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Narraciones breves

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Mensaje  Damablanca Lun Mar 09, 2009 4:22 pm

Animada por los cuentos de Cortázar que nos ha traídos Aktea via youtube, abro un apartado de narraciones breves.

Hoy dejo aquí este cuento de J.Luis Borges:

LA INTRUSA.

Dicen (lo cual es improbable) que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristián, el mayor, que falleció de muerte natural, hacia mil ochocientos noventa y tantos, en el partido de Morón. Lo cierto es que alguien la oyó de alguien, en el decurso de esa larga noche perdida, entre mate y mate, y la repitió a Santiago Dabove, por quien la supe. Años después, volvieron a contármela en Turdera, donde había acontecido. La segunda versión, algo más prolija, confirmaba en suma la de Santiago, con las pequeñas variaciones y divergencias que son del caso. La escribo ahora porque en ella se cifra, si no me engaño, un breve y trágico cristal de la índole de los orilleros antiguos. Lo haré con probidad, pero ya preveo que cederé a la tentación literaria de acentuar o agregar algún pormenor.

En Turdera los llamaban los Nilsen. El párroco me dijo que su predecesor recordaba, no sin sorpresa, haber visto en la casa de esa gente una gastada Biblia de tapas negras, con caracteres góticos; en las últimas páginas entrevió nombres y fechas manuscritas. Era el único libro que había en la casa. La azarosa crónica de los Nilsen, perdida como todo se perderá. El caserón, que ya no existe, era de ladrillo sin revocar; desde el zaguán se divisaban un patio de baldosa colorada y otro de tierra. Pocos, por lo demás, entraron ahí; los Nilsen defendían su soledad. En las habitaciones desmanteladas dormían en catres; sus lujos eran el caballo, el apero, la daga de hojas corta, el atuendo rumboso de los sábados y el alcohol pendenciero. Sé que eran altos, de melena rojiza. Dinamarca o Irlanda, de las que nunca oirían hablar, andaban por la sangre de esos dos criollos. El barrio los temía a los Colorados; no es imposible que debieran alguna muerte. Hombro a hombro pelearon una vez a la policía. Se dice que el menor tuvo un altercado con Juan Iberra, en el que no llevó la peor parte, lo cual, según los entendidos, es mucho. Fueron troperos, cuarteadores, cuatreros y alguna vez tahúres. Tenían fama de avaros, salvo cuando la bebida y el juego los volvían generosos. De sus deudos nada se sabe y ni de dónde vinieron. Eran dueños de una carreta y una yunta de bueyes.
Físicamente diferían del compadraje que dio su apodo forajido a la Costa Brava. Esto, y lo que ignoramos, ayuda a comprender lo unidos que fueron. Malquistarse con uno era contar con dos enemigos.

Los Nilsen eran calaveras, pero sus episodios amorosos habían sido hasta entonces de zaguán o de casa mala. No faltaron, pues, comentarios cuando Cristián llevó a vivir con él a Juliana Burgos. Es verdad que ganaba así una sirvienta, pero no es menos cierto que la colmó de horrendas baratijas y que la lucía en las fiestas. En las pobres fiestas de conventillo, donde la quebrada y el corte estaban prohibidos y donde se bailaba, todavía, con mucha luz. Juliana era de tez morena y de ojos rasgados; bastaba que alguien la mirara, para que se sonriera. En un barrio modesto, donde el trabajo y el descuido gastan a las mujeres, no era mal parecida.

Eduardo los acompañaba al principio. Después emprendió un viaje a Arrecifes por no sé qué negocio; a su vuelta llevó a la casa una muchacha, que había levantado por el camino, y a los pocos días la echó. Se hizo más hosco; se emborrachaba solo en el almacén y no se daba con nadie. Estaba enamorado de la mujer de Cristián. El barrio, que tal vez lo supo antes que él, previó con alevosa alegría la rivalidad latente de los hermanos.
Una noche, al volver tarde de la esquina, Eduardo vio el oscuro de Cristián atado al palenque En el patio, el mayor estaba esperándolo con sus mejores pilchas. La mujer iba y venía con el mate en la mano. Cristián le dijo a Eduardo:

-Yo me voy a una farra en lo de Farías. Ahí la tenés a la Juliana; si la querés, usala.
El tono era entre mandón y cordial. Eduardo se quedó un tiempo mirándolo; no sabía qué hacer. Cristián se levantó, se despidió de Eduardo, no de Juliana, que era una cosa, montó a caballo y se fue al trote, sin apuro.

Desde aquella noche la compartieron. Nadie sabrá los pormenores de esa sórdida unión, que ultrajaba las decencias del arrabal. El arreglo anduvo bien por unas semanas, pero no podía durar. Entre ellos, los hermanos no pronunciaban el nombre de Juliana, ni siquiera para llamarla, pero buscaban, y encontraban razones para no estar de acuerdo. Discutían la venta de unos cueros, pero lo que discutían era otra cosa. Cristián solía alzar la voz y Eduardo callaba. Sin saberlo, estaban celándose. En el duro suburbio, un hombre no decía, ni se decía, que una mujer pudiera importarle, más allá del deseo y la posesión, pero los dos estaban enamorados. Esto, de algún modo, los humillaba.

Una tarde, en la plaza de Lomas, Eduardo se cruzó con Juan Iberra, que lo felicitó por ese primor que se había agenciado. Fue entonces, creo, que Eduardo lo injurió. Nadie, delante de él, iba a hacer burla de Cristián.

La mujer atendía a los dos con sumisión bestial; pero no podía ocultar alguna preferencia por el menor, que no había rechazado la participación, pero que no la había dispuesto.
Un día, le mandaron a la Juliana que sacara dos sillas al primer patio y que no apareciera por ahí, porque tenían que hablar. Ella esperaba un diálogo largo y se acostó a dormir la siesta, pero al rato la recordaron. Le hicieron llenar una bolsa con todo lo que tenía, sin olvidar el rosario de vidrio y la crucecita que le había dejado su madre. Sin explicarle nada la subieron a la carreta y emprendieron un silencioso y tedioso viaje. Había llovido; los caminos estaban muy pesados y serían las once de la noche cuando llegaron a Morón. Ahí la vendieron a la patrona del prostíbulo. El trato ya estaba hecho; Cristián cobró la suma y la dividió después con el otro.
En Turdera, los Nilsen, perdidos hasta entonces en la mañana (que también era una rutina) de aquel monstruoso amor, quisieron reanudar su antigua vida de hombres entre hombres. Volvieron a las trucadas, al reñidero, a las juergas casuales. Acaso, alguna vez, se creyeron salvados, pero solían incurrir, cada cual por su lado, en injustificadas o harto justificadas ausencias. Poco antes de fin de año el menor dijo que tenía que hacer en la Capital. Cristián se fue a Morón; en el palenque de la casa que sabemos reconoció al overo de Eduardo. Entró; adentro estaba el otro, esperando turno. Parece que Cristián le dijo:

-De seguir así, los vamos a cansar a los pingos. Más vale que la tengamos a mano.
Habló con la patrona, sacó unas monedas del tirador y se la llevaron. La Juliana iba con Cristián; Eduardo espoleó al overo para no verlos.

Volvieron a lo que ya se ha dicho. La infame solución había fracasado; los dos habían cedido a la tentación de hacer trampa. Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande -¡quién sabe qué rigores y qué peligros habían compartido!- y prefirieron desahogar su exasperación con ajenos. Con un desconocido, con los perros, con la Juliana, que habían traído la discordia.

El mes de marzo estaba por concluir y el calor no cejaba. Un domingo (los domingos la gente suele recogerse temprano) Eduardo, que volvía del almacén, vio que Cristián uncía los bueyes. Cristián le dijo:

-Vení, tenemos que dejar unos cueros en lo del Pardo; ya los cargué; aprovechemos la fresca.
El comercio del Pardo quedaba, creo, más al Sur; tomaron por el Camino de las Tropas; después, por un desvío. El campo iba agrandándose con la noche.

Orillaron un pajonal; Cristián tiró el cigarro que había encendido y dijo sin apuro:
-A trabajar, hermano. Después nos ayudarán los caranchos. Hoy la maté. Que se quede aquí con su pilchas, ya no hará más perjuicios.

Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro círculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla.
FIN
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Mensaje  Ety Mar Mar 10, 2009 1:00 am

Una historia conmovedora y bien escrita por un autor de primera calidad. Gracias Dama.

Personalmente siempre he pensado que es más fácil escribir una novela que un cuento corto donde con pocas palabras hay que expresar mucho contenido. Han sido muy pocos los cuentos cortos que realmente me han impactado.

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Mensaje  Damablanca Mar Mar 10, 2009 2:45 pm

Aquí dejos otra:

ODÍN (J.L.BORGES Y DELIA INGENIEROS).


Se refiere que a la corte de Olaf Tryggvason, que se había convertido a la nueva fe, llegó una noche un hombre viejo, envuelto en una capa oscura y con el ala del sombrero sobre los ojos. El rey le preguntó si sabía hacer algo, el forastero contestó que sabía tocar el arpa y contar cuentos. Tocó en el arpa aires antiguos, habló de Gudrun y de Gunnar y, finalmente, refirió el nacimiento de Odín. Dijo que tres parcas vinieron, que las dos primeras le prometieron grandes felicidades y que la tercera dijo, colérica:

-El niño no vivirá más que la vela que está ardiendo a su lado.

Entonces los padres apagaron la vela para que Odín no muriera. Olaf Tryggvason descreyó de la historia, el forastero repitió que era cierto, sacó la vela y la encendió. Mientras la miraban arder, el hombre dijo que era tarde y que tenía que irse. Cuando la vela se hubo consumido, lo buscaron. A unos pasos de la casa del rey, Odín había muerto.
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Mensaje  Aktea Miér Mar 11, 2009 2:06 am

Like a Star @ heaven


Qué buena idea, Dama! Me encantan los relatos cortos y por eso me extasían esos grandes maestros, Cortázar, Poe, y, como no, el grandísimo Borges. En youtube hay una maravillosa entrevista "a fondo" con él y otros documentos preciosos que siempre me gusta ver de cuando en cuando. A propósito de lo que dice Ety, sobre la técnica que se requiere para una narración breve, hay un fragmentito muy interesante en el que nos explica cómo le surgen los cuentos. Escuchar su voz es muy especial (como la sonata de piano de Beethoven que suena de fondo (yo diría que interpretada por el genial Horowitz!! Wink).



Tenemos que creernos las historias para poder contarlas bien, eso es lo primero, qué bueno, maestro!

Abrazos que nunca acaben y más madera!!
Quién vendrá con el próximo cuento??

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Mensaje  Ana Yajaira Salazar Vie Mar 13, 2009 2:19 am

INSOMNIO AZUL
Luis de la Fuente
Fragmento modificado de "Las sombras"



Se giró en la cama y clavó su vista en la playa iluminada levemente por la luna. Las olas rompían sobra la playa, removiendo con estrépito los guijarros que se extendían sobre la arena. Cada ola era distinta; algunas llegaban cansadas a la playa, como si la distancia recorrida les hubiera robado las fuerzas; otras, embravecidas, la acometían con violencia inusitada; había olas impetuosas que se montaban sobre otras y unas pocas, perdidas, no llegaban, dejando un instante mudo y un silencio.
No se oía ningún ruido; sólo el rumor de las olas, mansas, ya casi dormidas. Imágenes de suntuosas residencias coloniales rodeadas de jardines y enormes automóviles americanos de lujo, de preciosas casas construidas en madera junto a playas con atardeceres de ensueño, de hombres con cuerpos esculturales y bellísimas mujeres que parecían haber sido escogidos por el azar para una vida cómoda, sin esfuerzos ni sobresaltos, desfilaban en su duermevela. Y como fondo gris a esas imágenes, su pequeña habitación en la colonia. Su miseria al otro lado del Atlántico. Su pasado y su presente, de los que no era dueño. Su vida.
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Mensaje  Ety Dom Abr 05, 2009 11:25 pm

Leí este brevísimo cuento en el periodico de hoy, y recordé cuantas veces he vivido una situación similar. Siempre pensé que sólo a mí me pasaba, ahora puedo compartir esta sensación con más gente.



Puerta sin mar

Rogelio Guedea


Entro a un All day breakfast esta mañana de domingo. Pido unos huevos con tocino, me dan mi número y me siento en una mesa cercana a la cocina, de tal modo que no es difícil para el mesero ubicarme entre el mundanal de gente. Puedo escuchar fácilmente lo que hablan las cocineras pero más particularmente empiezo a escuchar las indicaciones que le da una de ellas a un mesero chaparrito, asiático, que tiene unos ojos de espanto. La cocinera le explica con detalle las características de los platos que tendrá que llevar para que no vaya a confundir huevos fritos con omeletes. Pero el mesero, ya de cierta edad, apenas entiende a la cocinera, su inglés es un poco cortado y viciado por el ruido de hornos y licuadoras, y el mesero parece estar padeciendo una angustia terrible. Yo lo veo. Dejo de ver todo lo que veía para verlo nada más a él. Y entonces, repentinamente, empiezo a sentir una tristeza infinita, inabarcable, por él, por los dos países que ha perdido (este en el que no se reconoce y aquel que ha dejado de pertenecerle), por sus zapatos que recorren calles en las que sus pasos se extravían, por el sueldo miserable que debe ganar, por su inglés endurecido como una piedra, por el sudor que le escurre a mares por la frente, por mí mismo que lo miro con la compasión de aquel que sabe que en la vida, apenas nacer, todo está perdido para siempre.
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Mensaje  Damablanca Dom Abr 05, 2009 11:35 pm

Es una situación que se da cada vez con más frecuencia. Creo que nunca ha existido la corriente migratoria humana que existe hoy en día. Ahora en España están persiguiendo a los "sin papeles", supongo que por el tema del paro y la crisis económica. Me apena terriblemente la situación de estas personas.

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Mensaje  Ana Yajaira Salazar Vie Abr 17, 2009 1:00 am

MI INFANCIA SE QUEDO ALLI
Luis de la Fuente



Mi infancia se quedó allí, no en las aulas ni en las galerías, sino entre las nubes de polvo que se levantaban sobre la arena del patio de recreo. Allí se quedó ese sol, redondo y amarillo, que alumbraba horas eternas, la juventud de mis padres y la madurez de mis abuelos; allí se quedó mi inocencia, el niño Jesús y la cigüeña que traía a los niños de París volando. Se quedó mi primer amor y mi primer desengaño. Mi primera pelea se quedó allí, mi primer miedo. Se quedó la muerte de la madre de mi compañero, tan querido, y la de mi tío Julio; la canica de cristal, el tren eléctrico y la bicicleta que con todo su cariño me regaló mi abuela; la sonrisa abierta, la ilusión sincera, la confianza. Se quedó el futuro proyectado de mi vida. Se quedó mi infancia. Se quedó allí, flotando entre las nubes de polvo. En aquel patio de recreo.
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Mensaje  Ety Dom Abr 19, 2009 5:58 pm

Rogelio Guedea
rguedea@hotmail.com


Los otros somos nosotros


Fui a comer a las fondas del mercado de abajo. Pedí una pepena en salsa verde y un agua de arroz. Mientras me daban un vaso con hielo, se sentó al lado mío un hombre acompañado de su mujer y su pequeño hijo. El hombre pidió un guisado de puerco y la mujer una carne con papas. Para el niño, que estaba en medio de ambos mirando el mundo con ojos impávidos, ordenaron un plato vacío. Cuando trajeron su orden, la mujer, presta, puso en el plato del niño un trozo de carne y un pedazo de papa, y el hombre haría con las costillas de puerco lo mismo. La figura de la pequeña familia me empezó a entristecer irremediablemente. Al terminar, cuando el hombre pidió la cuenta y le dijeron que eran sesenta pesos, el hombre no supo qué hacer con su solo billete de cincuenta. Entonces hice un guiño imperceptible a la despachante, que supo entenderlo muy bien. La mujer cogió el billete del hombre diciendo “así está bien, no se preocupe” mientras el hombre limpiaba con una servilleta la boquita del niño que, lo delataban sus ojos, se había quedado con hambre. Luego, antes de encaminarse con su mujer y su hijo, el hombre se acercó a mi oído y murmuró: “que Dios se lo pague, amigo”. Obviamente, yo no supe qué decirle ni ahora ni nunca, ni tampoco supe qué hacer con esa mano suya que, al despedirse, tantas cosas sabias a la mía le dijo.
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Mensaje  Ety Dom Mayo 17, 2009 10:21 pm

Rogelio Guedea

Líneas paralelas


Encuentro una fotografía en Internet donde aparece un hombre sentado frente a un enorme ventanal. El hombre, de espaldas a mí, pero de frente, obviamente, al ventanal, mira el edificio que está al fondo, más allá del río y del puente de piedra. Otro hombre, que está recargado en la barra de sánguches y pastelillos, mira la cabeza del hombre que mira el ventanal. Con una mano sujeta una taza de café y con la otra un pan dulce. Detrás de la barra hay una mujer que mira el perfil del hombre que mira al hombre que mira el ventanal. La mujer, de gorro blanco y lentes redondos, ausculta el sesgo del hombre, la línea de su nariz, como buscando definir un rasgo, una expresión. Yo miro al hombre que mira al ventanal, al hombre que mira al hombre que mira al ventanal, y a la mujer que mira al hombre que mira al hombre que mira el ventanal. Pero, ¿no seré yo en este instante, acaso, una imagen que un hombre, desde otro computador, a otras horas de la noche y bajo la luz de otro día, viéndome mirar esta fotografía, también me mira?
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Mensaje  Granate Vie Mayo 22, 2009 9:50 am

Asombrosa tu narración, Ety.

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Mensaje  Damablanca Vie Mayo 22, 2009 3:59 pm

He encontrado un blog, firmado por "Maxx Guetta", con narraciones breves muy interesantes:

Veo la esperanza escalando el horizonte, mientras desaparece la noche de esos recuerdos que me torturaban. Siento que el pasado está quedando atrás, mientras la promesa de un futuro mejor se eleva ante mis ojos.
No se cuanto durará, no se si es lo correcto o son sólo ganas de lo que más quiero. No se, ni me interesa, ¿para que romper con dudas tan irreales como mis esperanzas, este momento tan prometedor de felicidad?


Abrazos,
Damablanca.
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Mensaje  Granate Mar Mayo 26, 2009 9:45 am

Es muy atractiva la narración que aportas. Creo que hay un breve cuento, el más breve que conozco y dice más o menos así: Cuando se despertó, el dinosaurio había desaparecido.

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Mensaje  Ety Mar Mayo 26, 2009 4:48 pm

Efectivamente, es de Tito Monterroso y es el cuento más pequeño que existe, pero con un contenido grandísimo.

Monterroso nació en Guatemala y murió hace unos años en México, donde vivió la mayor parte de su vida. Y ya que hablamos de él les dejo un pequeño escrito en homenaje al autor que incluye además una narración muy breve:

Augusto Monterroso
(1921-2003)

Y aunque fue a dormir…
Monterroso todavía está aquí


El burro y la flauta
Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo
una flauta que ya nadie tocaba, hasta que un
día un burro que paseaba por ahí resopló fuerte
sobre ella haciéndola producir el sonido más
dulce de su vida, es decir, de la vida del burro y
de la flauta.
Incapaces de comprender lo que había
pasado, pues la racionalidad no era su fuerte y
ambos creían en la racionalidad, se separaron
presurosos, avergonzados de lo mejor que el
uno y el otro habían hecho durante su triste
existencia.


Maestro de un humor basado en la verdad y en la mentira humana que, a final de cuentas, él siempre trató como una y la misma cosa, Augusto Monterroso recibió múltiples galardones. Entre ellos, quizá el más preciado, el de ser el mejor amigo que un hombre puede recordar. Sus seres queridos sólo tienen elogios para el hombre, el creador y el amigo.

Carlos Monsiváis comentó que el prosista fue y sigue siendo un ser excepcional, un amigo de extraordinaria finura, una persona enteradísima de todo lo que sucedía y un hombre con una lealtad inquebrantable a la causa guatemalteca.

Debió abandonar Guatemala por el golpe de estado de Castillo Armas y nunca se reconcilió con los sucesivos regímenes autoritarios y dictatoriales. Siempre, al igual que su amigo y maestro Luis Cardoza y Aragón, fue crítico implacable de lo que significaba el aplastamiento de los derechos humanos, sobre todo los de los indígenas, en Guatemala.

Monterroso renueva la tradición de la fábula. Es el Samaniego, es el Iriarte que no pudieron ser y que están ahí, presentes, activados y exaltados por una malicia de primer orden y una capacidad de sátira extraordinaria. 1

Alvaro Mutis declaró: Su principal enseñanza
fue su forma de entender y vivir la amistad de unaforma entrañable y tan suya, mezclada de humor y finura, y al mismo tiempo de una inteligencia aguda. La ausencia de una persona así no se puede explicar.

Elena Poniatowska también habló del autor de El dinosaurio: Su obra no es muy abundante, por eso sus libros son una gran enseñanza. El mejor homenaje para él es leerlo, enseñarlo, conocerlo; creo que la única manera de honrar a un escritor
es leerlo y divulgar su obra…3

Monterroso recibió los siguientes reconocimientos: Premio Xavier Villaurrutia en 1975, Premio Juan Rulfo en 1996, Premio Nacional de Literatura Miguel Angel Asturias en 1997. En 1988 fue galardonado con la condecoración del Águila Azteca por el gobierno mexicano y en 2000 con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Es considerado el cuentista guatemalteco más importante del siglo XX y uno de los más famosos cuentistas del continente. Hijo de familia guatemalteca, nació en Honduras el 21 de diciembre de 1921. Se crió en Guatemala. Fue principalmente autodidacta. Se vio forzado al exilio en 1944 por sus actividades en contra del dictador Ubico. Residió en Bolivia y Chile durante los años cincuentas, y en México a partir de 1956, hasta su muerte.

Contrajo matrimonio con la escritora Bárbara Jacobs, su alumna y, probablemente, su más ferviente admiradora.

Augusto Tito Monterroso falleció de un paro
cardiaco en la Ciudad de México el 7 de febrero del 2003.
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Mensaje  Ety Dom Ago 09, 2009 9:41 pm

Felipe Garrido


Dicen


Dicen que en Viesca había una muchacha que tenía una madrastra cruel. Un día en que la joven lloraba ante la tumba de su madre, vio que al lado había crecido un árbol. Comió de sus frutos y se sintió bien. Desde entonces, cada vez que estaba triste iba a buscarlos. Su madrastra se dio cuenta y convenció al padre de la niña de que mandara cortar el árbol. Cuando vio lo que había pasado, la muchacha lloró por tres días y sus lágrimas hicieron crecer unas florecillas color de lágrimas que, puestas en sus cabellos, la hacían sentir feliz. La madrastra mandó arrancar las flores. La pobre huérfana se dejó caer sobre la lápida y volvió a llorar. Un borboteo le hizo alzar la cabeza: de la tumba manaba una fuente. La niña se lavó el rostro y se alzó resplandeciente. La madrastra, que estaba espiándola, se abalanzó en seguida, se enjuagó la cara con aquella linfa y luego bramó horrorizada. No hizo falta un espejo. Desde entonces todos la vieron tal como era.
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Mensaje  Damablanca Lun Ago 10, 2009 12:29 pm

Esa narración es alegórica. Este tipo de cosas suceden a diario: al fin las personas se muestran tal y como son porque la vida les arranca sus caretas.

Muy bonita, Ety.

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Mensaje  Ety Dom Oct 04, 2009 6:39 pm

Rogelio Guedea

El amor que yo quería contar

Esta quería ser una larga historia de amor, una historia de un hombre y una mujer que se conocieron un día en el centro comercial, mientras ella miraba con detenimiento unas zapatillas rojas y él, del otro lado del cristal, amorosamente, la miraba mirar. Esta quería ser la historia de un hombre y una mujer que toda su vida ensayaron sus pasos para poderse encontrar. Quería la historia que el hombre abordara a la mujer, la invitara a un café, a un salón de baile, la invitara a amar. Quería esta larga historia que nadie estuviera detrás: ni Dios, ni el diablo, ni el azar. Sólo la mujer y el hombre saliendo del brazo, amorosamente, del centro comercial. Después vendrían los hijos, las promesas, las noches de frío, el té de las diez, los besos con sabor a lluvia. Después vendrían sus paseos por el jardín, el cine, las reuniones con amigos, las breves pero sustanciosas alegrías. Hubiera sido bellísimo que el hombre la invitara a amar, pero la mujer, inesperadamente, y sin advertir la larga historia de amor que yo quería contar, se dio la media vuelta y se perdió en los pasillos del nunca jamás.
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Mensaje  Damablanca Lun Oct 05, 2009 12:52 am

Es caprichoso el azar... como dijo alguien a quien todos conocemos.

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Mensaje  Ety Dom Oct 18, 2009 6:11 pm

Constancia

Por Felipe Garrido

Durante treinta años Bonifacio guardó una soltería impoluta, hasta que Minerva enviudó por segunda vez. La primera, veinte años antes, había ocurrido cuando mi tío estaba en Estados Unidos. En aquel tiempo Minerva tenía tres niños y la gente consideró que hacía muy bien en aceptar como marido a un ganadero acaudalado, ocho años menor que ella. Cuando Bonifacio regresó, con una enorme fortuna, volvió a suspirar por la señora, quien para entonces tenía otros dos hijos y estaba más bella que nunca. El caso es que volvió a enviudar, y entonces sí mi tío decidió actuar. Una vez terminado el luto, empezó a cortejar a Minerva. El día que se casaron, rodeados por los hijos y los nietos de su esposa, el pueblo suspiró aliviado. Aquella historia de amor había tenido un final feliz. Minerva y Bonifacio no tuvieron hijos. Él, como es natural, ha ido envejeciendo. Ella está rozagante, firme, esbelta. Dicen que tiene la esperanza de volver a enviudar.
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Mensaje  Damablanca Dom Oct 18, 2009 11:49 pm

Hay que ercharle ánimol...

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Mensaje  Ety Lun Nov 16, 2009 6:02 am

Felipe Garrido

Un ángel




“Soy
un ángel”, te dije apenas te vi. “Sé mi ángel”, me pareció oír que
murmuraste; sin sorpresa, sin retroceder, sin bajar la mirada. Mi
primer deseo fue cuidar tu descanso, velar tu siesta. Darle mis besos
al viento, para que pudieran tocar tus labios. Darle mi calor al sol,
para poder abrazarte sin que me rechazaras. Darle mi paz al sueño, para
aquietar tu espíritu. Darle mi frescura a la brisa, para inducirte a
cerrar los ojos y a abandonarte. Convertirme en un poco en arena, para
tenerte en mis brazos. Y así ha sido desde aquel momento. Poco a poco
nos hemos apropiado uno del otro. No sé si de veras te hablo o
solamente imagino las palabras que quisiera decirte. No sé si tú me
respondes o sólo imagino lo que quiero que me digas. Y así, con un poco
de silencios, con gestos que adivinamos, con palabras inventadas, con
ilusiones tal vez, te has vuelto algo más que un pensamiento, algo que
es y no es, que se hace sentir y que quizá no siente nada.
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Mensaje  Ety Dom Dic 13, 2009 7:48 pm

Felipe Garrido

¿Qué pasa?

Había una mujer que cada vez que contestaba el teléfono no tenía jamás, ni por equivocación, la ocurrencia de decir algo así como qué bueno que hablas, qué gusto me da, qué rico es oírte, qué ganas de verte, qué se te ofrece, en ti estaba pensando, ya me hiciste el día...

Y en lugar de eso lo que decía, con voz sobresaltada, o soñolienta, o distraída era ¿qué pasó?, y a veces, para variar acaso, ¿qué pasa?, como si estuviera exigiendo un informe, pidiendo pruebas, solicitando documentos, o como si esperara una revelación terrible, una noticia desoladora, un comunicado atroz, algo turbio y amenazante contra lo que más le valía ponerse en guardia de inmediato. Y, sin embargo, mis dedos desesperados aprendieron a seguir a ciegas la zigzagueante ruta de sus números. Yo la buscaba con una tenacidad suicida; marcaba a su oficina, a su casa, a su celular, insistía a deshoras... Volvía a marcar, una y otra vez,
hasta que escuchaba su voz: ¿Qué pasa?
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Mensaje  Damablanca Vie Jul 02, 2010 3:06 pm

Aquí dejo un relato breve de Franz Kafka, se titula "Un sueño", aunque muy bien podría titularse "Una pesadilla".

En fin, aquí les dejo con este autor, siempre inquietante:

Franz Kafka, Un sueño.

Josef K. soñó:

Era un día hermoso, y K. quiso salir a pasear Pero apenas dió dos pasos, llegó al cementerio. Vió numerosos e intrincados senderos, muy numerosos y nada prácticos; K. flotaba sobre uno de esos senderos como sobre un torrente , en un inconmovible deslizamiento. su mirada advirtió desde lejos el montículo de una tumba recién cubierta, y quiso detenerse a su lado. Esse montículo ejercía sobre él casi una fascinación, y le parecía que nunca podría acercarse demasiado rápidamente. De pronto, sin embargo, la tumba casi desaparecía de la vista, oculta por estandartes que flameaban y se entrechocaban con fuerza; no se veía a los portadores de los estandartes, pero era como si allí reinara un gran júbilo

Todavía buscaba a la distancia, cuando vió de pronto la misma sepultura a su lado, cerca del camino; pronto la dejaría atrás. Salto rápidamente al césped. Pero como en el momento del salto el sendero se movía velozmente bajo sus pies, se tambaleó y cayó de rodillas justamente frente a la tumba. Detrás de ésta había dos hombres que sostenían una lápida en la tierra, donde quedó sólidamente asegurada. Entonces surgió de un matorral un tercer hombre, en quién K. inmediatamente reconoció a un artista. Sólo vestía pantalones y una camisa mal abotonada; en la cabeza tenía una gorra de terciopelo; en la mano un lápiz común, con el que dibujaba figuras en el aire mientras se acercaba

Apoyó ese lápiz en la parte superior de la lápida; la lápida era muy alta; el hombre no necesitaba agacharse, pero si inclinarse hacia adelante, porque el montículo de tierra (que evidentemente no quería pisar) lo separaba de la piedra. Estaba en puntas de pie y se apoyaba con la mano izquierda en la superficie de la lápida. mediante un prodigio de destreza logró dibujar con un lápiz común letras doradas y escribió: "Aquí yace". Cada una de las letras era clara y hermosa, profundamente inscripta y de oro purísimo Cuando hubo escrito las dos palabras, se volvió hacia K. que sentía gran ansiedad por saber cómo seguiría la inscripción, apenas se preocupaba por el individuo y sólo miraba la lápida. EL hombre se dispuso nuevamente a escribir, pero no pudo, algo se lo impedía; dejo caer el lápiz y nuevamente se volvió hacia K. Esta vez K. lo miró y advirtió que estaba profundamente perplejo, pero sin poder explicarse el motivo de su perplejidad. Toda su vivacidad anterior había desaparecido. Esto hizo que también K. comenzara a sentirse perplejo; cambiaban miradas desoladas; había entre ellos algún odioso malentendido, que ninguno de los dos podía solucionar. Fuera de lugar, comenzó a repicar la pequeña campana de la capilla fúnebre, pero el artista hizo una señal con la mano y la campana cesó. Poco después comenzó nuevamente a repicar; esta vez con mucha suavidad y sin insistencia; inmediatamente cesó; era como si solamente quisiera probar su sonido. K. estaba preocupado por la situación del artista, comenzó a llorar y sollozó largo rato en el hueco de sus manos. El artista esperó que K. se calmara y luego decidió , ya que no encontraba otra salida, proseguir su inscripción . El primer breve trazo que dibujó fué un alivio para K. pero el artista tuvo que vencer evidentemente una extraordinaria repugnancia antes de terminarlo; además, la inscripción no era ahora tan hermosa, sobre todo parecía haber mucho menos dorado, los trazos se demoraban, pálidos e inseguros; pero la letra resultó bastante grande. Era una J.; estaba casi terminada ya, cuando el artista, furioso, dió un puntapié contra la tumba y la tierra voló por los aires. Por fin comprendió K.; era muy tarde para pedir disculpas; con sus diez dedos escarbó en la tierra, que no le ofrecía ninguna resistencia; todo parecía preparado de antemano; sólo para disimular, habían colocado esa fina capa de tierra; inmediatamente se abrió debajo de él un gran hoyo, de empinadas paredes, en el cual K. impulsado por una suave corriente que lo colocó de espaldas, se hundió. Pero cuando ya lo recibía la impenetrable profundidad esforzándose todavía por erguir la cabeza, pudo ver su nombre que atravesaba rápidamente la lápida, con espléndidos adornos.

Encantado con esta visión, se despertó.
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Mensaje  Ety Vie Jul 02, 2010 11:22 pm

Kafka extraordinario. Gracias Dama.

Una narración que, al estilo "kafkiano" habla de la "fascinación por la muerte".

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Mensaje  Ety Dom Jul 04, 2010 8:47 pm

La siguiente historia me fue enviada por una abogada. Se desconoce al autor de la narración, sin embargo, y de acuerdo a la nota que acompañaba al correo, escrita por la abogada, ella comenta que en toda su vida profesional y personal, nunca había sabido de un homicidio tan "limpio". Yo estoy de acuerdo con ella y la historia me ha hecho pensar mucho en todo lo que el dolor y la humillación reprimida pueden ocasionar.

Tal vez un caso como este no pueda ser del todo real, sin embargo nos deja claro que la rabia y el dolor que no es confrontado, termina siempre por destruir y de alguna manera destruirnos.

UNA MUJER DOLIDA TE DEJA PENSANDO

Aunque terminé casándome con él, Pedro jamás me inspiró confianza. Acepté ser su novia, pero pensaba que me pintaba los cuernos con todas mis compañeras del colegio. Y no me equivocaba, pues al final de cuentas me enteré de que cuando estuve de vacaciones en Los Ángeles se fue varias veces a la cama con Doris, mi mejor amiga; y de que cuando estuve en Cancún, se acostó varias veces con Rosaura, mi hermana mayor.

Pedro era muy guapo, tenía un cuerpo precioso, pero sobre todo era muy fogoso. Por supuesto, como resultado de nuestra luna de miel, quedé embarazada de Pedrito, mi hijo mayor; luego vinieron Lucecita, Carmencita, Teresita y Benignito.

Pedro nunca falló a sus deberes de esposo, ni de padre, ¿para qué lo voy a negar?, sin embargo era de un parrandero, que siempre me tenía con el Jesús en la boca, pues a veces pasaba todo el fin de semana sin aparecerse por la casa, y yo me preocupaba, aunque sabía muy bien que en el banco yo podía disponer de todo el dinero que nos hiciera falta a los niños o a mí, que éramos, por cierto, bastante caprichositos en ese sentido.

Todos los sábados y domingos nos íbamos mis cinco hijos y yo a Unicentro, y nos dábamos gusto comprando ropa para todos; juguetes para ellos, perfumes, chucherías y alguna que otra joya para mí. A Pedro le gustaba el desmadre y de alguna manera tenía que compensarnos, ¿no?

A mis papás les encantaba Pedro, a ellos les bastaba el hecho de que nos tuviera bien económicamente, que me cambiara el carro cada año y que les pagara el mejor colegio a mis hijos ¿lo demás?, pues eran cosas de hombres, me decían. Según ellos yo no debería preocuparme, pues mientras yo fuera la esposa ¿qué podrían importarme las demás pelanduscas que se revolcaban con él?

Durante muchos años he sido una de las mujeres mejor vestidas de Cali y eso se lo debo, definitivamente, a la fortuna de Pedro..

Claro que desde que me casé, todas mis amigas, mis vecinas, mis primas y hasta las empleadas del salón de belleza me venían a contar que sí habían visto a pedro con fulanita en San Andrés, me preguntaban porqué no me llevaba con él a Cancún, en fin, me llenaban la cabeza de ideas que al principio me hacían rabiar, hasta que llegaba a la conclusión de que el bienestar de mis hijos, el mío propio y mi palaciega casa en Ciudad Jardín valían mucho más que un marido fiel. Prefería ser una esposa engañada con la vista muy gorda, que una divorciada a la que no tardarían en rechazar hasta mis propias amigas, por temor a que les quitara a sus esposos.

Hasta ahí todo iba muy bien, pero un día Pedro llegó de un viaje de negocios muy nervioso.

Estaba pálido y las manos le temblaban, sudaba copiosamente a pesar del aire acondicionado; y me pidió que nos encerráramos en mi cuarto pues tenía algo muy importante que decirme. Tranquila, le serví un trago para que se calmara y yo me llevé una Coca Cola light. Sentado en la cama, con la voz entrecortada, me dijo que un médico en Alemania le había sugerido que se hiciera la prueba para saber si tenía el VIH, pues una serie de erupciones en la piel, una tos constante y otros síntomas; además de su disoluta vida sexual lo hacían sospechar sobre su estado de salud.

'Gordita, tú también te tendrás que hacer la prueba', me dijo y yo casi me quise morir, pues por lo general teníamos relaciones sexuales dos veces por semana.

'Yo tan casta y tan bien portada, tan fiel a ti, y ahora tengo que hacerme la prueba del SIDA', le reclamaba llorando, pero en cuanto me pasó la primera impresión, comprendí que lo mejor sería practicarnos el examen.

Con lentes oscuros y ropa sumamente discreta nos presentamos a los laboratorios. Nos tomaron las muestras de sangre y nos pidieron que regresáramos en dos días... Al salir de ahí nos fuimos a desayunar a la cafetería del hotel Dann, y ahí, deshecho, sin probar siquiera sus huevos revueltos, mi marido me dijo que si las pruebas salían positivas, se pegaría un tiro.

'No me extrañaría, siempre has sido un cobarde. Muy macho para irte con mujeres, pero, al fin y al cabo, un cobarde'.

Bajó la cabeza, casi no volvió a hablar y así estuvo hasta el día en que fuimos a recoger los resultados.

'Yo no me atrevo... ábrelos tú...', me dijo cuando nos subimos al coche.

Tomé el sobre que venía a su nombre y después de abrirlo, con voz trémula, pero clara, le dije: 'Positivo... ya sabes lo que tienes que hacer'.

Después destapé el mío y le dije que era una suerte que no me hubiera contagiado a mí, pero que de todas maneras iría al médico para que me revisara, pues quería estar segura de que no había problema.

Llegamos a la casa y yo me quedé en la cocina ordenando a la empleada la preparación de la comida y Pedro subió a nuestro cuarto. Le pedí a la cocinera que pusiera a marinar unas pechugas de pollo y a desamargar unas cebollas. Después le ordené que llamara al jardinero pues quería darle unas instrucciones, cuando escuchamos un fuerte estallido que provenía de mi recámara. Subimos corriendo las dos y nos encontramos a Pedro con la cabeza destrozada: se había dado un balazo en la boca.

Durante los funerales fui la viuda más elegante que se haya visto en Cali durante los últimos años. Mi vestido negro era un Prada auténtico y, como el velorio fue en la casa, que tenía aire acondicionado integral, pude ponerme medias negras y zapatos Blanik de tacón alto.

Lo que sí me resulto pesado fue la cremación, por lo que fingí un desmayo y mi chofer me trasladó a mi hogar antes de que todo terminara. Cuando llegué, el cuarto ya estaba limpio y ordenado, me quité la ropa de luto y me puse un camisón de algodón. Me tiré en un reposet pues todavía no había llegado la cama nueva, y desde ahí contemplé los dos sobres del laboratorio.

Tomé el de Pedro y lo volví a abrir. Leer la palabra 'negativo', me hizo sentir culpable, mi marido jamás contrajo el virus del SIDA, pero tarde o temprano tenía que pagar por sus infidelidades, por poner en riesgo a su mujercita santa ¿no?.

A que no te esperabas un final así... ¿verdad?
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