Pero otras veces seguíamos hasta la Porte d’Orléans, cono-cíamos cada vez mejor la zona de terrenos baldíos que hay más allá del Boulevard Jourdan, donde a veces a medianoche se reunían los del Club de Serpiente para hablar con un vidente ciego, paradoja estimulante (...)
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Mensaje  Ety Dom Feb 15, 2009 2:51 am

Cortázar y sus lecciones de libertad

Tomás Eloy Martínez
Para LA NACION



El 12 de febrero de 1984, un domingo del que se acaban de cumplir veinticinco años, Julio Cortázar murió en el hospital St. Lazare, en París. Un mes antes había atravesado por última vez la puerta de la casa de la rue Martel, donde se refugió tras la pérdida de Carol Dunlop, el gran amor de su vida. En diciembre había regresado a Buenos Aires para celebrar en las calles la reconquista de la democracia. Pidió una audiencia con el presidente Raúl Alfonsín, pero regresó a París después de esperar en vano una respuesta.

Más de una vez hablé del tema con Aurora Bernárdez, su primera y devota esposa, a quien el escritor confió el cuidado de su obra. Aurora, que lo conoció como nadie y estuvo junto a su cama en los días finales, recibió por terceros una explicación del incidente, según la cual nadie le avisó a Alfonsín que Julio quería verlo. Un literato notorio habría sugerido a los asesores que el presidente no lo recibiera, porque la figura de Cortázar, demasiado identificada con los movimientos revolucionarios de Cuba y de Nicaragua, irritaría a los militares que aún no se habían retirado por completo. Aurora supone que debió de ser así y desliza el nombre de alguien que, según ella, jamás le perdonó a Julio el lugar de privilegio que ocupaba junto a otros grandes como Fuentes y García Márquez.

Cortázar nunca se repuso de esa herida. Sabía que no iba a regresar, que la leucemia le dejaba pocas incertidumbres sobre la proximidad de la muerte. Se llevó, al menos, el cariño de los jóvenes que lo reconocieron por la calle, los recuerdos de un par de jueves de ronda con las Madres de Plaza de Mayo, los aplausos que lo hicieron llorar en una función de Teatro Abierto.

Por medio de un amigo dejó un mensaje al presidente de la democracia recuperada: "Ojalá que todo le salga bien". Se dirigía a Alfonsín, pero también a su país. Porque, como siempre creyó, su país era la Argentina: "Mis lectores me consideran un escritor argentino, incluso muy argentino", le dijo a Luis Harss en la entrevista que se incluye en Los nuestros , el libro que dio forma al boom. "Creo que ser argentino es participar en una serie de valores y disvalores, en los planos más diversos, en asumirlos o rechazarlos, en entrar en el juego o tirar la pelota afuera."

Entre los papeles inéditos que Alfaguara publicará a comienzos de mayo -cinco cajones repletos que Aurora encontró a fines de 2006 en la vieja casa de Grenelle, donde ambos vivieron durante más dos décadas-, hay una entrevista a sí mismo en la que Cortázar se refiere a su identidad.

Al dictador Roberto Viola le habían pedido una opinión sobre argentinos exiliados a los que él consideraba enemigos del país, agentes de la subversión y otros cargos por el estilo. Cuando se mencionó el nombre de Cortázar, Viola fingió sorpresa: "Que yo sepa", dijo, "ese señor es francés y no tiene nada que ver con nosotros." Luego de treinta años de vivir en París y de dos rechazos a su petición de ciudadanía, el gobierno socialista de François Mitterrand al fin le había concedido a Cortázar la doble nacionalidad, para ahorrarle nuevos trastornos burocráticos.

Julio se sintió en la necesidad de distinguir entre "lo que va del patriotismo legítimo al nacionalismo de consignas y arengas". En la entrevista -entregada al semanario brasileño Veja - declaró que el pasaporte francés lo hacía sentir más argentino y más latinoamericano que nunca, puesto que lo proveía "de nuevos medios y de nuevas fuerzas para seguir luchando contra los regímenes que infaman el Cono Sur".

En París, Cortázar había escrito una decena de libros en castellano dedicados al público de la Argentina y de América latina. Que eso importara menos que un documento de tapas azules le parecía pura lógica de cuartel. "Sé dónde tengo el corazón -escribió- y por quiénes late."

Siempre lo había sabido, o acaso sea más preciso decir que lo descubrió en su lenguaje al pasar de Los reyes (1949), poema dramático muy torre de marfil y muy laberinto griego, a los cuentos de los tres libros siguientes, Bestiario (1951), Final de juego (1956) y Las armas secretas (1959). Quizás importe precisar que, en ese tránsito, se graduó de traductor y se mudó a París, donde tomó conciencia de su argentinidad esencial.

La amistad con Fuentes y Vargas Llosa le permitió entender que las raíces de su país estaban en América latina, décadas antes de que la crisis económica le revelara a la Argentina que su realidad se parecía más a las realidades mestizas del continente al que pertenecía que a las de la Europa que la había educado.

Escribía desde niño, aunque sólo para sí mismo. "Como tengo una idea muy alta de la literatura -le dijo a Harss-, me parecía muy estúpida la costumbre de publicar cualquier cosa como se hacía en la Argentina de entonces." Los reyes le pareció, a los treinta y cinco años, un texto serio. Y lo era, pero también era un texto anacrónico. Poco a poco le fue perdiendo respeto a la literatura, entró en confianza y terminó burlándose de ella.

Estaba a un paso de cumplir medio siglo cuando publicó Rayuela . En los Papeles inesperados de Alfaguara se incluye una evocación que hizo diez años más tarde, en la que declara su asombro porque los personajes individualistas de su novela, absortos en búsquedas metafísicas, hubieran sido capaces de atraer a una generación que soñaba con cambiar el mundo, no para ellos sino para todos. "Mientras los «viejos», los lectores lógicos de ese libro, escogían quedarse al margen, los jóvenes y Rayuela entraron en una especie de combate amoroso, de amarga pugna fraterna y rencorosa al mismo tiempo, e hicieron otro libro de ese libro, que no les había estado conscientemente destinado."

Ese libro, sin embargo, iba a deslumbrar a más lectores de los que Julio se atrevía a imaginar. E iba a hacerlo durante más tiempo que cualquier otro libro de la época, llevándose por delante a viejos y jóvenes y a las generaciones para las que él sigue siendo el autor muerto de una obra viva, al que se relee en estado de incesante sorpresa.

Estos Papeles inesperados rescatan tres nuevas historias de cronopios, famas y esperanzas, y un capítulo omitido de Libro de Manuel , junto con reflexiones sobre su obra y sobre la política de aquellos años, desventuras de su álter ego Lucas en lucha con las erratas, y hasta un juvenil Discurso del Día de la Independencia que su madre guardó desde 1938.

Esas ráfagas del más puro Cortázar coinciden con los homenajes que le tributa la ciudad de sus amigos y a la que dedicó una maravillosa elegía sobre los paisajes perdidos para siempre: "las lecherías abiertas en la madrugada", "el superpullman del Luna Park", "la fealdad de plaza Once", "el reloj de la torre de Retiro", "los olores de la platea del Colón", "las aceras mojadas de la calle Corrientes".

Recuerdo que en 1972, cuando volvió a Buenos Aires por muy pocos días, me habló de los movimientos incesantes del lenguaje nacional: "Antes -dijo, mostrando un billete de mil pesos- a esto se lo llamaba «fragata» y ahora se le dice «luca»". Le respondí que la constante devaluación del peso iba a librarnos pronto de esa desorientación lingüística, pero al leer en sus nuevos textos la expresión "diez guitas" advertí cuán alerta se mantenía ante esa lengua que era suya, la de su país y la de su obra.

Si Borges dejó en la literatura argentina el lujo de una escritura inteligente en la que cabía el universo, Cortázar enseñó a trastrocar todos los órdenes del lenguaje y a recuperar el desdeñado acento latinoamericano. Rayuela fue, en muchos sentidos, la cifra de generaciones. Es una felicidad rebelarse contra el mandato que Cortázar inscribe en el Tablero de Direcciones de la primera página y releer la novela en desorden, abriéndola en cualquier parte. El autor aconsejaba seguir cierto orden en los capítulos, pero no se habría quejado de la desobediencia, porque estaba a favor de todas.

En la Argentina, y me consta que también en otras partes, Cortázar fue el resumen de su época. Los sesenta y las décadas que siguieron le deben la libertad para hablar de sexo, criticar las costumbres pequeñoburguesas, quitarles el almidón a las palabras y a las cosas. Libertad era su consigna, el santo y seña de su generosa vida. Y porque la aspiración de ser libre está en el aliento de la especie humana, la obra de Cortázar se sigue leyendo con pasión, a veinticinco años de su muerte, como si todavía estuviera escribiéndola.
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Mensaje  Ety Mar Feb 17, 2009 1:32 am

Cartas inéditas y memorias: Julio Cortázar de puño y letra
Por:Martín Zelaya Sánchez

Una boliviana que fue amiga del autor argentino cuenta las preocupaciones y afanes del creador de Rayuela, durante su última década de vida. En la siguiente página (6) se pueden disfrutar de fragmentos de varias de sus cartas

Como siempre, lo más terrible es la lucha contra el olvido —le dice Julio Cortázar a su amigo, el poeta cubano José Lezama Lima, en una carta fechada el 2 de enero de 1974—; la gente se cansa hasta de las peores tragedias y pasa a otros temas”. El gran Cronopio se refiere al reciente golpe de Estado de Augusto Pinochet en Chile.

“Mi querida Rosario. Me diste una gran alegría con tu carta tan tuya. Sé muy bien que estoy en deuda contigo, una gran deuda imperdonable; pero si te hago una mera síntesis de lo que ha sido mi vida en estos meses, comprenderás mi silencio…”.

El 3 de agosto de ese mismo año, el autor de Historia de cronopios y de famas le escribió estas líneas a Rosario Santos, una agente y gestora cultural boliviana a quien había conocido meses antes en Nueva York, Estados Unidos.

“Fui a recibirlo al aeropuerto, —cuenta ella— porque no hablaba inglés muy fluidamente. Congeniamos muy bien y lo primero que me dijo era que quería conocer la bohemia de la Gran Manzana. Esa misma noche nos fuimos a un par de cafés a oír jazz”.

El jueves 12 de febrero se cumplieron 25 años de la muerte del genial escritor argentino. Decenas de homenajes de todo tipo se organizaron en el mundo; los más, en el Buenos Aires que tanto amó y en la vieja París que le catapultó al mundo.

Desde la sala de su casa en Sopocachi, inundada de obras de arte de grandes artistas sudamericanos como Mario Toral (Chile), Omar Rayo (Colombia), Antonio Amaral (Brasil) y la paceña María Luisa Pacheco, la amiga boliviana de Julio Cortázar nos obsequia los recuerdos de una intensa amistad, ergo: veladas de tertulia y jazz, intercambio de lecturas, arte y emprendimientos culturales y sociales.

Diez años de frecuente carteo entre Nueva York, París y decenas de destinos del cosmopolita autor; la imagen de un paseo por las márgenes del Sena; extractos de cartas dirigidas a su “querida bolivianita”, a máquina y en puño y letra; y —otra joya— un poema inédito (o casi) que el poeta chileno Gonzalo Rojas —Premio Cervantes 2003— dedicó a Cortázar a poco de su fallecimiento y envió a Rosario, en ese entonces (febrero de 1984) editora de la revista estadounidense Review, dedicada a la literatura y artes latinoamericanas.

Ese enorme niño eterno

Además de haber concebido algunos de los cuentos más perfectos de la historia de la literatura en español, de haber revolucionado el estilo convencional de hacer novela con Rayuela (1963), y de ser punta de lanza del boom de las letras latinoamericanas junto con Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, Julio era un frenético lector y escritor de epístolas.

No en vano sus Cartas 1969-1983, recopiladas por Alfaguara, ocupan tres gruesos tomos, 1.838 páginas, casi un millar de misivas a familiares, amigos, escritores, editores, periodistas y lectores.

No incluye esta publicación la correspondencia con Rosario, inédita, casi secreta; guardada en el baúl y la memoria hasta que un cuarto de siglo de ausencia le parecieron suficientes. Y demasiado.

“Acabo de volver de Viena —continúa contando Julio a su amiga— donde pasé un mes trabajando, y esta tarde salgo para Venecia donde la Bienal organiza una serie de actos de solidaridad con Chile”.

Santos es la autora de The Fat Man From La Paz (1996), una de las más divulgadas antologías en inglés de relatos de autores bolivianos. Entre 1970 y 1985 trabajó en el Center of Interamerican Relations —hoy American Society— en el que promovió, difundió y organizó diferentes expresiones artísticas destinadas a dar a conocer a creadores latinoamericanos en Estados Unidos.

“El 74 yo estaba de asistente del Departamento de Literatura, y cuando tocó organizar una reunión del PEN, en pleno contexto de dictaduras e intelectuales exiliados, decidimos enfocar el encuentro a que escritores norteamericanos conocieran a los de América Latina”.

Luego de recibir a Julio, se fueron de paseo. “Me acuerdo que tardó tanto en salir que pensé que había perdido el vuelo. Lo que pasó fue que lo detuvieron en inmigración y le hicieron un duro cuestionario porque su nombre ya figuraba como activista contra las dictaduras”.

A la par que a Julio le fascinaba la enorme Nueva York y su inabarcable vida cultural, Rosario —como todos quienes lo trataron— no dejó de percibir, deslumbrada, ese extraño halo que se le atribuye a Cortázar. “Sí, como todos dicen, parecía un niño, pese a ser tan alto. Un niño por su mirada inocente, su carisma y mística; un niño con una cultura y sabiduría impresionantes…”.

Idas y vueltas

Después de varias décadas de vivir y trabajar, siempre en arte y literatura, Rosario volvió a su La Paz natal y sólo ahora, a tono con la efemérides, decide compartir este pequeño gran tesoro: las memorias de una amistad con uno de los mayores exponentes de la literatura universal del siglo XX.

“Dentro de diez días salgo para Caracas. Tremendo viaje para asistir a otro congreso, esta vez de periodistas de izquierda en defensa de Chile. Ya te darás cuenta del descalabro que este tipo de vida provoca en mi correspondencia personal”.

En 1975, la Feria del Libro de Fráncfort, Alemania —aún hoy la más grande del mundo—, estuvo dedicada a América Latina y fue la consolidación europea de los libros y autores del boom, y abrió además camino otros escritores posteriores.

“Ahí nos encontramos por segunda vez, y pudimos charlar con más calma. Recuerdo además haber compartido mucho con Manuel Puig, una persona maravillosa, y otros escritores y editores, como la española Carmen Balcells —famosa representante de grandes autores—”.

“En mi próxima carta espero darte detalles concretos sobre nuestra reunión. Por el momento sólo sé que será en marzo del próximo año en Nueva York. Me alienta mucho lo que me dices sobre el deseo de colaborar y participar que tiene mucha gente en los Estados Unidos…”.

Viajero infatigable, Julio no pasó jamás por Bolivia. “‘Algún día voy a llegar a tu país, ya vas a ver’, me repetía cada vez que nos encontrábamos”.

“Mándame unas líneas, yo vuelo a París a fines de octubre y esperaré allí tus noticias. Entonces sé que podré escribirte una larga carta”.

París, México, y Nueva York varias veces más. Años de encuentros y correspondencia. “La última vez que lo vi fue en diciembre del 83, a dos meses de su muerte. Llegó a Estados Unidos para un congreso de derechos humanos y, como siempre, me llamó apenas aterrizó. Fuimos a desayunar y al verlo me impactó su rostro muy agotado, demacrado y triste; pensé que era porque pocos meses antes había muerto Carol (Dunlop, su segunda esposa)”. Era eso y más.

Julio no dejaba de repetir, aquellos días, que había hecho un gran esfuerzo para viajar. Su dolor y angustia eran grandes, pero no tanto como su conciencia y responsabilidad social. Entonces andaba pregonando y defendiendo la revolución sandinista en Nicaragua.

“Hizo su ponencia en casa, en mi máquina de escribir. Al despedirse me dijo que pasando el Año Nuevo iba a hacerse unos chequeos médicos. Luego supe que al llegar a París se internó en una clínica y no salió nunca más”.

Ya internado en París, el 28 de diciembre, el innovador novelista, original inventor de híbridos textos de prosa poética —a caballo entre ensayo, parodia, poesía y crónica—; activista social riguroso, amante y erudito del jazz y el blues, e insuperable cuentista, le escribía a su amigo Jean L. Andrew. “Sigo enfermo y no puedo escribirte largo. Te agradezco tus páginas sobre lo que viste en Argentina. Pienso volver en marzo y quedarme dos meses para ir un poco al interior. Me reciben con mucho amor y no se enojan por lo que dije en las entrevistas. Se creen ya ‘en democracia…’”.

Nunca más volvió.

Adiós a Julio Cortázar

Gonzalo Rojas

Ha el corazón tramado un hilo duro contra lo arbitrario del aire, ha hilado la Espera que ya está ahí, a un metro, ha del rey pacientemente urdido la túnica, la desaparición.

Lo ha en su latido palpitado todo: el catre último, atlas las bellísimas nubes, éste pero no otro amanecer. Lo aullado aullado está. Nubes, interminablemente nubes.

Es que no se entiende. Es que este juego no se entiende. Ha el Perseguidor después de todo echádose largo en lo más óseo de su instrumento a nadar Montparnasse abajo, a tocar otra música.

Ha fumado su humo, solo contra las estrellas, ha reído.

21-II- 84

Querida Rosario

Un fuerte abrazo

Gonzalo Rojas

Escribió esto último el reconocido vate chileno con plumafuente negro, al pie del mecanuscrito de este poema que dedicó al Cronopio.

“Había conocido a Gonzalo muchos años antes en Nueva York —comenta Rosario— y a poco de la muerte de Julio me llamó y me dijo que acababa de escribir este poema. Lo publicamos en el Review que salió poco después y, que yo sepa, no apareció nunca más en otro libro”.

Un paseo por el Sena


Nairobi, 27 de octubre de 1976

Querida bolivianita,

Te escribo desde Nairobi, en el piso 18 del Conference Center donde se lleva a cabo la reunión de la UNESCO. Desde mi ventana se ve un inmenso panorama. El centro de la ciudad a mis pies. Es grande y animada; llena de flores y de mujeres que parecen antílopes y gacelas, y más allá las interminables planicies que imagino llenas de leones y de elefantes…

¿Y ves que tu carta llegó a Nairobi? Eso sí, después de extraños itinerarios que dejaron sus huellas en el sobre. El más impresionante dice Kenya Police/Security Checked. Espero que al inspector que abrió el sobre le haya gustado la preciosa foto a orillas del Sena, y haya podido admirar lo bien que se te ve tan chiquita a mi lado, y con el fondo del Sena y del Louvre en la otra orilla.
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Mensaje  Joan Mar Feb 17, 2009 9:16 pm

Rayuela es uno de los libros que mas me han impactado. Cortázar es único.

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Mensaje  Ety Sáb Feb 21, 2009 1:38 am

Las cartas de Cortázar a una amiga boliviana revelan su lado mas personal
Lorena Arroyo



Una veintena de cartas enviadas por el escritor argentino Julio Cortázar a Rosario Santos, una amiga boliviana, revelan el lado más personal de uno de los grandes genios de la Literatura latinoamericana.

Nacido en Bruselas en 1914 de padres argentinos, el autor de "Rayuela", fallecido hace 25 años en París, relata a su amiga en esas misivas sus preocupaciones personales, le recomienda lecturas, le da consejos personales y reflexiona sobre asuntos políticos.

La destinataria de las cartas, la "bolivianita", como se refiere a ella Cortázar, es Rosario Santos, una mujer casi octogenaria pero de aspecto y espíritu joven, que ha dedicado gran parte de su vida a la promoción de la literatura latinoamericana en Estados Unidos.

Desde París, Nairobi o Mallorca, Rosario recibió entre 1974 y hasta la muerte del escritor, el 12 de febrero de 1984, una veintena de cartas de Julio, su amigo y consejero.

"Era una persona sumamente sencilla y humana, muy dispuesta a escuchar y muy profunda en sus apreciaciones y en todo lo que pasaba alrededor", afirmó a Efe Rosario en su casa del tranquilo barrio de Sopocachi, en la ciudad de La Paz.

Esta mujer tenía 44 años cuando conoció a Cortázar en mayo de 1974. Ella trabajaba entonces en el Centro de Relaciones Interamericanas en Nueva York que, en su vertiente literaria, tenía por objeto aproximar a los escritores hispanos a EEUU en la época del llamado 'boom latinoamericano'.

El escritor llegó a Nueva York para participar en una conferencia y Rosario Santos fue la encargada de recibirle en el aeropuerto.

"Nos preocupamos porque Julio no salía y pensábamos que había perdido el avión (...) pero es que lo habían detenido en inmigración para hacerle preguntas porque era conocido por su intensa actividad política" en relación con Latinoamérica, explicó.

"Nos caímos muy bien y esa misma noche me dijo que quería conocer los lugares del jazz en Nueva York y estuvimos ahí conversando. Fue un encuentro muy espontáneo, de un entendimiento y de una amistad que se extendió por diez años", relató Rosario.

Desde aquel encuentro hasta dos meses antes de la muerte del autor, se vieron varias veces: en Fráncfort en la feria del libro de 1975; en París y cuando el escritor daba conferencias en Estados Unidos donde, recuerda la editora, "Julio tenía una calada muy fuerte".

Pero principalmente en aquellos años se estableció entre ellos una intensa amistad por correspondencia.

Veinticinco años después de la muerte de este icono literario, Rosario Santos ha accedido a sacar a la luz algunos fragmentos de esas cartas que guarda como un tesoro junto a sus fotografías con el propio Cortázar y con otros grandes nombres de las letras hispanas como Octavio Paz, Jorge Luis Borges o Juan Rulfo.

Las preocupaciones más vitales e incluso íntimas del autor de "Historias de cronopios y famas", sus inquietudes políticas y reflexiones literarias son sólo algunos de temas que marcaron esa relación epistolar.

Por ejemplo, un año después de su primer encuentro, Cortázar, en una carta desde París, comparte con Rosario que antes de dormir se imaginaba "algo así como una gran playa del tiempo" en la que se instalaría con sus libros y discos sin "obligaciones inmediatas".

"Y volvería a vivir por un momento, como muchas veces viví en mi juventud, saboreando el instante puro, sin que estuviera contaminado, como ahora, por el futuro y sus exigencias. Pero esos son sueños de pequeño burgués como dirían mis compañeros de luchas...", añade el fragmento de la misiva.

"Es triste que vivamos en una época en que se tiene poco tiempo para leer de corrido libros muy extensos (...) Habría que inventar pedazos de tiempo libre para que uno pudiera comprar al mismo tiempo que un libro. El vendedor entregaría el libro y el tiempo necesario para leerlo", escribió en noviembre de 1976 desde Nairobi.

Otra de las constantes de Cortázar en estas cartas es su fuerte compromiso político contra las dictaduras militares, como las de Augusto Pinochet en Chile y Jorge Videla en Argentina.

"Lo malo es que los Videla y los Pinochet, 'inter alia', me siguen obligando a dedicar la mayoría de mi tiempo a actividades para las que, desde luego, no nací, pero que debo asumir", confesó a Rosario en una carta firmada en julio de 1979 y fechada en Mallorca.

"No sé exactamente qué es lo que le impulsó a abrir su mente, su corazón y sus ojos a lo que estaba pasando en América Latina. Pero dedicó muchísimo tiempo de su vida" a la defensa de los derechos humanos, explicó la editora que recuerda cómo Cortázar apoyó especialmente la Revolución Sandinista de Nicaragua.

"Julio nos impactó y su pensamiento ayudó a entender mejor la literatura y a comprender los problemas que estaban surgiendo en nuestros países", concluyó.
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Mensaje  Ety Mar Mar 03, 2009 1:15 am

Recuerdan escritores mexicanos a Julio Cortázar a 25 años de su muerte


Existía la leyenda de que Julio Cortázar era inmortal, no fue así, pero a 25 años de su muerte, conserva aún hoy en día la frescura, la juventud y la originalidad de esa flor amarilla que recreó en su cuento para beneficio de sus lectores, señaló Hernán Lara Zavala, al participar en el homenaje al escritor argentino, que se le rindió en el Palacio de Bellas Artes.

En este homenaje, denominado "Las armas secretas de Julio Cortázar: in memoriam, a 25 años de su fallecimiento", participaron también los escritores Eduardo Casar, Mario González Suárez, Ignacio Solares y Emmanuel Carballo.

En una repleta Sala Manuel M. Ponce, Hernán Lara Zavala señaló que Cortázar logró inventar su propio tipo de cuento gracias a varios escritores. "Pero él, el gran prestidigitador, juega con las palabras para transportarlas de una realidad a otra".

"Muchas veces sus protagonistas tienen ese doble que amenaza, los perturba, los doblega e incluso los mata, pero en sus cuentos siempre existe ese otro, a veces un tanto abstracto, a veces amenazante, absurdo, humorístico, conmovedor que nos hace conscientes de nuestra estatura humana y que nos permite identificar nuestros temores, dudas, regocijos y amores", expresó.

Eduardo Casar consideró que toda la difusión que se haga de la obra de Cortázar en los medios de comunicación es una invitación a la lectura, porque nada sustituye a la experiencia personal, privada,interna de cada uno de los lectores. "Si yo no hubiera conocido la literatura de Cortázar hubiera sido economista. Yo iba a estudiar esa carrera pero cuando me cayó en las manos `Rayuela", cambié esa decisión por una carrera de literatura. Sin Cortázar no hubiera sido un profesor de literatura en la UNAM y la Sogem y creo que mi vida sería un poco más pobre".

Casar conoció a Cortázar cuando éste vino a México a dar una conferencia, poco antes de su muerte. "Fui el chofer que se encargó de recogerlo de un bar donde se encontraba para llevarlo a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM", refirió.

Era un tipo muy alto y lo recogió en un Volkswagen, así que lo tuvo que doblar en varias partes para que entrara y simplemente le dije que sin su literatura yo sería muy distinto, y él agradeció que se lo hubiera dicho, rememoró.

El crítico literario Emmanuel Carballo indicó, por su parte, que la gran virtud de Cortázar era su capacidad de innovar, de noescribir dos veces el mismo libro, de ensayar nuevos procedimientos.

"Su defecto más grande fue el haberse muerto y no durar 20 años más para darnos otras cosas de su literatura; quizá su paso por la política nos robó algunos libros que pudieron ser importantes", dijo.

Mario González Suárez recordó que su generación fue educada enel realismo de la Revolución Mexicana, de tal modo que Cortázar fue un hallazgo que no fue de fácil acceso y comprensión por lo diverso de su obra.

Hacer una literatura fantástica no tiene que ver con hablar de cosas sobrenaturales y en ese sentido el verdadero acierto de Cortázar, en cuanto al fenómeno de lo fantástico, está en su capacidad para penetrar en más de una dimensión a la vez, el poder percibir al mismo tiempo diversos planos de la realidad.

Julio Cortázar nació en la embajada de Argentina en Bruselas, Bélgica, el 26 de agosto de 1914. La ciudad estaba tomada por los alemanes y el mismo Cortázar llegó a decir que las circunstancias de su nacimiento fueron "un producto del turismo y la diplomacia".

En 1916 la familia se mudó a Suiza, donde permaneció hasta el fin de la Primera Guerra Mundial, y fue hasta 1918 que Julio -entonces de cuatro años- llegó a suelo argentino.

Frágil y enfermizo, se refugió desde muy temprana edad en la escritura: "Mi primera novela la terminé a los nueve años", llegó a decir, aunque no es sino hasta 1938 que publica su primer libro: la colección de poemas "Presencia", firmada con seudónimo.

Para entonces ya es profesor egresado de la Escuela Normal y desertor de la Facultad de Filosofía y Letras, misma que abandonó tras el primer año, por problemas económicos. Entre 1941 y 1944 publicó diversos textos en revistas literarias y en 1945 salió a la luz su primer libro de cuentos, "La otra orilla", siempre bajo seudónimo.

Mientras seguía escribiendo para publicaciones periódicas, Cortázar obtuvo el título de traductor del inglés y el francés; y en 1951, gracias a una beca, se estableció en París.

Ese mismo año publicó "Bestiario", libro en que pueden verse ya las características que lo acompañarán hasta el final: una imaginación desbordante, la construcción de nuevos mundos sorprendentes y maravillosos, personajes de una gran complejidad psicológica y un gran refinamiento en su escritura.

En 1981, Francois Miterrand le otorgó la nacionalidad francesa; y ese mismo año enfermó de leucemia. Poco después, en 1982, murió su tercera esposa, Carol Dunlop. Siguió una enfermedad larga y dolorosa, que terminó con su fallecimiento el 12 de febrero de 1984.
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Mensaje  Aktea Jue Mar 26, 2009 10:00 pm

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Gracias, Ety, por compartir tanta información sobre este gran maestro. No había visto el apartado y me ha interesado muchísimo. Buscando más cositas encontré este otro documento sobre su tumba en París y un bonito homenaje de compatriotas suyos, espero que les guste.



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Mensaje  Aktea Sáb Mar 28, 2009 7:27 pm

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Pues, ya que podemos y nos gusta tanto, sigamos hablando de Julio y conociéndole mejor.
Encontré un precioso documental sobre su vida que podemos ir saboreando poquito a poco cada día,
creo que merece mucho la alegría Wink
Hoy la primera parte...



Abrazos que nunca acaben
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Mensaje  Ety Dom Mar 29, 2009 8:10 pm

Otro reseña de Cortazar aparecida hoy en La Jornada:


Ignacio Solares

LA OTREDAD

Habría que retomar la revelación que Cortázar le hizo a Aurora poco antes de morir: “No te preocupes más por mí. Voy a marcharme a mi ciudad”, y que se cumple y complementa con la que cita Omar Prego: “Es una ciudad en la cual yo nunca he estado en esta vida despierto.” La muerte, parece, no cabía en ese sitio privilegiado, que además fue la fuente de su literatura.

Toda la novela 62, modelo para armar transcurre en esas tierras fantasmales en las que el tiempo del sueño alcanza una validez verbal definitiva dentro de la obra cortazariana. Los sitios, las calles, los muebles de un cuarto, los árboles que se divisan desde una ventana (hay un árbol “enmascarado por la noche”) se encuentran en una zona franca de atracción de lo inconsciente, al modo en que el músico puede ir pautando una imagen sonora para fijarla. Tal vez porque son personajes de un sueño, es que surgieron del capítulo 62 de Rayuela:

...fuerzas habitantes, extranjeras, que avanzan en procura de su derecho de ciudad. Una búsqueda superior a nosotros mismos como individuos y que nos usa para sus fines, una oscura necesidad de evadir el estado de homo sapiens hacia... ¿qué homo?

Un escritor no elige sus temas –en ocasiones ni siquiera los sitios en donde transcurren esos temas–, en el mismo sentido en que ningún hombre es libre de elegir sus sueños o sus pesadillas. Por eso la creación literaria consiste no tanto en inventar como en transformar, en transvasar ciertos contenidos de la subjetividad más estricta a un plano objetivo de la realidad. Cortázar contaba para esa tarea con la admirable –y angustiosa– característica de todo poeta verdadero: la de ser “otro”, en el sentido más onírico del término... y hasta diurno:

Un día de sol como el de hoy –lo fantástico sucede en condiciones muy comunes y normales– yo estaba caminando por la rue de Rennes y en un momento dado supe –sin animarme a mirar– que yo mismo estaba caminando a mi lado. Algo de mi ojo debía ver alguna cosa porque yo, con una sensación de horror espantoso, sentía mi desdoblamiento físico. Al mismo tiempo razonaba muy lúcidamente: me metí en un bar, pedí un café doble amargo y me lo bebí de golpe. Me quedé esperando y de pronto comprendí que ya podía mirar, que yo ya no estaba a mi lado.

Aunque aquella experiencia haya sido excepcional en su vida –producto de un medicamento que le prescribieron para sus jaquecas crónicas–, el tema del desdoblamiento se quedará permanentemente en sus sueños y en su literatura. Está en “Una flor amarilla” –en donde el personaje se encuentra con un niño que es él mismo en otra etapa–, en “Lejana”, en “Los pasos en las huellas”, en “La noche boca arriba” y, por supuesto, en esos “dobles” que son Oliveira-Traveler y la Maga-Talita.

En el propio Oliveira hay un desdoblamiento –muy parecido al que padeció Cortázar en la realidad – en el capítulo 84 de Rayuela, y a partir de una entrevisión:

Es muy simple, toda exaltación o depresión me empuja a un estado propicio a

lo llamaré paravisiones

es decir (lo malo es eso, decirlo)

una aptitud instantánea para salirme, para de pronto desde fuera aprehenderme, o desde dentro pero en otro plano, como si yo fuera alguien que me está mirando

(mejor todavía –porque en realidad no me veo–: como alguien que me está viviendo).

No dura nada, dos pasos en la calle, el tiempo de respirar profundamente (a veces al despertarse dura un poco más, pero entonces es fabuloso)

y en ese instante sé lo que soy porque estoy exactamente sabiendo lo que no soy (eso que ignoraré luego astutamente). Pero no hay palabras para una materia entre palabra y visión pura, como un bloque de evidencia. Imposible objetivar, precisar esa defectividad que aprehendí en el instante y que era clara ausencia o claro error o clara insuficiencia, pero

sin saber de qué, qué.


Rayuela está plagada de acción y de sucesos, sin duda, pero lo verdaderamente importante que en ella ocurre no es lo que pueda resumirse y cifrarse de manera concreta –los avatares existenciales de Oliveira, las raras coincidencias que lo acercan o alejan de la Maga, la muerte de Rocamadour, las crípticas conversaciones con los amigos, las numerosas referencias a libros y obras musicales con que envuelve y enriquece su libro el astuto narrador–, lo verdaderamente importante de Rayuela es que nos revela una realidad otra, distinta de la que sirve de escenario a los sucesos, que se va trasluciendo al sesgo conforme se avanza –y brinca– en los capítulos que la componen, obligándonos a compartir la certidumbre de que la verdadera vida, la genuina realidad, está escondida bajo aquella en la que conscientemente vivimos.

La historia de un escritor, dice Roland Barthes, es la historia de un tema y sus variaciones. La culpa en Dostoievsky, el juicio en Kafka, la nostalgia en Proust, el absurdo en Camus, la aventura en Hemingway, el laberinto en Borges. En el caso de Cortázar ese tema es, precisamente, la otredad. Obsesiva, recurrente, esa intención central abraza su obra. Un tema único que sus ficciones van desarrollando a saltos y retrocesos, desde perspectivas diferentes y métodos distintos. Este denominador común hace que sus cuentos y novelas –y hasta buena parte de sus ensayos– puedan leerse como fragmentos de un vasto, disperso, pero al mismo tiempo riguroso proyecto creador, dentro del cual encuentra cada uno de ellos su plena significación y hasta su posible interpretación: tal como sucede en un sueño, con un contenido manifiesto y un contenido latente:

La búsqueda de lo otro es el tema y la razón de ser de Rayuela. Todo el libro gira en torno a ese sentimiento de falta, de ausencia, y aunque el protagonista está lejos de llegar a la meta que vagamente entrevé, su epopeya cósmica, no es más que esa especie de búsqueda de un Santo Grial en el que no hay la sangre de un dios, sino quizás el dios mismo; pero ese dios sería el hombre, aquí abajo, el hombre libre de todo lo que lo condiciona y lo deforma, empezando por los dioses mismos.

Cortázar aseguraba haber leído en sus años juveniles toda la obra de Freud, con un interés creciente y, casi, como si se tratara de una novela policíaca. Aunque nunca quiso psicoanalizarse porque temía –como casi todos los artistas– que se afectara la fuente de su creatividad, el tema debió haberle dejado un buen sustrato que debió reflejarse en su literatura. Como ha escrito Alberto Paredes: “Hay una ley absoluta en Cortázar: no se puede negar una realidad, máxime si irrumpe bajo la fantasmagoría de la otredad.” En efecto, cuando se intenta hacerlo, esa realidad que se niega inventa nuevas formas de asedio, por lo que regresa, implacable, a ocupar el espacio vital del ámbito en que se le reprimió. A la vuelta de la esquina acecha siempre lo que no queremos ver.

Sintomáticamente (algo diría Freud de eso), el tema de su primer artículo, publicado a los veintisiete años, en 1941 –y firmado con el seudónimo de Julio Denis– es, en efecto, sobre Rimbaud y la otredad. En ese artículo, como muy bien ha visto Jaime Alazraki, está ya todo Cortázar. En cinco páginas hizo casi el guión a seguir, no sólo de su obra sino en buena parte de su vida.

Antes de hablar del artículo, habría que hacer referencia al lugar y a las condiciones en que fue escrito. Dice el propio Cortázar:

Entre los años del 37 y el 44, viví completamente aislado y solitario. Resolví ese problema, si se puede llamar resolverlo, gracias a una cuestión de temperamento. Siempre fui muy metido para adentro. Vivía en pequeñas ciudades donde había muy poca gente interesante, prácticamente nadie. Me pasaba el día en mi habitación del hotel o en la pensión donde vivía, leyendo y estudiando. Eso me fue útil y al mismo tiempo peligroso. Fue útil en la medida en que devoré millares de libros. Toda la información libresca que puedo tener la fundé en esos años. También escribí bastante, aunque publicaba muy poco. Fue una época peligrosa en el sentido de que me quitó una buena dosis de experiencia de vida y hasta de vitalidad.

Ahora bien, el artículo sobre Rimbaud empieza con una toma de posiciones:

Car je est un autre…, creencia de que órdenes inconscientes, categorías abisales del Ser, rigen y condicionan siempre a la Poesía.

¿No es el poeta aquél que fija las imágenes, retiene su doble fugacidad de contenido y modo en el verso? La fantasía es el lujo del hombre que se sabe “otro”, el juego de iniciación más real y divertido –y en consecuencia el más peligroso. Sólo el poeta puede extraer de ese juego las sustancias absolutas, el elíxir que lo regresa a su diurna condición de doctor Jekyll.

El artículo continúa con el descenso a los infiernos –que también Cortázar llevó muy a fondo– como proyecto vital:

El descenso a los infiernos de Rimbaud —je me crois en enfer, donc j'y suis– era una tentativa por encontrar la Vida que su naturaleza le reclamaba. La desesperación, la amargura, el insulto, todo lo que lo subleva ante la contemplación de la existencia burguesa que se ve obligado a soportar, es prueba de que en él hay ante todo un hombre ansioso de vivir…

Se comprende que el surrealismo –empresa por sobre todo de sinceridad– haya reivindicado en Rimbaud un comportamiento vital de la más alta importancia, con todo lo que implica de crueldad, de dolor, de contradicción y de intento de unidad. Para un hombre con estas características, su poética –insistirá el surrealismo– es siempre poesía en acción, incluso aunque se dé extraverbalmente. O en especial cuando se da extraverbalmente.

–¡Pobrecito! –dicen los mayores cuando ven en la cuna a un niño que se queja de un dolor sin poder precisarlo–. No sabe dónde le duele.

Un hombre que malconozca su idioma, difícilmente sabrá decir dónde le duele y, a veces peor, dónde se alegra. Los supremos conocedores del lenguaje, los que lo recrean, los poetas, pueden definirse, según Pedro Salinas, “como los seres que saben decir mejor que nadie dónde les duele”. Hay negro y hay blanco. Placer y dolor. Si dialécticamente no se consigue superarlos –tarea a la que se consagra la metafísica y, de alguna manera, también la ciencia–, el poeta busca entonces la fusión de los contrarios. Agita enloquecido el calidoscopio y no descansa hasta juntar el vidriecito negro con la piedrita blanca. Placer y dolor. El desarreglo de los sentidos y la trascendencia. El mundo es un problema mal resuelto si no contiene, en alguna parte de su angustiosa diversidad, el encuentro de cada cosa con todas las demás.

Continúa Cortázar:

Rimbaud quiere abrirse camino a través del infierno, a través de la Poesía , y alcanzar por fin la conquista de su propio Yo, libre de condicionantes insoportables [...] La Poesía no sería sino el peldaño supremo desde el cual le sería dada la contemplación de sí mismo, desnudo de escoria, diamante ya, enfrentándose con lo divino de igual a igual.

A posibles fórmulas de trascendencia –¿cómo no pensar aquí en Dostoievsky?– el artista incorpora la suya: por la belleza se va a lo eterno. Esa belleza, que será depositaria de su esperanza de creador (Creador), lo resume, preserva y hace de él un demiurgo. Verdad estética que, como quería Platón, es la Verdad a secas. En un texto de seis años después, Teoría del túnel, Cortázar regresa a esta idea de lo religioso en relación con lo artístico:

La angustia del artista nace en gran medida de la dura, solitaria y dudosa batalla que libra consigo mismo para escapar a toda tentación religiosa tradicional.

Su antipatía por la Iglesia católica –que no por la figura de Cristo, a quien llamó “cronopio de altísimas antenas”– se manifiesta a lo largo de toda su obra, pero muy en especial en una anécdota que narró Luis Buñuel. Para una exhibición privada de La vía láctea invitó a Cortázar y a Carlos Fuentes, con quienes compartía temas y obsesiones. Al final de la exhibición, Fuentes corrió emocionado a abrazar a Buñuel. Cortázar, por el contrario, se despidió amablemente sin hacer comentario alguno. Buñuel le preguntó a Fuentes qué sucedía. La respuesta de Fuentes nos invita a revisar, desde esta perspectiva, la obra de Buñuel no menos que la de Cortázar:

–No le gustó a Julio la película porque, dijo, parece pagada por el Vaticano.
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Mensaje  Ety Dom Mar 29, 2009 8:11 pm

Cortázar y la mermelda

Emiliano Becerril

Hace unos años, en París, mi tía Matilde vio a Julio Cortázar caminar por la acera de enfrente. A base de empellones y bolsazos se dirigió hacia el escritor y, después de picotearle el hombro, le confesó que era fanática de su obra, que había leído todo su trabajo y que hola que tal, usted disculpe, pero es un inmenso honor. Cortázar agradeció con naturalidad presurosa y siguió su camino, pero invitó a Matilde a acompañarle algunas cuadras. Nerviosa, mi tía accedió y para hacer plática le preguntó a Julio hacia dónde se dirigía. Julio respondió que no sabía, que estaba buscando mermelada de zarzamora, que llevaba toda la mañana buscando mermelada, pero nada, nada por ningún lado. Matilde lo miró y le dijo que no se preocupara porque ella hacía muy buenas mermeladas. “¿Y también hace de zarzamora?” “Sí, también, ésa me queda buenísima.” “No me diga.” “Pues sí, algo tienen mis mermeladas que siempre me las están pidiendo, de hecho creo que soy medio famosa por ello, ¿qué coincidencia no?, ¿quiere que le lleve unas a su casa?”

Julio le dio su dirección. Matilde volvió a casa con una sonrisa de orgullo intelectual, llamó a todo el mundo para contarle y se puso a preparar un paquete de confituras. Poco después, rimel mediante, salió a cumplir su tarea. Al llegar al domicilio de Cortázar, se lamió las cejas, tocó el timbre con afabilidad, esperó, y no respondió nadie, tocó de nuevo con vehemencia y nada: dejó el paquete con la portera y, desde ese momento, fiel a su promesa, empezó a mandarle a Cortázar botes de mermeladas de zarzamora, siempre de zarzamora.

Tiempo después Matilde se volvió encontrar a Cortázar. Lo vio de lejos, pateando con aire pensativo las hojas secas de los árboles en la banqueta. Igual que en la ocasión anterior, Matilde se abrió paso a codazos y empellones y se aproximó al escritor. “¡Julio!, ¿se acuerda de mí?, soy Matilde, la de las mermeladas.” Cortázar explotó: “¡Usted, señora, por favor, se lo ruego, deje de mandarme mermeladas! Tengo la casa llena de mermeladas, tengo más mermeladas que libros, ya no sé qué hacer con tanto frasco. Por su culpa odio la mermelada.”

De haber leído Los autonautas de la cosmopista, mi tía hubiera podido entender que la necesidad de Julio por la mermelada no era literal. En ese libro, entre otras cosas, aparece el inventario de todos los detalles alimenticios de un mes de vida cortazariana. Si uno revisa el listado del libro descubrirá que, durante ese mes, Cortázar sólo comió mermelada en tres desayunos, que nunca fue de zarzamora, sino de damasco, y que, más bien, resultó ser un adicto a las medialunas, a las magdalenas y a los bizcochos, en ese orden.

Quiero creer que Los autonautas de la cosmopista se escribió después de la historia de mi tía; sólo así podría pensarse que ella no estaba mal informada y, lo que es mejor, que de alguna manera y desde su cocina, intervino en la escritura cortazariana al cambiar zarzamoras por damascos o medialunas.
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Mensaje  Aktea Lun Mar 30, 2009 11:31 am

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Qué buena reflexión sobre la otredad, Ety, un tema muy antropológico y da realmente mucho que pensar scratch
y qué simpática la anécdota de las mermeladas, parece como que lo estuviese viendo, grandote, hablando con esa voz grave que tenía con la pobre tía atónita... qué cómico! una historia muy cortazariana sin duda Razz

Sigamos profundizando en la vida y obra de Cortázar, para reconocerle mejor.
Otro trocito de su biografía (segunda parte)



feliz semana nueva y más abrazos que no acaben nunca
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Mensaje  Aktea Miér Abr 01, 2009 9:34 pm

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Y otro más (tercera parte).

Una joya verdadera ese relato sobre un boxeador en su acento más argentino... Que lo disfruten mucho





Abrazos que nunca acaben
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Mensaje  Aktea Jue Abr 02, 2009 5:33 pm

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En la cuarta parte nos habla de sus opciones políticas...
y nos habla de Rayuela... y nos lee un trocito de Rocamadour...
y un trocito del Che...
y...


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Mensaje  Aktea Sáb Abr 04, 2009 12:16 am

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En la quinta parte sigue hablando de política y de la política editorial más en concreto y nos lee un texto precioso contra la explotación de la pobreza... También nos muestra una parte de su filosofía creativa, una de las bases de su inspiración, los signos superpuestos a través del tiempo, muy especial y sugerente, todo un placer intelectual escucharle.


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Mensaje  Ety Sáb Mayo 09, 2009 5:41 pm

Presentaron en Buenos Aires libro que reúne textos guardados por el escritor
Cada lector podrá encontrar al Cortázar que busca, dice experto

Papeles inesperados abarca "todos los temas y épocas", indica Carles Álvarez Garriga

"Es hermoso poder ver ahora la arqueología literaria del autor", celebra investigadora


Stella Calloni
Corresponsal

Buenos Aires, 8 de mayo. Lo importante de Papeles inesperados, que este viernes la editorial Alfaguara presentó en la Feria del Libro de esta capital, es que en sus 486 páginas "hay textos sobre todos los temas y épocas, y cada lector podrá encontrar al Julio Cortázar que busca," dijo Carles Álvarez Garriga, filólogo y crítico, que escribió el prólogo y a quien Aurora Bernárdez convocó para ordenar y seleccionar los textos guardados por el escritor.

Narrativa, historia, política, poesía, todo aquello que Cortázar no había descartado –como sí lo hizo con una novela de 500 páginas, Las nubes del arquero, que decidió destruir–, está contenido en este libro donde se rescata celosamente la mirada del autor sobre estos papeles que enriquecen su obra.

Frente a cualquier tipo de polémica Álvarez Garriga recuerda que Cortázar estaba trabajando, escribiendo y en plena actividad cuando murió en febrero de1984, es decir, que evidentemente nunca decidió destruir estos papeles, incluyendo su correspondencia.

Hubo muchas señales en la forma en que guardaba esos papeles sin ordenar, que sin duda tenían valor y seguían vivos para el escritor.

Preparan dos tomos

Con una obra tan importante publicada, es posible que nada nuevo o "revolucionario" haya en Papeles inesperados, aunque de hecho hay textos inéditos, que sin duda revivificarán a otros, pero también detalles desconocidos de su imagen y de la relación entre el hombre y su obra.

“Rayuela la escribí para mí”, escribió Cortázar en uno de los papeles encontrados.

Los textos complementan en muchos aspectos la obra y muestran la coherencia entre el escritor, el hombre, el político, el amigo.

Es posible que para los amantes de los cronopios sí haya un texto preferido en este libro, como "Manuscrito hallado junto a una mano", que según Álvarez Garriga es un cuento con el humor fascinante y sorprendente de Cortázar.

Otro aspecto de lo que se planteó como posible polémica era el tiempo transcurrido desde la muerte de Cortázar y el hallazgo de los textos a finales de 2006, en la casa que compartió con Bernárdez, cuando estaban casados.

En realidad, Bernárdez sabía de la existencia de esa cantidad de papeles, pero como estaba permanentemente ocupada y cuidando la publicación de libros que estaban ya escritos como El divertimento o Imagen de John Keats, entre otros, no había podido clasificarlos.

También la decisión surge cuando le solicitan algunos manuscritos de Cortázar para un museo en Barcelona, y convoca a Álvarez Garriga, lo que sucedió en aquella Navidad de 2006, cuando sacaron de los cajones todos los papeles. Demandó tiempo de trabajo y dedicación ordenarlos y seleccionarlos.


Si uno advierte la cantidad de temas que están contenidos en 486 páginas, entre las que incluso figuran autoentrevistas como la dedicada a Cuba, el Che Guevara, además de las más de 800 que existen de correspondencia, que se seleccionan para otros dos tomos, entonces se puede valorar el trabajo de Bernárdez y Álvarez Garriga.

En el prólogo, Carles Álvarez señala que la decisión de publicar los textos fue de Bernárdez, "quien por disposición testamentaria tiene el permiso para disponer de toda la obra de Cortázar".

Conocer textos de 1948, y desde allí seguir al escritor hasta sus últimas obras, es una maravillosa propuesta, manifestó un crítico.

Amante de la belleza en la edición

Alrededor de la aparición de Papeles inesperados, Mariángeles Fernández, reconocida investigadora de la obra cortazariana, habló desde España con La Jornada.

Considera "falsa" cualquier polémica sobre el hallazgo y la publicación de esos papeles. "No fue una sorpresa para Aurora. Ella no había podido clasificarlos. Como todos saben, ella fue tanto musa para Cortázar, como lectora y crítica extraordinaria. Él no mandaba nada a edición antes de que ella lo leyera. Tenía un respeto enorme por Aurora y existía una complicidad intelectual entre ellos desde que se conocieron en 1948 y aunque se casaron y separaron nunca dejaron de ser amigos".

También defiende la publicación de un bellísimo volumen de tres de los cronopios inéditos, que están contenidos en tres carpetas que van dentro de una maravillosa caja roja, escritos a mano por un excelente calígrafo argentino que vive en España, José María Passalacqua, con ilustraciones de Judith Lange, pintora polaco-italiana que vive en Roma.

Son cien ejemplares que presentó Bernárdez en Madrid junto con sus editores Raúl Manríquez y Claudio Pérez, del Centro Editor.

Estos jóvenes argentinos crearon el Centro de Artes Modernas en Madrid y se han dedicado a la obra de Cortázar.

Con ellos trabajó Mariángeles Fernández, quien recordó que "Cortázar era un amante de la belleza en sus libros, de los detalles de edición". Amaba las ediciones pequeñas. “Él mismo hizo fotos para la portada de Rayuela”.

En coincidencia con Álvarez Garriga, la investigadora dice: "lo que él quiso destruir, lo destruyó en vida; y guardaba cartas, porque escribía con copias, con papel carbón. De alguna manera es hermoso ver lo que yo llamo la arqueología literaria del autor".
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Mensaje  Aktea Lun Mayo 11, 2009 12:17 pm

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Mensaje  Ety Lun Mayo 25, 2009 11:03 pm

Presentan en España 'Papeles inesperados', libro inédito de Cortázar

El volúmen de 500 páginas "hay de todo"; incluye 11 relatos, un capítulo desconocido de 'Libro de Manuel', 11 nuevos episodios del personaje protagónico de 'Un tal lucas', cuatro autoentrevistas y 13 poemas.

AFP
Publicado: 25/05/2009 12:42



Barcelona. El libro Papeles inesperados, las 500 páginas inéditas del escritor Julio Cortázar, fueron presentadas el lunes en España por el especialista cortazariano Carles Alvarez Garriga, por encargo de la viuda del escritor, Aurora Bernárdez.

"En un momento creíamos que no había más de Cortázar, pero este libro afortunadamente demuestra lo contrario", explicó Alvarez Garriga, estudioso del escritor argentino, si bien aclaró que "aquí no está todo".

La trayectoria de Cortázar como escritor y su proyección como personaje público "ilustran muchos aspectos de la consolidación de un mercado literario 'global' en el siglo XX", estimó.

La viuda del escritor, Aurora Bernárdez, un día convocó a Alvarez a París y lo puso frente a una cómoda de la vieja casa de Cortázar donde se encontraban medio millar de hojas escritas por el autor de Rayuela, que luego el especialista inventarió y clasificó con el fin de publicar el libro, presentado en Buenos Aires este mes.

Se trata de casi 500 páginas, añadió Alvarez, "en las que hay de todo y todo es valioso", que incluyen 11 relatos, un capítulo inédito de Libro de Manuel, 11 nuevos episodios del personaje que protagonizó Un tal Lucas, cuatro autoentrevistas y 13 poemas inéditos.

Poco antes de la Navidad de 2006, la viuda de Cortázar comentó a Alvarez que tenía "algo, unos papelitos a los que, por cierto quizás me interesase echar un vistazo", relató Alvarez para explicar cómo había llegado a este tesoro.

"Todo fue puesto sobre la misma mesa de madera en la que Cortázar escribió Rayuela", relató Alvarez quien recreó su primera sorpresa, cuando se preguntó "cómo era posible que ese tesoro no estuviera ordenado, clasificado, inventariado, microfilmado".

Después de años de trabajo, Alvarez reconoce que "uno de los encantos indudables de leer todo Cortázar es asistir, como desde un ventanuco de alcoba, al prodigioso acontecimiento de la formación de un gran escritor y a su posterior desarrollo", por lo que invitó a leer primero sus libros y luego estos inéditos.

Siempre de acuerdo con la viuda del escritor, Alvarez explicó que se decidió suprimir "algún discurso juvenil o algún texto reiterativo" y que "un poco eliminamos lo que a Julio (Cortázar) no le hubiese gustado publicar".

Los textos fueron agrupados en tres bloques que siguen una cronología interna aproximada: poemas, prosas y autoentrevistas y las prosas, dada la cantidad y variedad, fueron reagrupadas en Historias, Historias de cronopios y De un tal Lucas.

Se complementan con "momentos" y "circunstancias", textos "de emergencia", "de los amigos" y "otros territorios". Fondos de cajón presenta las páginas tal vez más inclasificables, explicó Alvarez.

Para la literatura (este descubrimiento) "significa mucho. Hay que pensar, además, que desde la Imagen de John Keats (obra de Cortázar publicada en 1996) los cortazarianos, esa secta, no teníamos nada tan maravilloso que echarnos a la boca", explicó.

"Empecé leyendo Cronopios y me aficioné a Cortázar", a quien empezó a estudiar en el año 1993, cuando presentó su tesis doctoral sobre el autor de La casa tomada, respondió el experto cuando se le preguntó cómo había empezado su relación con Cortázar.

Este año se cumplieron 25 años de la muerte del prolífico escritor argentino (1914-1984), autor entre otras obras de Bestiario, Final de juego, Los Premios, Las armas secretas, Historia de cronopios y fama, Todos los fuegos el fuego, La vuelta al día en 80 mundos y Un tal Lucas.

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Mensaje  Ety Mar Feb 16, 2010 4:47 am

26 años de la desaparición de un icono de la literatura

Su obra sigue siendo para muchos la puerta de entrada al placer de la literatura


Los cronopios echan de menos a su genial creador, el escritor argentino Julio Cortázar, de cuya muerte ayer se cumplieron 26 años y que sirvieron para alimentar el mito de quien ya es un icono de la literatura latinoamericana. Su obra sigue vigente y continúa siendo, para muchos, la puerta de entrada al gozo de la literatura.

Cortázar fue un prolífico escritor argentino que, sin duda, trató el tema de lo
fantástico con gran agudeza y humor. También vivió en una constante lucha entre el recuerdo y el olvido de su patria.

Aunque nació por accidente en Bruselas, Bélgica, el 26 de agosto de 1914, en donde su padre trabajaba como técnico en economía en la delegación comercial de la Embajada de su país, Cortázar y su familia llegaron a Argentina en 1918, huyendo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y de los horrores que asolaban Europa.

El futuro escritor pasó en la provincia argentina de Bánfield una infancia solitaria y bastante atormentada, marcada siempre por el abandono de su padre, cuando él tenía apenas seis años de edad.

Se graduó como maestro de escuela e inició estudios en la Universidad de Buenos Aires, los cuales tuvo que abandonar más tarde por razones económicas. Fue entonces cuando trabajó como profesor en varias provincias de su país, sin embargo, por desavenencias con el gobierno peronista, abandonó Argentina en una especie de autoexilio. Gracias a una beca del gobierno francés, se instaló en París para cursar estudios. Allí y desde ahí se dedicó a viajar por todo el mundo.

Libros como Bestiario (1951), Final del juego (1956) e Historias de cronopios y de famas (1962), aún ahora, lo confirman como uno de los mejores cuentistas de habla hispana. Por su parte, la novela Rayuela (1963) todavía es objeto de culto y devoción, viaje iniciático, sobre todo de los lectores más jóvenes.

Sobre él dijo Gabriel García Márquez: "En privado, lograba seducir por su elocuencia, por su erudición viva, por su memoria milimétrica, por su humor peligroso, por todo lo que hizo de él un intelectual de los grandes en el buen sentido de otros tiempos".

Tras una profunda depresión debido a la muerte de su esposa Carol Dunlop, Julio Cortázar falleció el 12 de febrero de 1984 en París, víctima de leucemia.
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Mensaje  Rosario Mar Mar 16, 2010 5:39 am

Uno de los cuentos de "Un tal Lucas"



http://www4.loscuentos.net/cuentos/other/1/6/5279/

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Mensaje  Ety Miér Mar 17, 2010 5:32 am

Gracias Rosario, no conocía el cuento y es magnífico, como todo lo que viene de Cortázar-

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Mensaje  Ety Sáb Ago 27, 2011 2:48 am

Seis curiosidades de Julio Cortázar

Hoy, hace 97 años, nació el escritor argentino que dio un giro a la literatura hispanoamericana. Por ello, Sexenio te presenta los seis datos curiosos sobre el Gran Cronopio, Julio Cortázar.

"Mi nacimiento (en Bruselas) fue un producto del turismo y la diplomacia", así describió Julio Cortázar su nacimiento el 26 de agosto de 1914, porque su padre era funcionario de la embajada de argentina en Bélgica.

Hasta los cuatro años residió en Europa; después, sus padres -que eran argentinos- decidieron regresar a su país.

Desde pequeño, Cortázar vivió entre libros pues, debido a que tuvo una salud un poco delicada, pasó mucho tiempo en cama.

Alguna vez, diría: "Pasé mi infancia en una bruma de duendes, de elfos, con un sentido del espacio y del tiempo diferente al de los demás".

En medio de múltiples trabajos y viajes, Cortázar escribió una gran cantidad de cuentos, novelas, ensayos, poemas (o pameos y meopas) y prosa poética.

Entre sus obras más conocidas están Historias de Cronopios y Famas, Rayuela, El final del Juego, 62 modelo para armar, El último round, La vuelta al día en 80 mundos, entre otras.

Ahora, en honor a este cronopio que vino a darle la vuelta a las letras y a enseñar que también se puede jugar en la literatura, Sexenio te presenta las seis cosas que no sabías de Julio Cortázar:

-Cortázar comenzó a escribir a los ocho años; contó que "con una novela que guarda celosamente (mi madre) a pesar de mis desesperadas tentativas por quemarla".

Incluso, un pariente descubrió algunos poemas suyos y le comentó a su madre que "evidentemente esos poemas no eran suyos”, lo que le provocó una gran tristeza a Julio.

-Era fanático del boxeo y del jazz. Muchas de sus novelas y cuentos tocan el tema de este género musical (El Perseguidor), y del boxeo (Final del juego).

Un tiempo fue comentarista de box, pero lo despidieron porque se emocionó tanto (en sus propias palabras) que no se le entendía y a los directores del programa radiofónico no les hizo ninguna gracia. Respecto a la escritura, decía que una novela debía ganar por rings y el cuento por knockout.

-Estaba en contra de algunas cosas en la literatura: la solemnidad y la literatura "peluda" (en relación con el erotismo); además de las erratas en los libros.

Por ello, decía "como si Cervantes hubiera sido solemne"; mientras que respecto a la literatura erótica, consideraba que los cuentos Tu más profunda piel y La señorita Cora eran textos suyos que cristalizaban un poco esa idea, pues dice: "en toda mi obra no he sido capaz de escribir ni una sola vez la palabra concha, que por lo menos en dos ocasiones me hizo más falta que los cigarrillos".

-En cambio, le fascinaba el juego, lo lúdico. A lo largo de toda su obra puede encontrarse el juego. Una de las obras más reconocidas suyas, Rayuela, revela este gusto: desde el nombre hasta los capítulos que pueden leerse de muchísimas maneras.

También en la poesía, pues a veces jugaba con sus versos, que recortaba y quedaban en "papelitos" que pegaba (casi) al azar, con el objetivo de que el lector también jugara y surgieran cientos de combinaciones.

-Julio nunca dejó de crecer -literalmente-. Toda su vida creció y era muy alto; además de que envejecía muy lento.

Una anécdota que Carlos Fuentes cuenta es que, cuando fue a visitar a Cortázar, le abrió la puerta un "muchacho" que parecía de veintitantos años, Fuentes le dijo que iba a "ver a su papá (Julio, que era quien abría la puerta)". En ese entonces,Cortázar tenía 50 años.

-Debido a los lugares donde vivió en los primeros años de su vida, Julio (llamado por algunos Gran Cronopio, en referencia a su libro Historias de Cronopios y Famas) no podía pronunciar la /r/ del castellano, sino que hablaba con una /r/ gutural francesa.
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